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“La cerámica es como respirar”: esculpiendo la naturaleza

Para este chat, Juan Sebastián Rueda, artista y propietario de la Galería Cerámica Terracota, en Barichara, Santander, habló sobre su aprendizaje con artesanos, su sentir con la cerámica y cómo lidia con la frustración.

Pablo Marín J.
16 de abril de 2025 - 12:00 p. m.
Juan Sebastián Rueda tiene una pieza en el Museo del Vidrio de Bogotá.
Juan Sebastián Rueda tiene una pieza en el Museo del Vidrio de Bogotá.
Foto: Nathalie Sarmiento
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¿Recuerda cuál fue la primera pieza que esculpió?

Después de salir del colegio me fui de Bucaramanga. Quería aprender con los maestros que hay en el campo, que son empíricos, pero llevan años haciendo oficios como la talla en piedra y la cerámica. Llegué a Barichara y por la calle me crucé con la Fundación Escuela Taller Barichara, que montaron Dalita Navarro y Belisario Betancur. Ahí tomé mi primer taller de cerámica. Mis compañeros, que ya iban más avanzados, estaban haciendo sus piezas para una exposición. Empecé a esculpir unas formas abstractas en un bloque de arcilla, pero nunca lo ahuequé porque nadie me dijo que eso era lo que había que hacer antes de llevarlo al horno. Se metieron todas las piezas a hornear y al rato me dijeron que se estaban explotando. Todo el mundo se enojó conmigo porque pensaron que eran las mías y que eso dañaba las de ellos, hasta que se abrieron las puertas. Parecía una bóveda del tesoro, las mías estaban intactas, relucientes con un esmalte dorado que les había puesto, y las de ellos eran piezas rotas. Todavía tengo una de ellas en mi galería.

¿De dónde surgió su interés por el arte?

Siempre he sido una persona muy curiosa con las manos. Mi papá siempre me quiso incentivar el amor por el arte, por la cultura, le gustaba leer mucho sobre historia. En un momento le pregunté por qué me empujaba tanto hacia el arte, y me dijo que él siempre había querido ser artista, pero por cosas de la vida no pudo serlo. Él tuvo una cosa muy heroica, que fue romper la cadena para que yo pudiera dedicarme a esto. Me decía: “Tú simplemente hazlo con pasión, hazlo con entrega, tienes que ser disciplinado, tienes que ser constante”, y con esos valores crecí. Aunque cuando salí del colegio yo tenía 16, me presenté a la Marina, porque pensaba que era una aventura y era un trabajo estable.

¿Qué lo motivó a aprender de los oficios antes que en una academia?

Estaba casi listo para irme a la Marina, y decidí ir a aprender de oficios porque en ese momento pensé: “Entrar a la universidad implica mucho tiempo y dinero” y en ese momento no lo tenía y me dije: “Qué mejor manera de conocer un material o una técnica con las personas que jamás estudiaron eso, pero toda su familia se ha dedicado a trabajarlo”. Ahí descubrí la praxis como una forma de acceder al conocimiento de manera creativa. Al principio ellos eran escépticos conmigo, porque empecé mirando. Más adelante, les decía que si me dejaban hacer algo y a ellos les daba risa, pero me dejaban. Terminamos siendo amigos y el conocimiento terminó saliendo como cuando abres una llave de agua.

Usted también estudió fuera del país...

Después de ver las fotos que había tomado mientras aprendía con los artesanos, mi mamá me dijo que me presentara a una beca. No creía que pudiera lograrlo, porque el resto de artistas tenían más trayectoria, pero ella me dijo: “Cuando te presentes a una cosa, hazlo siempre con toda la intención”. Tenía que enviar un portafolio, y terminé haciendo un libro de piedra con un autorretrato en alto relieve incrustado en la portada con las fotos adentro. Me la gané y me dieron la oportunidad de ir a estudiar a cualquier país de Europa. Mientras estaba en España, en los primeros semestres me enseñaron la cerámica precolombina. Ahí me prometí una cosa, regresaría a Colombia y le devolvería a la gente lo que estaba aprendiendo. Fue curioso porque el valor de nosotros lo tuve que ver en otro lugar.

Hablemos de su proceso para diseñar las piezas.

Los artistas suelen hacer un boceto para poder ver más o menos cómo quedaría la pieza. Yo no lo hago. Tomo la arcilla, que siento que la conozco muy bien, pero aún me falta, y dejo que mi mente divague un poco para saber cuál es la imagen que quiero construir. El estilo que estoy haciendo es una mezcla entre lo que aprendí durante mi tiempo estudiando en España y lo que aprendí con los artesanos. Eso se tradujo en la alfarería, que es lo que se usa para hacer vajillas y jarrones, y les pongo esculturas alrededor de la pieza como decoración. Trabajo sobre lo que ancestralmente se hacía en el arte: representar la naturaleza. Por eso siempre suelo imaginarme que qué animal voy a hacer y en qué objeto utilitario lo quiero poner.

¿Qué siente cuando está trabajando la cerámica?

La cerámica es como respirar. Es algo inevitable que está dentro de mí. No puede haber un día de los 365 del año en el que no la toque, tengo que hacerlo. Cuando me voy de vacaciones, que se supone que es para descansar, me cuesta. Siempre estoy pensando en lo que quiero hacer. Es una cosa que me apasiona, que me mueve; es como si le echaras gasolina a un motor.

Usted también tiene una galería...

A veces a los artistas se nos dice que si no logramos alcanzar cierto estatus en el que una galería nos note o consigamos un representante, no podemos avanzar. No iba a esperar a ese momento, pero si llega, lo recibiré con brazos abiertos. Ahí fue que empecé con un emprendimiento antes de la galería. Por un par de años vendí piezas en el garaje de mi casa, muy baratas, para que la gente conociera mi trabajo. Empezaron a aparecer personas, chefs que querían diseñar sus propias vajillas, y eso me fue exigiendo crecer. Eso me permitió montar la galería, mi casa y mi taller. La única forma de ganar es empezar y siempre empiezas perdiendo. Ese es el orden natural.

¿Cómo lidia con la frustración?

La cerámica es un arte en el que es inevitable no frustrarse. Es tierra, está viva y se comporta de formas que no puedes controlar en su totalidad. Los colores fallan, se tuercen las piezas, se agrietan o se rompen, pero enseña a que la vida no es perfecta. Nosotros, así quisiéramos serlo, no somos perfectos. La única forma de vencer ese tipo de cosas es seguir caminando, seguir intentándolo y tarde o temprano empiezas a darte cuenta de que eso se queda atrás y que vas en línea hacia donde te espera el destino.

Pablo Marín J.

Por Pablo Marín J.

Profesional en Creación Literaria. Escritor de cuentos y novelas de ciencia ficción. Apasionado del cine y guionista de varios cortometrajes.pmarin@elespectador.com
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