El Magazín Cultural

Más allá de Frida Kahlo

Alguna vez fueron pintoras reconocidas, pero ninguna de ellas encontró un lugar en las páginas de la historia oficial. Un proyecto de investigación se propone difundir la vida y la obra de tres artistas mexicanas que lucharon por ejercer su derecho a crear libremente.

SORAYDA PEGUERO ISAAC
04 de septiembre de 2017 - 02:30 a. m.
En la ilustración de izquierda a derecha, Nahui Ollin, María Izquierdo y Fanny Rabel. / Ilustración: La Che
En la ilustración de izquierda a derecha, Nahui Ollin, María Izquierdo y Fanny Rabel. / Ilustración: La Che

“Tú que eres mexicana, ¿por qué no nos hablas de Frida Kahlo?” A la historiadora Alma Reza (Guanajuato, México, 1972) se lo preguntan constantemente. Lo cuenta con un tono de voz tenue, con el acento mexicano que aún sigue marcando el ritmo de sus palabras, después de 16 años viviendo en Barcelona. Al final de la década de los años 70, cuando preparaba una exposición sobre los héroes de la patria para una clase de la escuela primaria, Alma Reza descubrió que sus libros de texto no hablaban de ninguna mujer. De ninguna artista mexicana. Ni siquiera de Frida Kahlo.

La Asociación Catalana de Estudios de Emblemática. Arte y Sociedad (Emblecat) ofrece charlas sobre mujeres artistas desde 2013. Alma Reza es cofundadora y vicepresidenta de la asociación. Al principio del proyecto, le pidieron que incluyera a Frida Kahlo en las charlas que dicta en centros cívicos y colegios de Barcelona. Era una oportunidad para hablar de otras mujeres, pensó la historiadora. Mujeres que compartieron una misma época. Pintoras mexicanas que, como Frida Kahlo, fueron respetadas y admiradas, pero que no alcanzaron una popularidad póstuma comparable a la suya. Así surgió Creadoras Mexicanas más allá de Frida Kahlo, un trabajo de investigación que, en su primera etapa y sin fines de lucro, difunde la vida y la obra de tres artistas poco conocidas dentro y fuera de su país.

Antes de profundizar en su investigación, Alma Reza se planteó algunas dudas.

—Para hacer una lista de quiénes eran esas pintoras poco conocidas, tenía que hacer una revisión de dónde estaba consignada su información. ¿Están en los libros de historia? ¿Son parte de la historia del arte de México? ¿Quiénes son los personajes importantes de México? Esta última pregunta me llevó a la Rotonda de las Personas Ilustres.

En la Rotonda de las Personas Ilustres de la Ciudad de México descansan los restos de personalidades que hicieron aportes sociales, científicos y culturales a la sociedad mexicana. Desde 1872 y hasta febrero del 2003, fue conocida como la Rotonda de los Hombres Ilustres.

—Me pareció increíble que entre los 115 personajes reconocidos en la Rotonda hasta el 2013, había solo ocho mujeres, y solo una pintora –dice Alma Reza–. Una mujer llamada María Izquierdo que fue añadida en 2012.

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María Cenobia Izquierdo Gutiérrez (1902-1955) fue la primera pintora mexicana que presentó una exposición individual fuera de México. En 1930, el Art Center Gallery de Nueva York recibió 14 óleos de la artista. Un año antes de darse a conocer en Nueva York, la pintora había presentado su primera exposición en solitario en la Galería de Arte Moderno de México.

Para remontarse al período histórico que le interesaba abordar (primera mitad del siglo XX), Alma Reza continuó su investigación en la Escuela Mexicana de Pintura, un movimiento creado después de la Revolución de 1910 para reconstruir la identidad mexicana. A partir de 1921, la Secretaría de Educación asignó a Diego Rivera el desarrollo de un discurso público que contara una historia de México basada en el orgullo prehispánico. Los murales serían el medio de divulgación para contar esa historia.

María Izquierdo solía llamarlos “El triunvirato” o “Santísima Trinidad”. Acusaba a los muralistas Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros de ser los dictadores de la cultura mexicana, de limitar la creatividad de los artistas con consignas políticas y de utilizar el patrocinio del Estado para auto asignarse encargos. En un artículo titulado María Izquierdo contra los Grandes, publicado en 1942 por el diario mexicano El Nacional, la pintora escribió: (…) “Niego a los Grandes la invención de la pintura mexicana. No son como ellos creen los inventores y propietarios, explotadores vitalicios de la pintura de la que han hecho una productiva industrial”. Diego Rivera, que le había dedicado elogios en el catálogo de su primera exposición, le retiró su apoyo. María Izquierdo buscaba su propia voz. Cambió los colores de su paleta y abordó temas relacionados con la libertad femenina. Alma Reza cree que el declive profesional de la pintora empezó justo después de estas declaraciones.

—María Izquierdo no fue la única –explica Alma Reza–. Varias artistas mexicanas quedaron excluidas del movimiento de reconstrucción nacional liderado por Diego Rivera. La razón principal fue que algunas de estas artistas no pintaban murales. La pintura de caballete se consideraba elitista y aburguesada. Y a otros géneros, como el autorretrato, no se les daba importancia. En ese momento se formaban escuelas de pintura al aire libre y los alumnos eran impulsados a crear con una visión nacionalista. La economía del país estaba muy mal. A estos alumnos se les brindó la oportunidad de tener materiales y un espacio para crear. Pero también fue una manera de manipular la creación. Las mujeres comenzaban a hacer cosas más personales, que no les interesaban a las voces dictaminadoras de arte. Y si se hablaba de ellas era por otras razones.

—¿Por ejemplo?

—El caso de Carmen Mondragón, conocida como Nahui Ollin. Se sabía de su divorcio en 1921, y que fue amante de Gerardo Murillo, uno de los grandes pintores mexicanos. Pero Nahui Ollin no era conocida por ser pintora. Sin embargo fue una artista muy prolífica. Además de pintora fue  escritora y modelo. Nunca dejó de pintar, hasta su muerte en 1978. Pintaba unos autorretratos con colores azules y rojos muy intensos. Fue una mujer transgresora que reivindicó su feminidad a través de la pintura. Se pintaba desnuda, hacía posados como modelo también desnuda. Pero esto no tiene ninguna resonancia dentro de la historia del arte de México.

Sus gatos, escenas eróticas, ella misma. Nahui Ollin –rebautizada así por Gerardo Murillo– pintaba lo que veía, lo cotidiano. Nació en 1893. Dicen que murió creyéndose dueña del sol. Elena Poniatowska dijo que el agua del mar se movía dentro de las cuencas de sus ojos. A los 10 años escribió su primer libro, en francés. Una semblanza de su rebeldía: “No soy feliz porque la vida no ha sido hecha para mí, porque soy una llama devorada por sí misma y que no se puede apagar; porque no he vencido con la libertad la vida, teniendo el derecho de gustar de los placeres, estando destinada a ser vendida como antiguamente los esclavos, a un marido. Protesto a pesar de mi edad por estar bajo la tutela de mis padres”.

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Frida Kahlo prefería que sus alumnos la trataran de tú. En 1943 se incorporó a la plantilla de maestros de la Academia de Arte para pintura y plástica. En esta escuela, conocida popularmente como La Esmeralda por el nombre de la calle en que se encontraba, Frida Kahlo debía impartir una cátedra de 12 horas semanales sobre Iniciación Pictórica. Los métodos de enseñanza de la maestra Frida no eran tradicionales. “Muchachos –les decía a sus alumnos–, no podemos hacer nada encerrados en esta escuela. Salgamos a la calle. Vayamos a pintar la vida callejera”. Los desplazamientos de la artista, desde su casa en el barrio de Coyoacán hasta Ciudad de México, le resultaban cada vez más  difíciles. Frida Kahlo sufría dolores constantes. Decidió que continuaría dando las clases en su Casa Azul. Con el tiempo, el número de alumnos se redujo a un pequeño grupo de cuatro: Arturo García Bustos, Guillermo Monroy, Arturo Estrada y Fanny Rabinovich (Fanny Rabel). Los cuatro alumnos que pasaron a la historia como Los Fridos.

Fanny Rabinovich Duval fue una de las alumnas favoritas de Frida Kahlo. Nació en agosto de 1922 en Lublin, Polonia. Tenía 16 años cuando llegó a México con su familia. En la presentación de su primera exposición individual, en 1945, Frida Kahlo le dedicó unas entrañables palabras: “Fanny Rabinovich pinta como vive, con enorme valor, inteligencia y sensibilidad agudas, con todo el amor y la alegría que le dan sus 20 años. Pero lo que yo juzgo más interesante en su pintura es la raíz profunda que la liga a la tradición y a la fuerza de su pueblo”.

—Fanny Rabel fue la primera muralista de México –dice Alma Reza–. Fue asistente de Diego Rivera y de David Alfaro Siqueiros. En México hay murales, firmados por ellos, con tramos enteros que quizás fueron pintados por ella. Pero era una artista absolutamente desconocida. He preguntado a gente de mi generación de diferentes formaciones y ninguno sabía de ella. A pesar de que su trabajo era de calidad, y totalmente público, no trascendió.

Mientras Fanny Rabel se mantenía fiel a la tradición pictórica que aprendió de sus maestros, los críticos reservaban sus halagos para los jóvenes que exploraban nuevas formas de expresión. En 1957, en un periódico llamado Novedades, la pintora publicó una carta dirigida a Diego Rivera que expresaba su falta de interés por las nuevas corrientes. Fanny Rabel seguiría pintando la realidad social del país que hizo suyo, aunque la crítica le colgara la etiqueta de pintora pasada de moda y costumbrista. “Los que entramos en el camino de la pintura por los años 1940 hemos seguido la ruta del neorrealismo por convicción –decía en su carta–, porque sólo creíamos en un arte de contenido humanista; en una pintura en la que el hombre y sus problemas fueran el centro de nuestra preocupación (…) siguiendo la línea iniciada por usted y sus compañeros hace treinta años”. 

—¿Hacia dónde se dirige su investigación?

—Es un proyecto en construcción permanente. Seguiré investigando y trabajando en la divulgación de la creación femenina. No porque sea más o mejor, sino porque sigue siendo la más olvidada.

En marzo de 2017, Alma Reza fue invitada a dictar una charla en el Liceo Francés de Barcelona. Antes de empezar a hablar sobre pintoras mexicanas, habló con los estudiantes sobre la Rotonda de los Personajes Ilustres. También les habló del Panteón de París. Les preguntó si sabían cuántas mujeres han sido reconocidas en el espacio que, desde 1790, honra la memoria de ilustres personalidades francesas. La respuesta los dejó sorprendidos.

—Creyeron que por tratarse de un país europeo el caso sería diferente –dice Alma Reza–. Antes de 2015 solo había dos mujeres en el Panteón de París: la científica Marie Curie y, en virtud de esposa del químico y político Marcellin Berthelot, Sophie Berthelot. En mayo de 2015 fueron incluidas Geneviève de Gaulle-Anthonioz y Germaine Tillion, integrantes de la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial. La falta de consideración de los méritos sigue estando definida por el género.

 

Por SORAYDA PEGUERO ISAAC

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