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La sal de la tierra: Sebastião Salgado y su empatía con la condición humana (II)

S. S. regresó a fines del 84 a Etiopía. La guerrilla entendió el saqueo del Gobierno y mandó a la gente a Sudán. Todos se fueron por Tigray. Mientras dos helicópteros Mil Mi-24 atacan, una mujer huye con una olla a modo de casco, en compañía de su hija. Disparan a los pobladores: como aquí en Cali. S. S. hizo la foto y… a correr.

Luis Carlos Muñoz Sarmiento*
07 de agosto de 2021 - 07:30 p. m.
"La sal de la tierra" se estrenó en 2014 en Francia.
"La sal de la tierra" se estrenó en 2014 en Francia.
Foto: Archivo Particular

¡Qué violenta la calma con la que los empachados nos dicen que agradezcamos las migajas! Nina Ferrari

Si matas una cucaracha eres un héroe. Si matas una hermosa mariposa, eres malo.

La moral tiene criterios estéticos. Friedrich Nietzsche

La honestidad es incompatible con amasar una fortuna. Mahatma Gandhi

Muchas mujeres embarazadas caminaban con la ilusión de comer algo y beber agua, al llegar a la tierra prometida: la que, por eso, nunca llega, por injerencia de los poderosos. Al dejar Etiopía, debió ir a Sudán, donde tuvo mucho trabajo pues había miles en pésimas condiciones. Había que desmontar ya el puesto de Médicos sin Fronteras, por costoso de mantener, por escasez de agua para su operación y, obvio, para la salud de la gente. Debían desplazarse lo más rápido posible.

Los amontonan en camiones de la ONU: a una mujer famélica le resulta imposible alzar una garrafa con agua. El hombre a su lado, se desentiende. Solo el de arriba le tiende la mano. El fin: llevarlos a otro campamento, “a una tierra hermosa y fértil a orillas del Nilo Azul”, dice S. S., quien hizo 400 km a bordo de esos camiones. Con el agua cerca, muchos mueren por hambre. Por la miseria, no llevan alimento alguno. Malí, 1985. Un niño desnutrido, junto a un árbol seco, otea el horizonte. Ojeras palpables, vientre abultado. Pese a la luz, no tiene casi sombra. Otra gran sequía. La piel de la gente es la de los árboles marcados por viento y arena. Solo mujeres y niños. Los hombres se fueron a Libia a trabajar o a Costa de Marfil por lo mismo, con el anhelo de volver y traer comida para la familia. Muy pocos regresaron.

Mujer flaca, piel cuarteada, da de mamar a sus pequeños, desnutridos como ella. Bofetón al Nuevo Orden económico de toda época; a la avaricia de la Iglesia y en especial al Vaticano; a los 15 ‘filántropos’ que cual avestruces prefieren hundir la cabeza o sacarla para saciar sus vicios. O, peor aún, viajar al espacio a sabiendas del planeta en deterioro que han dejado: como ha hecho Jeff Bezos en su nave espacial New Shepard, una ‘odisea’ que costó USD$ 2.5 millones por minuto para un vuelo de ‘apenas’ diez. Deterioro por recalentamiento global; pésimo uso del agua; extracción de minerales fósiles; explotación de bovinos; quema de bosques para ganadería, siembra de cultivos ilícitos y de otras materias para producir biocombustibles. En fin, cuanto demanda un mundo degradado por el hiperconsumismo, pero antes por drogas y guerras: agua, hambre, virus y vacunas para exterminar a la Humanidad.

Al aparecer el médico belga Luc, amigo de S.S., midiendo/pesando a un niño, viene una de las fotos que con mayor eficacia muestra el horror del mal reparto, la inequidad, la injusticia causados por esos mismos trillonarios, ‘filántropos’, pedófilos del mundo: de una balanza, penden unas cuerdas; de ellas, un niño; de este, apenas se adivina una figura humana. Foto que le trajo muchos líos a S. S. pues algunos intelectuales lo acusaron de una especie de neo/porno/miseria (recuérdese al respecto a Ospina/Mayolo) a inicios de 2000. Periodistas del NYT y la escritora Susan Sontag (autora de Contra la interpretación, ¡qué ironía!) acusaron a S. S. de utilizar de modo cínico/comercial la miseria humana e incluso de exponer bellamente “las situaciones dramáticas corriendo el riesgo de hacer perder su autenticidad”.

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Si se miran bien las cosas, detrás de su trabajo no hay afán alguno de lucro, así sus libros y sus actos le hayan permitido vivir y llevar una vida holgada pero no ostentosa. Lo que la foto en particular muestra es el símbolo del desequilibrio entre los humanos y su injusticia: la balanza. Una balanza miserable que sostiene a un niño más miserable aún, ya que no le hace mella por su (falta de) peso. Y que obliga a pensar en la miseria humana de los 50 dueños del mundo, si no exagero, su meimportaculismo, su abyección, su desidia: aspectos que a la vez reflejan su avaricia, su pésima humanidad, el espejo en que ninguno se quiere reflejar. Quizás porque el resultado sería inaceptable: les enrostraría su misantropía, su vanidad, su (infinita) soberbia, en suma, los aniquilaría. A ellos, los invencibles, los poderosos, los eternos.

Otra foto que sacude/conmueve: la del niño de 8 años, de espaldas a la cámara, con su banjito, su camiseta desleída, sin pantalones, palo, olla, y un perro enjuto: que, para S. S. asume una postura única: “La de alguien que sabe adónde va”. O, para completar el sentido, alguien que llegará muy lejos porque no sabe adónde va. En busca de otros grupos, de un pueblo. S. S. se encariñó con la gente de Sahel. Fotos, libro y exposición de Lélia concitaron la atención orbital sobre sequías y muerte de millones de seres: preguntas sin respuesta sobre la causa. Luego, se volcó sobre un tema que le llevó a casi 30 países, de los 100 que conoce con relación a los 194 que reconoce la ONU: excluye a Palestina, pero no al Vaticano, que tiene en Roma el club gay mayor de Europa: nada personal, sino señalado por la prensa global. (4)

Trabajadores 1986-1991

“Quise rendir una especie de homenaje a todos los hombres y a todas las mujeres que construyeron nuestro mundo. La arqueología de la Era Industrial”. Su perspectiva como fotógrafo había cambiado, pero él seguía siendo el mismo: “Empujado por la misma empatía con la condición humana”. Y esto se dio en su transición de economista a fotógrafo, es decir, ya como polímata, por su nuevo viaje a Ruanda. “Trabajadores consiguió unir al Sebastião Salgado economista con el artista en el que se había convertido”. Lo dicho: en polímata, el sincretismo perfecto entre científico (porque la economía es una ciencia y si no que lo diga Marx) y artista, como podrían asentir también Leonardo Da Vinci o Boris Vian. Workers fue el tercer volumen de fotografías que concibió junto a su esposa Lélia, su mejor colaboradora.

Fotografió a obreros del acero de la URSS; vivió con saboteadores de barcos en Bangladesh; navegó con pescadores de Galicia y Sicilia; mostró la producción de carros en Calcuta; observó a agricultores en Ruanda, país ya visitado en tanto economista. Al acabar la I Guerra del Golfo, la tropa iraquí se retiró y “Saddam prendió fuego a miles de pozos de petróleo”, dice W. W. 3.mar.1991: quema de 751 pozos en Kuwait, debido al lío que desató Irak; luego, la ‘coalición’ de 31 países liderada, como siempre, por EEUU. (5) Al ver la TV, S. S. supo que tenía que hacer un reportaje: “Fue como trabajar en un gran teatro”. Una puesta en escena enorme, del tamaño de un planeta. No había control. Se podía ir adonde fuera. Emanaciones de humo denso de petróleo. Tanto que el sol no pasaba. A veces, “era de noche las 24 horas”.

Cada explosión sonaba como un cañón. Era como operar junto a la turbina de un jet: “A día de hoy estoy un poco... Mi sordera comenzó entonces”. Los bomberos de Calgary, tras apagar el fuego, debían lavar todas las noches su bonito camión rojo, sin importar que al otro día en minutos volviera a estar hecho mierda, cubierto de oro negro. “Un trabajo infernal”. Retrasó su viaje tres veces. Salir de allí extrañamente le partió el corazón: “Tener que abandonar un espectáculo tan enorme”, recuerda S. S. En ese paraíso/jardín de la familia real de Kuwait, por las quemas, los caballos resultaron locos. A las aves no las dejaban volar sus alas pegadas. Los kuwaitíes se fueron y encerraron a sus animales, junto a los beduinos, a los que no consideran seres humanos. Workers logró, se dijo, unir al S. S. economista con el foto/artista.

Un nuevo proyecto de S. S. / Lélia surgió, sobre el desplazamiento (forzado) de poblaciones enteras debido a tres factores: 1. Guerras; 2. Hambrunas; 3. Mercado global. Mientras Europa cerraba sus fronteras, S. S. intentaba arrojar luz en la vida de las víctimas de marginación, racismo, xenofobia, tres de los males en toda época. Surgió Éxodo 1993/99. En la Introducción, S. S. expresa una idea que siempre he sostenido: “Más que nunca, siento que hay una sola raza humana. Más allá de las diferencias de color, de lenguaje, de cultura y posibilidades, los sentimientos y reacciones de cada individuo son idénticos”. Despertó el interés orbital sobre refugiados de India, Vietnam, Filipinas, Suramérica, Irak y muchos otros lugares. Pero, volvía una y otra vez al continente que lo había cautivado, quizás porque ha sido el más ultrajado, expoliado, saqueado a través de la Historia: África. Tanzania 1994.

Parte de su proyecto sobre desplazamiento se dio en 1994, cuando el avión del presidente de Ruanda fue abatido: Juvénal Habyarimana (1937-1994), militar y político de la etnia Hutu. Todo, justo, a raíz de la brutal represión contra los Tutsis por los Hutus: a causa, todo hay que decirlo, del callado/hipócrita afán separatista de EEUU, cuyo lema predilecto es: “Divide y vencerás”. Desde la Doctrina Monroe (1823), pasando por el Manifest Destiny (1845), con su ‘América para los americanos’, como si estuvieran solos en el continente, hasta llegar a la Doctrina de Seguridad Nacional (2001), el engendro de Bush padre y sus secuaces, bajo la creación del filósofo político del nazismo Carl Schmitt (1888-1985), a quien extrañamente se reseña como si nunca hubiera salido de Plattenberg, en Alemania, donde nació y murió.

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Una catástrofe: gente que cargaba todos sus bártulos en bicicletas. Inseguridad por toda parte. Como en Fosa Común. S. S. fue en sentido contrario a la migración, hacia la frontera. Llegó a Ruanda. Muertos por montones en las carreteras. Ataques con granadas, acababan con mutilaciones a machete. Poco a poco entendió la dimensión del genocidio que veía con sus propios ojos: no como esos ‘reporteros de guerra’ que cubren el conflicto desde sus cómodos apartamentos en Rosales, Country o El Chicó, en Bogotá. Genocidio de marca mayor. 150 km hasta llegar a las afueras de Kigali y 150 km de muertos. Al paraíso Ruanda lo suplantó el infierno. En pocos días, la llanura había dado lugar a una megaciudad de casi un millón de personas. S. S. fue sacudido por una madre con su hijo en las piernas: la sonrisa como producto de la confianza en su madre, aun entre el caos/horror. Yugoslavia 1994-1995.

“La violencia y la brutalidad no son un monopolio de los países lejanos”. Está allá en Europa, en la antigua Yugoslavia. Otra nación subdividida por el prurito/capricho gringo en siete países: Bosnia-Herzegovina; Croacia; Eslovenia; Macedonia; Montenegro; Serbia y Montenegro (a partir de 2003); Kosovo (que desde 2008 declaró la independencia de Serbia). A raíz de los muertos causados por los croatas y aun más por los serbios, lo que más le disgustó a S. S. fue ver hasta qué punto el odio es contagioso: aunque no sea tanto así, sino que los políticos interesados en sacar tajada polarizan a los pueblos vía prensa. No se propaga el odio porque sí: los pueblos entre sí no se odian ni el odio se extiende porque le dio la gana.

La población serbia de Krajina fue expulsada. Así la bosnia por la serbia. Con los Cascos Azules azuzando. Entre vecinos se disparaban a causa de la polarización gringa, del odio de una nación de inmigrantes hacia los del planeta: EEUU contra el resto. Campo de refugiados en Tuzla, Bosnia. Gente que huye del enclave de Zepa, donde los serbios asesinaron a miles de jóvenes. Como hoy por el Paro, en Ciudad Jardín, Cali, hacen policía y ESMAD y la ‘gente de bien’ con sus armas de corto y largo alcance. Y el ‘gobierno’ que pretende una ‘agenda de equidad’ oculta/miente sobre toda evidencia del genocidio, desoye las sugerencias de la CIDH, reserva cada plaza laboral para funcionarios cuyo CV es más bien un prontuario. En Bosnia solo había ancianos, mujeres y niños: a los jóvenes los habían retenido o asesinado.

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“Somos un animal muy feroz. […] terrible, nosotros, los humanos”, afirma S. S. Bueno, si se sacara a los políticos, no serían tan brutales como señala quien, a esta altura ya puede compararse con Kapuściński: ver Un día más con vida (2018), de Raúl de la Fuente y Damian Nenow. “Nuestra historia es una historia de guerras”, recuerda. Una historia sin fin, de represión, de locos. Congo 1994. Ruanda empeora. Los Hutu, en el poder, caen ahora frente a los Tutsi y se retiran al Congo. Éstos habían huido de aquellos; ahora, al revés. En últimas, todos huyeron, lo que quería el interesado: EEUU. En jul.1994, Goma acogió a más de dos millones. El cólera comenzó a propagarse y la gente a caer como moscas. Casi 15 mil muertos al día. Un padre deja a su niño sobre una pila de cadáveres y parte con el amigo que lo espera.

No daban abasto para enterrar a la gente. Una máquina del ejército francés recogía por decenas, echaba al suelo y cubría con tierra. “Todo el mundo debería ver estas imágenes… para que vea lo terrible que es nuestra especie”, enfatiza S. S., como quien de paso responde a los censores de su obra, periodistas del NYT y Susan Sontag, aquélla que escribió ‘contra la interpretación’ y ahora caía en la fosa que había hecho para otro. Tras ver tantos niños entre semisanos y mórbidos, al salir estaba enfermo, no por infección sino porque “mi alma estaba enferma”, dice con tristeza que sobrecoge, obliga a reflexionar, propende por corregir tanto error/mala fe humanos o dolo deliberado. Un año después, fue a Ruanda, para el regreso de los Hutus del Congo que no tenían adónde ir. ONU los obligaba a volver. Ruanda 1995.

El planeta entero parecía una tienda de refugiados, figura S. S. La autoridad Tutsi lo invitó a verificar lo ocurrido. Los que se escondieron en una iglesia, asesinados. Recuérdese Bojayá: los hechos no sucedieron como la historia oficial relata: un alto militar actuó en connivencia con los paras a fin de que el desenlace se le atribuyera a la guerrilla. Congo 1997. De los que dejaron Ruanda, dos millones de personas, una parte volvió allá, pero otra, unas 250 mil personas, temiendo la represión, abandonaron Goma y se escondieron en el bosque del Congo. Más tarde, aparecieron 40 mil: 210 mil seguían perdidas. Seis meses después, empezaron a aparecer por Kisangani. El Alto Comisionado de la ONU llevó allí a S. S.

En medio de tanta muerte, la vida seguía. En la selva, un hombre corta el pelo, en ausencia de la vanidad, quizás porque no cabe allí. Por eso, la siguiente toma estruja no solo a S. S. sino a los espectadores de La sal de la tierra, que son, justo, las personas, los seres humanos. Así, un angoleño, cuya mirada es de judío, recoge los dólares de la gente, sus divisas para cambiarlas. No estaba ahí para otra cosa: “¡En medio de la nada! […] de un bosque aislado de todo”, recuerda S.S. De pronto, la guerrilla de Kisangani, pro-Tutsi, comenzó a echar a toda esa gente. Vagaron otro semestre para volver a Ruanda. Muchos fueron asesinados, otros a delirar, unos más se volvieron locos, como los caballos del jardín monárquico de Kuwait.

De los expulsados no se volvió a oír hablar. Fue su último viaje a Ruanda. Cuando se fue, ya no creía…: “No creía en la salvación de la especie humana”. […] Nadie merecía vivir”. Y: “¡Cuántas veces tiré al suelo la cámara…!” W. W.: “Sebastião se había asomado al corazón de la oscuridad y se cuestionaba su trabajo como fotógrafo social y testigo de la condición humana. “¿Qué le quedaba por hacer después de Ruanda?”, pregunta W. W. Según Juliano, para entonces la salud del abuelo empeoró. S. S. y Lélia volvieron a Brasil y se ocuparon de la granja. “No sabían qué hacer con aquello”, rememora. Pájaros, caimanes y bosques desaparecieron. (6) Los recuerdos de infancia, también. Lélia ideó replantar el bosque que había antes. Algo no intentado: menos, a lo largo de 600 Has. Siguiente década, milagro: el Instituto Terra. Con la primera siembra, Lélia soñaba que de noche se moría todo: la tierra estaba muy degradada; dudaba que las plantas arraigaran. Había 400 especies de Mata Atlántica: ellos tenían 150. De dicha siembra, se perdió el 60%; de la segunda, el 40%. Para entonces, dos millones de árboles replantados: todo depende de ellos, el agua, el oxígeno. (7)

La tierra remedio contra la desesperanza. Ver crecer árboles y bosques hizo renacer su pasión. Nuevo proyecto sobre medio ambiente. Primera idea, denunciar destrucción de los bosques, contaminación de los océanos. Luego: “Hagámosle un homenaje al planeta”. Con sorpresa descubrieron que casi la mitad sigue como el día del… Génesis 2004-2013. Por su fama de fotógrafo humano/social, le advirtieron no meterse en un proyecto de paisajes/animales, por ‘falta de experiencia’, pero él dijo: “Los límites están en la mente”, como en El enigma de Kaspar Hauser, de Herzog. La etapa inicial, Galápagos. S. S. quería seguir a Darwin (8): “Las mismas especies, con ecosistemas muy diferentes, han evolucionado de maneras muy diferentes”. Comprobó que él, el humano, es tan Natura como árbol/tortuga/piedra. Todos, se agrega, son seres vivos, animados por energías diferentes, de variada intensidad y no obstante igualitos. No como dicen los polacos: que hay unos más iguales, para justificar la inequidad/avaricia/soberbia. Al respetar su espacio, de chimpancés v. gr. (y ojalá lo hubiera sabido Treadwell) (9), ellos terminan por aceptar al humano, pero no puede portarse jamás como intruso, porque hasta un animal lo nota, parece bromear S. S. Así lo diga quien escribe.

Génesis lo hizo volver a viajar por casi diez años. Iba a mostrar una visión más optimista de lo que había oteado herido/destruido. Iba a ser su obra magna. Una carta de amor al planeta, dice W. W. Estado de Pará, Brasil, Tribu Zoé, 2009. Sus miembros llevan una especie de tubo en el maxilar. En su estructura las mujeres cobran papel esencial. Único sitio en el que tienen cuatro esposos (cazador, pescador, agricultor y el cuarto ayuda a hacer todo en casa) y ellos otras tantas… ¿La diferencia? Mientras los maridos hacen poco el amor por ocupados, las esposas se cansan de quienes lo hacen mucho, dado que no tienen dichos oficios ni ayudan en casa. Ya en serio, las mujeres tienen gran dominio sobre parte de los hombres. Tras estar con ellos, S. S. vuelve a sus plantas antiguas. Resalta los helechos, planta de sombra que crece en el centro de la selva: el termostato de la Naturaleza, el que conserva la temperatura ambiente y le recuerda el cabello de su ‘bella madre’. Esas eran sus plantas, hasta que murió. Luego, las cuidó su padre hasta que… La tierra del Instituto es clave para su familia, dice S. S. refiriéndose también a sus ‘parceiros’. Así cierran un ciclo, en el que transcurrió ‘nuestra vida’. Hoy vuelven a añadir sus vidas, a todo ello: “Sigue siendo nuestra historia”. Formó parte del ayer y ahora del hoy. “Y el día que yo muera dejaremos aquí la selva que había un poco antes de que yo naciera”. Al hacer este recuento, habla en portugués, ya no en francés.

“El hombre cuyas fotografías nos han contado miles de historias sobre nuestro planeta, nos deja una gran historia y un gran sueño: la destrucción de la Naturaleza se puede revertir. Más de mil fuentes de agua vuelven a regar el ‘Instituto Terra’. Ya hay plantados 2.5 millones de árboles. La fauna regresó, incluso los jaguares. La tierra ya no es de los Salgado, sino Parque Nacional que pertenece a todo el mundo. Se demuestra que las tierras devastadas de cualquier lugar pueden volver a ser bosques”. En conclusión, La sal de la tierra son esos mismos hombres que la devastan y frente a los cuales S. S. pone un espejo en el que deben verse para rectificar su error. Su trabajo no sería tan visible sin el aporte ni la compañía en soledad de su mayor aliado, Lélia Wanick. Igual que por la solidaridad callada, por distintos motivos, de Juliano y Rodrigo, quienes, desde orillas complementarias, no opuestas, han alimentado su pasión por un oficio del cual no pocas veces quiso recular; si no jamás habría exclamado, no preguntado: “¡Cuántas veces tiré al suelo la cámara para llorar por lo que veía!” S. S. demuestra que no hay por qué agradecer las migajas que con violenta calma tiran empachados a empobrecidos; que el criterio estético de la moral es inaceptable frente a la ética de seres que brindaron al Otro lo mejor de sí, mientras esclavos de la avaricia, la mezquindad, la soberbia, se creen dueños de los demás e incluso de la Natura y por eso simulan filantropía, pero eso sí esconden su escarapela de ‘genocidio/pedofilia’, ante el riesgo de ir sin atenuantes a la prisión donde, igual que los sicarios del periodismo, siempre debieron estar; que sin haber amasado fortuna alguna, puede mostrar que dicha fortuna sigue siendo incompatible con la honestidad, la que ha forjado su imperecedera obra. En él ha jugado papel crucial su empatía/compasión con la condición humana, con la Humanidad. Y su ineludible compromiso con la verdad, como el de Mumia Abu-Jamal, Julian Assange, Daniel Hale. (10)

Dedicado a mi hijo Santiago, el mejor fotógrafo que conozco: así haya otros tan grandes como S. S.

Notas:

(4) https://www.youtube.com/watch?v=yETHK13uc2Y

(5) https://elpais.com/diario/1991/11/07/sociedad/689468409_850215.html

(6) https://rebelion.org/primero-el-exterminio-indigena-luego-el-de-la-amazonia/

(7) https://culturainquieta.com/es/lifestyle/item/15477-el-fotografo-sebastiao-salgado-y-su-esposa-han-plantado-mas-de-2-millones-de-arboles-en-20-anos-reviviendo-un-ecosistema.html

(8) Cabe revisarlo frente a Lamarck. Así, recomiendo los libros del colegamigo brasileño Maurício Abdalla: La crisis latente del darwinismo, Darwin, el sapo y la charca, El principio de cooperación.

(9) https://rebelion.org/grizzly-man-2005-un-hombre-muerto-en-peligro-hasta-el-final-uno-ya-sabido/

(10) https://www.democracynow.org/es/2021/7/26/daniel_hale_whistleblower_case

https://www.democracynow.org/es/2021/7/28/titulares/whistleblower_daniel_hale_sentenced_to_45_months_for_exposing_us_drone_program

FICHA TÉCNICA: Título original: The Salt of the Earth. En español: La sal de la tierra. País: Francia / Brasil / Italia. Año: 2014. Formato: DVD; color / B/N; 105 min. Género: Documental. Dir.: Wim Wenders / Juliano Ribeiro Salgado. Guion: W. W. / J. R. S. / David Rosier. Fot.: Hugo Barbier / J. R. S. Mús.: Laurent Petitgand. Mon.: Maxine Goedicke / Rob Myers. Narración: W. W. / J. R. S. Prod.: David Rosier. Productora: Decia Films. Dist.: Le Pacte. Premios: Premio Especial del Jurado en Cannes/2014, categoría Un Certain Regard al Mejor Documental (MD). Premio César a MD. Premio del Público en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Premio de la Audiencia en el Festival Internacional de Cine de Tromsø/2015, Noruega. Premio Platino a MD 2015. Idiomas: francés / inglés / portugués.

*(Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución fue lanzado por UFES, el 20/feb/2021. Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en portal Rebelión. E-mail: lucasmusar@yahoo.com

Por Luis Carlos Muñoz Sarmiento*

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