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Estos premios son entregados por actores a actores. ¿Cuál es la esencia de celebrar lo que es este gremio?
Esto fue cristalizar un sueño que estaba en cabeza de muchos que se habían ido manifestando tiempo atrás. Cuando Adriana Romero lo planteó, muchos estuvimos de acuerdo. En esta labor se encuentran muchos egos. A mis estudiantes suelo decirles que duden del nivel de un actor si no es egocéntrico. Hay que estar muy convencido para dedicarse a esto, que es tan incierto a nivel laboral. Los premios se constituyeron como una manera de reconocernos a nosotros mismos como los que sabemos y conocemos del oficio y de valorar el trabajo de los colegas. Otro aspecto importante era que la gente pudiera postular a sus favoritos o postularse a sí mismo y la elección de los ganadores le correspondería a la asociación.
¿Cuál es el lugar que ocupan los actores en nuestro mundo?
Somos artistas y personas que trabajamos con nuestra creatividad. Como bien lo dice un teórico, Mike Alfred, somos también una especie de atletas que trabajamos con nuestro cuerpo, y por eso algunas de las disciplinas están más ligadas al teatro físico. Somos gente preparada para desempeñar esta profesión. En esa medida, creemos que es importante darle relevancia a la profesión y a los trabajos de mayor nivel, así no sean tan notorios. Cuando hablamos de celebrar lo que somos, también nos referimos a los distintos campos en los que nos desempeñamos.
Este año recibieron cerca de 397 postulaciones, ¿qué característica destacaría de las propuestas?
Este año hice parte del comité en la parte operativa de las postulaciones, vi mucho del trabajo que llegó y noté que había crecido. Esto lo digo en el sentido de que, por ejemplo, en el caso del audiovisual, han aparecido muchos nuevos formatos, la televisión pública ha empezado a jugar un papel importante, al igual que las posibilidades de publicar en la web.
¿Cuáles eran las preguntas o temores que tenía al inicio de su carrera, hace cuatro décadas?
La motivación estuvo ahí desde el principio, aunque en mi infancia tuve la confusión de que, al ser de un pueblo, uno no se imaginaría que habría una escuela de teatro o que uno podría asumir la actuación como opción de vida. Resulté estudiando otra carrera en la Universidad Nacional, que fue agronomía y la terminé. Pero había esa fantasía o sueño de lo que podía ser un mundo glamuroso en el que uno se vuelve famoso y puede conseguir dinero. Había que creer mucho en el cuento del talento y pensar en verse en la televisión o en los grandes escenarios. Mi primer encuentro fuerte con el teatro fue a los 11 años, cuando llevaron al Teatro Libre a Tocaima y presentaron “Los inquilinos de la ira” en una cancha de baloncesto dentro de un coliseo con capacidad para 400 personas. Al ver la obra pensé: “Esto es para mí”, y empecé a soñar con eso.
¿Cómo continuó desarrollando su carrera?
La primera vez que puse a prueba mis dotes actorales fue en primero de bachillerato. En el colegio público en el que estudié nos pusieron a leer el poema “La abeja” y esa declamación fue mi primera intervención en público. De ahí en adelante, empecé a probar y experimentar sacando unos libritos dedicados a obras de teatro que intentaba dirigir y ensayar con mis compañeros. Aunque la formación artística era difícil, con un amigo concretamos un grupo de teatro, mientras también andábamos en militancia política. Con ese grupo creamos nuestras propias obras y empecé a estar más seguro de que quería ser actor.
Si pudiera invitar a dos o tres personajes de los que ha interpretado a una cena, ¿cuáles serían y qué cree que pasaría en esa mesa?
Invitaría al papá de los hermanos de Marbelle, Joaquín Restrepo en “Amor sincero”, un personaje al que recuerdo con bastante cariño porque al comenzar la serie él era un espanto, y fue muy curioso porque luego me dijeron que necesitaba que a ese personaje lo perdonara su mujer, sus hijos, y, sobre todo, el público. Lo invitaría a él para que pudiera tener una redención. También a Milton, mi personaje en “Nuevo rico, nuevo pobre”, para que destapara a todo el mundo. A Miguel, el de “Te busco” para que los amenizara a todos, y después a Doble Cero, de “Tres caínes”, para que los sacara corriendo de ahí.
¿En cuál de los escenarios que ha ocupado, entre teatro, radio, cine y televisión, se siente más vulnerable?
Cuando uno está en escena en el teatro, con el público en frente, un despiste es brutal. En lo demás se puede cortar, parar y retomar. También creo que una mala comunicación con quien dirige es un elemento que lo puede poner a uno en una situación de vulnerabilidad. Si un director le quiebra a uno la confianza, puede ser mortal.
También es profesor, ¿cuál es la lección que prioriza enseñarles a sus estudiantes?
Constantemente intento que entiendan que existe un lenguaje y una técnica para esto. El cuento de que cualquiera puede hacerlo es paja; a la gente la entrenan para esta industria. Siempre estamos trabajando en una técnica que es el método de las acciones físicas, para que entiendan que esas son las que pueden generar el resultado de emociones creíbles. También que siempre estén trabajando en pos de la verdad en escena, que desarrollen el ojo, que vayan adquiriendo un lenguaje, que entiendan que ensayar es fundamental. Además, la ética es lo primordial. Deben entender que el producto no puede estar por encima de las personas.