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La Feria Internacional del Libro de Cali cumple diez años. Este año, el país homenajeado es Colombia. ¿Por qué tomar esa decisión?
La Feria siempre ha procurado tener un país invitado que dialogue con alguna de las migraciones que componen la región. El año pasado, por ejemplo, fue Japón: la primera región donde un japonés puso un pie en Colombia fue el Valle del Cauca, y esa migración cumple cien años. Pero este año, al llegar a una década, el rector de la Universidad del Valle —una de las instituciones organizadoras— propuso que el país homenajeado fuera el nuestro. Dijo: “Es un año difícil, el país está polarizado, herido, dividido; hay desconfianza entre los ciudadanos. Una feria del libro tendría que recordarnos lo que nos une: los relatos, los autores, las narraciones que nos llenan de orgullo”. Y eso hacemos: celebrar a los escritores, las editoriales y los temas colombianos. Más que un invitado, es una pausa para mirarnos.
Usted es periodista y escritora, además de directora de la Feria. ¿Cómo vive esa doble condición cuando se trata de un evento regional como este?
Toda mi vida me he dedicado a las palabras: veintiún años en el periodismo y varias novelas. Asumir la dirección de una feria del libro fue, para mí, como pasar de hacer una revista en dos dimensiones a hacerla en tres. Es seleccionar, pensar en lo que la gente quiere leer, en lo que la puede conmover.
Cali no tiene un gran auditorio central, así que hacemos la feria en el espacio público, en el Bulevar del Río. Eso permite que sea gratuita, abierta, sin filtros, en medio de los árboles y del paso cotidiano de la gente.
Desde su experiencia, ¿cuáles han sido los mayores aprendizajes como gestora cultural al frente de la Feria?
Venía del periodismo y tuve que aprender a buscar recursos, algo que nunca había hecho. Me habían dicho que los empresarios no apoyaban la cultura, pero encontré lo contrario: puertas abiertas. Salí a enamorarlos de los libros. Cuando me preguntaban por qué apoyar una feria si vendían dulces, gas o electrodomésticos, respondía: “Porque los libros son ese lugar donde todos cabemos, incluso quienes no leen”.
El libro es un refugio sin enemigos. Es donde se solidifican valores: en lo individual, porque nos saca de la velocidad y nos lleva a la concentración, y en lo colectivo, porque nos enseña a convivir con el otro, escuchar y respetar las ideas distintas.
Me interesa ese diálogo con los empresarios para involucrarlos en la cultura, ¿cómo ha sido?
Creo que sirvió haber sido editora cultural tantos años. Vi llegar a muchos gestores con sufrimiento, sintiendo que nadie los apoyaba. Cuando me tocó a mí, entendí que no se trataba de pedir, sino de inspirar. El empresario quiere saber que su apoyo tiene sentido, que transforma. Algunos llegaron con curiosidad y hoy sienten la Feria como propia.
Hay compañías que, tras conocer el proyecto, crearon clubes de lectura internos, ferias dentro de sus empresas. Otros se ofrecen para aportar desde su especialidad: unos ponen los muebles, otros las plantas, otros las luces. Ya estamos en una etapa en la que las empresas buscan participar por iniciativa propia. Eso demuestra que estar cerca del libro es estar en buena compañía.
Como editora cultural, sé lo difícil que es promover temas que exigen pausa y concentración. ¿Usted lo vive igual desde la dirección de la Feria?
Totalmente. Creo que uno también seduce al lector: desde el título, la imagen y las palabras. Lo mismo que hacía como editora lo aplico ahora. Siempre le digo al equipo: no seamos una feria copy-paste.
Tengo fobia al aburrimiento. Quiero que todo lo que haga —una feria, una revista, incluso una relación— tenga color, riesgo, movimiento. Prefiero fracasar intentando algo nuevo que dormirme en lo seguro. Mantener un “tiburón en la pecera”, como digo, mantiene las ideas frescas y la pasión viva.
Uno de los ejes de la Feria son los 40 años de Armero y del Palacio de Justicia. ¿Por qué volver sobre esos hechos?
Porque las consecuencias de no saber lo que pasó las estamos viviendo. Tener una historia que comienza anteayer nos lanza al abismo. La memoria es lo que nos permite conectar ideas, interpretar y actuar. Este año tendremos, por ejemplo, al padre Antón Ramos, sobreviviente de Bojayá, quien advierte que la promesa de paz no se cumplió y que esto podría repetirse.
Desde la gestión cultural, la escritura y el periodismo, ¿cómo ve el horizonte de la lectura en Colombia? ¿Qué la ilusiona y qué la preocupa?
Me ilusiona ver que el libro está más vivo que nunca. En Cali hay 85 clubes consolidados de terror, literatura feminista, coreana, y también hay grupos de adultos mayores que leen juntos. Las editoriales pequeñas están publicando a nuevos autores, y la tecnología está ayudando a que los textos circulen más.
Lo que me preocupa es que el país pierda su rumbo institucional. Que, por la polarización, descuidemos el rigor y el conocimiento técnico. La palabra tiene un poder enorme, pero sin fundamento no basta. Necesitamos un país viable, con ferias, festivales, vida cultural, periódicos y revistas que sigan sosteniendo un ecosistema de pensamiento. Sin eso, perdemos no solo la cultura, sino la posibilidad misma de encontrarnos.
La FIL Cali 2025 cuenta con más de 800 eventos, 150 expositores y 1400 invitados. Con Colombia como país homenajeado, la Feria Internacional del Libro de Cali conmemora diferentes sucesos de la historia colombiana como: los 40 años de la tragedia de Armero, los 40 años de la toma al Palacio de Justicia, los 100 años del natalicio de Guillermo Cano y los 80 años de la Universidad del Valle.
Como parte de la programación de este homenaje, se prevé la exposición “Viki Ospina: 1970-1990, Crónicas visuales de la transformación social en Colombia”, en la Sala de Exposiciones del Banco de la República Cali. Adicionalmente, contará con múltiples eventos como lanzamientos y conversatorios alrededor del país homenajeado.
“Colombia país 10, será nuestro lema para este año y lo celebraremos mostrando la grandeza de nuestros escritores, de nuestros jóvenes talentos y de nuestra cultura; reuniremos todo aquello que nos representa y nos une, como la música, las artes, las artesanías, la biodiversidad y aquellos elementos que nos hacen tan únicos y especiales”, se lee en la página del evento.
