El Magazín Cultural

“Los Pied Pipers de Woodside” y una apología de la libertad

Del 10 al 21 de julio se presentarán “Los Pied Pipers de Woodside”, una adaptación colombiana de la obra “The Pied Pipers of Lower East Side”, de Derek Ahonen, en el teatro Latea de Nueva York. En Colombia estuvieron en "La maldita vanidad".

Manuela Cano Pulido
21 de junio de 2019 - 01:00 a. m.
Wyatt y Billy, personajes de "Los Pied Pipers de Woodside”, en una imagen de la obra. / Gio Ramos
Wyatt y Billy, personajes de "Los Pied Pipers de Woodside”, en una imagen de la obra. / Gio Ramos

Corría el año 2017 cuando a las manos de Alejandro Aguilar, director y actor colombiano, llegó un manuscrito titulado The Pied Pipers of Lower East Side. Una obra de teatro desafiante de los valores de la modernidad, amoral, defensora del amor libre y el ambientalismo, que había sido presentada en Norteamérica casi diez años antes y que, para los colombianos, en general, había pasado desapercibida. Tatiana Ronderos, una productora y actriz colombiana, había sido una excepción, pues Derek Ahonen, el autor de la obra original, la había cautivado en el 2014 con ese manuscrito provocador.

Fue gracias a Ronderos y su lucha de casi cuatro años para encontrar al director y a los actores indicados que Aguilar también se dejaría contagiar del desafío de la obra, que, como los dos coincidieron, es una apología total a la libertad. Así, insertos en ese reto, Aguilar, como director, y Ronderos, como productora y actriz, decidieron adaptarla para un público latinoamericano de la época contemporánea, creando así Los Pied Pipers de Woodside. Esos que del 10 al 21 de julio volverán a encontrarse con la ciudad que los engendró, pues después de haber sido presentada en La Maldita Vanidad, en Bogotá, la obra estará, esta vez, en el teatro Latea de Nueva York.

“Nos demoramos unos cinco meses traduciendo la obra y adaptándola”, afirma Ronderos. La traducción se convirtió en el primer desafío, pues, aunque existía una traducción española, sus términos eran lejanos, descontextualizados y aludían a un escenario ajeno al latinoamericano. A medida que la traducían comprendían, a fondo, la esencia de la obra. Una obra que defendía el amor, la sexualidad, el libre pensamiento y las formas de vivir diferentes a las impuestas por el capitalismo yanqui. Y, sin embargo, seguía siendo lejana, difícil de ser relacionada con un contexto latino, extremadamente diferente a uno norteamericano.

“Yo alteré mucho el texto, me tomé el atrevimiento. Sentí que debía traerlo a mi país y actualizarlo un poco”, anota Aguilar. De manera que, cuando la obra original se situaba en Lower East Side, en Manhattan, la adaptación encontraba arraigo en Woodside, en las calles de Queens, en esas en donde se abría la posibilidad de hablar de migración, de la nostalgia y la melancolía del migrante.

Cuando la primera versión hablaba de un grupo de hippies del siglo XXI, y que parecían detenidos en el tiempo, la adaptación se acerca a la vida de los inmigrantes, otra minoría, con otras luchas y reivindicaciones.

Cuando la original denunciaba el abuso contra la homosexualidad y el amor libre, la nueva versión critica temas tan actuales como la crisis en Venezuela y la creciente xenofobia en el mundo actual. Pero la esencia no se pierde. Las dos hablan en un mismo lenguaje, irreverente y revolucionario. Hablan de “las barreras contra las que realmente deben luchar las minorías, que son iguales, igualmente fuertes y dolorosas”, así como lo anota Aguilar.

Son esas barreras del mundo moderno tan rígidas que la obra aparece como rompimiento, como algo fuera de lo normal, atípico, y por eso incomoda profundamente. “Es una obra que te llega a las vísceras (...). Es para divertirse, cuestionarse, es una obra que te va a incomodar, pero vas a querer ver. Es una obra en las que uno se tapa un ojo, pero deja el otro ojo abierto”, dice Ronderos .

La obra incomoda y provoca. Incomoda desde el poliamor que practican los personajes, hasta los desnudos, la búsqueda de otras formas de vida diferentes a las hegemónicas y su deseo inquebrantable de libertad. Es una obra que, según su director, exige de actores “absolutamente liberados, actores que estén dispuestos a amarse, a odiarse” y arriesgarse a romper con sus propios prejuicios y sus formas de pensar.

Billy, personificado por Edwin Montaño; Wyatt, por Julián Caicedo; Amor, por Catherine French, y Amanecer, por Tatiana Ronderos, tuvieron que hacer un largo proceso de exploración para poder encarnar unos personajes que no encajan en los moldes del mundo moderno.

De hecho, para Ronderos fue un reto enorme encarnar a Amanecer, porque “es un personaje que celebra su sexualidad como una forma de libertad”, afirma que “fue interesante ponerme frente al espejo y decir qué tabús tengo yo. ¿Cómo puedo hacer esto sin caer en un cliché? Porque ella es genuina, ella ama, ella besa, porque realmente lo siente”.

Así, Los Pied Pipers de Woodside reaparece en una época donde la homofobia, la xenofobia y el odio generalizado resurgen del pasado. Es una obra que lucha contra esos prejuicios, es una celebración de la libertad. “La celebramos, la multiplicamos y la pedimos también”, afirma el director. También “es una obra necesaria”, concluye Ronderos. Finalmente, en palabras de Aguilar, es “una carta de amor” en medio de tanto odio.

Por Manuela Cano Pulido

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