Publicidad

Novela de un alias ‘Sombra’

La muerte de uno de los más temidos jefes paramilitares desata una investigación que desde la ficción revela realidades de la violencia nacional y hace preguntas.

Angélica Gallón Salazar
07 de diciembre de 2009 - 07:27 p. m.

“Le recordé que la crueldad de una acción vindicativa no sólo se encuentra en el dolor que se inflija a la víctima en la antesala de su muerte. Se encuentra, excepcionalmente, en la imagen que, después de su muerte, proyecte la víctima en los demás”, dice uno de los investigadores que junto a la fiscal Andrea Duarte investigan el extraño asesinato de Roberto Prado, alias El Señor Sombra.

“La muerte no borra el pasado”, añade, “propone reconstruirlo con las señales que quiso dejar el asesino. Su trabajo equivale a un “recuerden que…” que se deja para acentuar el sentido ejemplarizante de su acción”. Estos personajes de la más reciente novela de Óscar Collazos, ‘Señor Sombra’, un trabajo literario de 391 páginas, exponen en ese diálogo desprevenido uno de los sentidos fundamentales que el escritor quiso dejar plasmado en sus letras.

“Es una evidencia que nos estamos matando, pero por qué nos estamos matando de esta manera, por qué hay que usar motosierra, por qué no dejarles a los familiares de la víctima siquiera la posibilidad del entierro”, comenta el autor, quien asegura que esos sentimientos fueron imposibles de evadir al momento de escribir una novela sobre la realidad de la violencia en el país, sobre los paramilitares y sus testimonios de los horrores cometidos. “Fui descubriendo que en la medida en que iba contando la historia del asesinato del Señor Sombra, el creador de ‘La Empresa’, ponía mucho énfasis en las modalidades del crimen y es justamente la narradora de la novela, la fiscal Andrea Duarte, quien va hablando de los rituales de la muerte, de la muerte como representación escénica, de una estética del mal que se nos escapa”, añade Collazos.

Esta novela surgió tras años de colectar información periodística, evidencias jurídicas y de darse cuenta de que nadie hablaba de las víctimas, que sus rostros y sus historias de vida habían quedado sepultados por el relato abrumador de los horrores cometidos por los paramilitares, ahora desmovilizados. “La novela construye memoria, nadie le preguntaría a un escritor alemán o a un norteamericano por qué aún 50 años después se siguen escribiendo novelas sobre el nazismo o la guerra en Corea, pero en Colombia, no sé si por el dolor de la misma guerra, se invalida esta posibilidad, la de excavar y expurgar desde la ficción una realidad medianamente contada por los medios”.

Esta es una novela que desde sus letras mira al lector a los ojos y lo encara con cosas que son difíciles de escuchar, pero es la buena construcción de personajes la que la aleja de un mero sentimiento de morbo y que lleva al lector, más bien, a experimentar por unos minutos los zapatos de ese otro que ha sufrido la violencia.

Es así como a partir de Susana, una jovencita campesina que servía en la casa del Señor Sombra, que conocemos los relatos descarnados de una masacre. Marcos Arcos, el jefe de seguridad del millonario “empresario”, es el que llevará al lector pasmado a un viaje por la historia de la violencia, desde el bipartidismo hasta el narcotráfico y es la fiscal Andrea Duarte la que acerca esa violencia a esos otros que sólo la leen y si acaso se sorprenden. “Cada noche al repasar los testimonios del día me resistía a creer en la monstruosidad de aquel hombre. Sus actos eran monstruosos. ¿Lo era él?”, escribe la fiscal en su diario.

Esta es una novela, una ficción en la que muchos personajes toman prestados rasgos de personas reales, y por eso inevitablemente el lector se verá tentado a compararlos, casi a figurarlos con esos referentes que tiene. Esta es una historia que tiene la intención de darles otras caras a la verdad y que confiesa sin vergüenza en voz de sus personajes cosas como: “Mi abuela... me hablaba en sus cartas de la cantidad de conocidos y amigos que murieron en las masacres de la época. Ahora es diferente. Siguen matando gente, pero cuando no es la gente de uno, se cree que ya no es tan grave como antes”.

Por Angélica Gallón Salazar

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar