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¿Qué lo hizo decidir ser DJ?
En 2019 estaba pasando por una época en la que emocionalmente no me sentía muy bien. Trabajaba con la Alcaldía de Medellín y me invitaron a Ritvales. Ahí escuché a Nastia, y su set fue impresionante, ella me transformó la vida. En ese momento dije: “Quiero que la gente sienta lo que estoy sintiendo, pero quiero ser el autor”. Siempre he sido una persona decidida y, al otro día, le escribí a Deraout y a los de Intelligent Division y les dije: “Quiero aprender a tocar”. Al principio fue complejo porque toda la escena de Medellín ha estado muy vinculada al techno muy tradicional, hipnótico. A mí me gustaba mucho el trance, pero sentía que no encajaba tanto dentro del círculo donde estaba creciendo. También empecé a acercarme más a los “parches” más privados.
¿Cómo llegó a identificar su sonido?
Me enseñaron con tech house. Obviamente en esa época no conocía tanto de música, pero cuando estaba empezando toqué minimal, techno y techno peak. En las clases me decían que trajera música, y, por mi amor a los temas de club de los años 90, volvía con la misma canción de Mauro Picotto o de Armin van Buuren. Creo que ha sido un proceso para encontrar esos sonidos que me resultan familiares se relacionan con las emociones que siento. La música es mi medio de expresión y a veces siento mucha nostalgia por cosas de los años 90 y los 2000, porque siento que era muy feliz en ese entonces.
El género que predomina en su proyecto es el “hard house”, ¿cómo explica este sonido?
Lo podría explicar de manera jocosa. Diría que podría ser como una licuadora y una aspiradora al mismo tiempo. Realmente lo que lo hace ir hacia el hard house y lo diferencia de otros géneros es que siempre tiene movimientos que van de izquierda a derecha. Es bailable, enérgico, clásico, atemporal.
Su proyecto va en contravia de lo que suele escucharse en su ciudad, en donde predomina el house, el progressive, o el melodic. ¿Cómo ha sido abrirse un camino con una propuesta que puede resultar innovadora, pero también transgresora?
La gente dice que nadie es profeta en su tierra, pero yo creo que No One en Medellín sí ha sido muy profeta. Hace poco me dieron una noticia muy especial: voy a ser residente de Salón Amador. Para mí eso era impensable, porque antes el espacio estaba muy enfocado en sonidos como house melódic o progressive. Ahora están abriéndose a géneros más rápidos, y eso me emociona mucho. Siento que ha sido un trabajo en conjunto, tanto con Latigazo como con el mismo Salón Amador. En casi todas las fiestas que he tocado este año, ha estado lleno, incluso tocando temprano, tipo 6 o 7 de la noche. Mucha gente me dice que mi propuesta llegó a llenar un vacío, a refrescar la escena y a mostrar que hay otros caminos.
La escena parece pedir que el DJ se vuelva un influencer, ¿cómo ha sido para usted el trabajar con estas exigencias cuando su proyecto tiene otras razones?
Ha sido complicado porque nunca he sido muy cercano a hacerme ver tanto en redes sociales. Yo no soy tan cercano a TikTok: allí hay un contenido que no siento tan cercano, no lo consumo. He intentado estos dos años generar un contenido diferente, más tipo influencer, pero me rendí. Me dije: “No One es música” y realmente mi proyecto musical ha estado enfocado en construir un sonido particular por el que la gente me reconozca. Creo que también hay un tema de fondo, el carisma o la capacidad que tienen las otras personas de quererte, que no necesariamente tiene que ser a través de la creación de contenido. En lo personal, apelo al ser buena persona, a conectar con los otros, a acercarme, a ser siempre amable con mis colegas, promotores y las personas que me siguen.
¿Qué reflexiona sobre esa tendencia a la que muchos DJ han dicho que sí? ¿Ve justos esos reclamos y quejas que aseguran que ahora importa todo menos la música?
Las redes han hecho que se pierda el foco sobre la música; o sea, los DJ ya no son DJ sino influencers, no les importa tanto el espectáculo en escena, sino estar posando, que les tomen las fotos y el video que saldrá en TikTok. Pienso que la música es un medio de expresión que tenemos algunos para poder representar lo que nos gusta o no con los sonidos que sentimos familiares, y pienso que, en ese momento, la música se está tomando como un medio para llegar a ser masivo, para volverse famoso. Creo que esas discusiones son totalmente justas y válidas, porque, en mi caso, a veces es muy complicado cuando me piden una foto en la calle, no sé realmente como reaccionar frente a eso. Siento que el mundo del entretenimiento cambió, pero sé que también tenemos que empezar a montarnos dentro de ese cambio.
¿Alguna vez ha sentido que no merece sus logros?
El reto más grande como artista es el tema emocional. Debes estar preparado para afrontar ese tipo de situaciones —porque me sigue pasando—. Es decir, un día estás tocando para 5.000 personas, y el otro estás solo en casa haciendo el desayuno. Uno se empieza a volver adicto a la serotonina, a las publicaciones masivas, a las felicitaciones, pero hay bajones muy grandes de energía, incluso en el mismo fin de semana, en los que tienes que volver a resolver los problemas internos. Creo que esos retos hacen que muchos desistan. Este año he llorado cuatro veces por decisiones que he tomado y han tenido consecuencias en otras fechas o festivales. No es como ir a la universidad, donde ya hay un plan de estudios, es un aprendizaje constante y se va forjando una fortaleza emocional. Estar en paz contigo y lo que haces es fundamental.
¿Y también ha tenido que lidiar con su ego?
Siempre tengo esa conversación interna conmigo. Antes de responder un mensaje o hablar con promotores grandes, me pregunto: ¿estoy tomando esta decisión por ego o porque realmente es lo mejor para mi carrera? El ego está ahí, claro, y todo lo que pasa en tu carrera lo alimenta. Pero intento cambiar esa narrativa y pensar que no es ego, sino reconocimiento por lo que estoy logrando, por cómo conecto con la gente a través de mi música o mis redes. A veces puede que solo esté en mi cabeza, pero trato de transformar ese ego en algo más como carisma o cercanía. Pero también se trata de volver a enfocarse, de recordar por qué y para qué empezaste, y así dejar de tomar decisiones solo desde ese lugar.
¿Qué no está dispuesto a negociar con la industria?
Hay cosas que para mí son innegociables. El sonido que me representa no es negociable. Cuando aceptas una fecha, aceptas un medio de expresión para llegar a la gente, y no podría tocar algo que no me inspira o que no me llega. Eso, para mí, es esencial. También creo que sería innegociable pasar por encima de un colega. Hablar mal de alguien para quitarle una fecha o cualquier cosa así, no va conmigo. Creo profundamente en el respeto: por tus pares, por los promotores, por tus amigos y por la pista de baile. Todos estamos en el mismo nivel, y no creo que nadie deba tomar decisiones que pasen por encima de eso.
Hablemos del valor de consolidar una comunidad en la música electrónica...
Mis amigos son los más cercanos a mi propuesta. Los intento integrar en todo, siempre pienso que ellos son mi equipo, son el primer pilar en mi carrera. Mi propuesta es muy global, porque nunca he estado encasillado. No digo: “Voy a hacer una presentación para un público queer”, mi selección siempre ha sido muy abierta, pero creo que la forma en la que toco y creo sonidos ha hecho que la comunidad queer se sienta muy identificada. También creo que tiene que ver con que yo soy queer, entonces es mi manera de expresar lo que siento, y eso genera una conexión con un público más diverso. Me parece muy bonito: entrego una herramienta para que las otras personas se sientan libres a través de la música.
