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05 de junio de 2025 - 08:00 a. m.

“No se trata de imponer, sino de democratizar el lenguaje del tango”: Paulina Fain

Bogotá se prepara para recibir “Tango para músicos”, un evento que, durante una semana, recibirá a quienes estén interesados en aprender el lenguaje de Gardel. Fain dirigirá este espacio, que también es una invitación a que nuevos públicos se acerquen a uno de los géneros insignia de Argentina.

Santiago Gómez Cubillos

Periodista de El Magazín cultural
Esta edición de “Tango para músicos” tendrá lugar del 16 al 21 de junio y su sede principal será la Universidad de los Andes, en Bogotá.
Foto: Mario Efron

¿Qué significa para usted llevar el tango a otras partes del mundo con “Tango para músicos”?

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Para mí es como una misión de nuestra generación, que somos quienes aprendimos de la mano de los grandes maestros, la mayoría de los cuales, lamentablemente, ya no están con nosotros. Mi generación, que ya lleva más de treinta años tocando tango y que tomó esa antorcha, se dio cuenta de que había músicos en todas partes del mundo con mucho deseo de aprender a tocar tango y acceder a ese lenguaje. Por eso, poder llevarlo con un congreso, con los libros, con los arreglos que editamos de forma gratuita, con materiales de formación y con el equipo que conformamos en Tango para músicos, es muy valioso. No se trata de ir a imponer, sino de democratizar el lenguaje del tango para quien quiera inspirarse con él.

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¿Cómo dialoga el tango con otras músicas contemporáneas?

Si hablamos de tradiciones, hay formas lindas de pensarlas. La tradición puede verse como una serie de hábitos, como en una familia: tal vez la abuela hacía una receta, luego la madre le hizo un cambio y, con el tiempo, la receta siguió transformándose sin perder su esencia. Con las músicas populares sucede algo parecido: van evolucionando sin dejar de ser lo que son en su núcleo. Por eso nuestra asociación se llama Tango Sin Fin, porque creemos que el tango no tiene un final. Nuestro objetivo no es replicar la música exactamente como sonaba en el pasado, sino aprender de esa música para ayudar a que los jóvenes construyan, y construyamos juntos, la música del futuro. Hay que estar abiertos a la evolución, a que los jóvenes músicos se inspiren en la tradición, pero también se apropien de ese lenguaje para construir frases nuevas.

¿Por qué escogieron a Colombia como un destino para traer este proyecto musical?

Colombia es un país muy tanguero, con una vinculación muy fuerte a la historia de Carlos Gardel, que es nuestro ídolo. Justamente, en el último Tango para músicos que hicimos, vinieron algunos intérpretes colombianos, se enamoraron del proyecto y de la manera que tenemos de compartir el conocimiento y de abrirlo a todos. Entonces, nos invitaron a ir y construir este proyecto juntos. Es la primera vez que hacemos este congreso en Latinoamérica fuera de Buenos Aires, pero nos parece precioso que otro país del continente abra sus puertas para esto. Sobre todo, porque algo que suele pasar es que muchos de los que vienen como alumnos —aunque en realidad son excelentes músicos profesionales—, luego se desarrollan y se potencian en sus propios roles como docentes en sus países. Así que no me extrañaría que el año que viene haya muchas más orquestas, muchos más grupos y que se multiplique la vivencia del tango como música viva.

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¿Cómo descubrió usted la pasión por el tango?

Fue cuando empecé a estudiar en la Escuela de Música Popular de Avellaneda, que fue la primera escuela pública —como un conservatorio— en el mundo donde se enseñó tango. Esto fue hace muchos años, justo cuando comenzaba mi carrera universitaria. Me anoté pensando que quería tocar jazz con la flauta, también tocaba guitarra eléctrica. Pero, como parte de las materias tenía que tocar en una orquesta de tango. Y me pasó algo muy fuerte: fui a la clase y sentí una emoción profunda, algo me tocó el alma. Era una música que yo no conocía, tenía 17 años en ese momento, y no había gente joven tocando tango, pero ahí me enamoré y formé mi propio grupo de tango, que fue uno de los primeros grupos de jóvenes de esa época, junto con El Arranque y Tangata Rea.

Desde entonces, ¿cómo fue que esa pasión evolucionó hasta crear Tango Sin Fin?

Fue un proceso paso a paso. Después de estudiar muchos años, empecé a dar seminarios en distintas partes del mundo junto a mi esposo, Exequiel Mantega, que es pianista y con quien también voy a viajar a Bogotá. Dábamos muchos cursos tanto en el interior de Argentina como en el exterior, y también tocábamos a dúo. En esos encuentros, había músicos que querían aprender a tocar tango, pero en ese momento no existía ningún libro para formarse en este género.

Entonces, empecé a investigar profundamente los elementos del género, tratando de identificar qué hacía que una persona pudiera aprender tango a partir de algo escrito y el resultado fue “La flauta en el tango”, mi primer libro. Lo presenté a la editorial Ricordi en Múnich, Alemania. Me dijeron que les interesaba mucho, pero que querían una colección completa. Les contesté que no podía hacerla sola, pero que sabía quiénes sí podrían.

Ahí nació el primer germen del proyecto: la colección de libros con métodos para distintos instrumentos. Formamos un gran equipo docente para investigar cómo construir un lenguaje mediante el cual, por ejemplo, una orquesta sinfónica en Irán pueda entender cómo se hace un tango y tocarlo. Luego, Ricordi cerró en un momento, pero nosotros la recuperamos y terminamos de editarla. Y después, cuando mucha gente ya había aprendido con esos libros, pensé: “Ahora tenemos que crear un congreso donde la gente pueda reunirse a tocar”. Así nació Tango para Músicos, que lleva ya 10 años haciéndose en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica, todos los años.

Los libros y el congreso entonces funcionan como una guía para que los músicos conozcan primero las bases del género y así después puedan experimentar y crear cosas nuevas...

Exactamente. Hay un ejemplo muy claro que suelo usar para explicar cuál es el criterio de nuestra enseñanza. Imaginemos que hay dos talleres de carpintería. En uno, el profesor dice: “Vamos a construir una mesa. Una mesa es rectangular, tiene cuatro patas y se hace de madera. ¿La ven, alumnos? Muy bien. Acá tienen muchas tablas rectangulares y muchas patas. Ahora, cada uno construya su mesa”. Esa es una forma de enseñar.

La otra forma —que es la que aplicamos nosotros— sería decir: “Tenemos que hacer una mesa. ¿Qué debe tener una mesa? Tiene que sostener cosas. ¿Y cómo hacemos para que no se caigan? ¿Cómo logramos que esté equilibrada?”. Entonces el docente dice: “Acá hay un galpón lleno de materiales: fierros, piedras, madera, cerámica… Vayan, elijan, y construyan una mesa que cumpla con su función”.

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Esa es la forma en que enseñamos tango. Queremos que cada alumno aprenda cómo se construye la música del tango: con su sostén rítmico, con sus melodías expresivas, con sus contrapuntos, con sus reglas de funcionamiento. Que entienda desde el principio cómo se hace “una mesa”, pero elija cómo hacerla, cómo hablar con el otro, cómo ponerse de acuerdo, qué tipo de patas ponerle.

Por Santiago Gómez Cubillos

Periodista apasionado por los libros y la música. En El Magazín Cultural se especializa en el manejo de temas sobre literatura.@SantiagoGomez98sgomez@elespectador.com
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