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Pilar Quintana: “La literatura es para incomodar”

En la Feria del libro de Bucaramanga, la autora de La perra (finalista del National Book Award) y Premio Alfaguara de Novela por Los abismos, presentó Noche negra, su libro más reciente, donde Rosa, una mujer aislada en la selva, enfrenta sus miedos más íntimos: la naturaleza que la desborda y los hombres que la acechan.

Laura Camila Arévalo Domínguez

29 de agosto de 2025 - 04:00 p. m.
Pilar Quintana representó a Colombia en el "International Writing Program" de Iowa en 2011.
Foto: Daniel Álvarez
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La conversación con el público giró en torno a sus personajes, sus obsesiones literarias y las violencias que atraviesan la vida cotidiana en Colombia.

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—En sus entrevistas siempre se habla de sus personajes femeninos. ¿Por qué cree que ocurre eso? Usted también construye personajes masculinos que, además, protagonizan las historias que escribe—, pregunté.

“Porque soy mujer”, respondió sin titubeos. “A los escritores hombres nunca se les interroga por sus personajes masculinos. En cambio, a nosotras sí. Y lo curioso es que incluso mis mujeres están atravesadas por el machismo. No porque yo quiera justificarlo, sino porque el machismo está en mí también, en mi mirada, en lo que he tenido que desaprender. Rosa no soy yo, pero tiene mis miedos, mis contradicciones”.

Quintana explicó que en Noche negra los hombres son tan determinantes como Rosa. Están ahí, como parte de un ecosistema social que la sostiene y, a la vez, la amenaza.

—Hablemos entonces del lugar que ocupan los personajes masculinos en la novela...

“Si solo hablara de mujeres, no mostraría la realidad. La vida de Rosa está marcada por los hombres: por sus violencias, por el poder que ejercen, pero también por las pequeñas relaciones de afecto y dependencia. La masculinidad atraviesa todo, incluso cuando no está nombrada. Y yo quería que eso se sintiera en la novela”.

La protagonista no solo fue construida a partir de su experiencia como mujer, sino de su vinculación con los hombres: la han amado, la han deseado, y lo ha padecido. En su cuerpo están las herencias de su madre, su abuela, sus profesoras… De las mujeres que le transfirieron dolores que luego fueron reforzados por otros hombres que fueron educados por sus referentes mayores. Como un círculo, los traumas se repiten y se renuevan. Parecen contratos.

La pregunta inevitable apareció pronto: ¿de dónde nace Rosa? Quintana sonrió antes de responder.

“Yo no soy Rosa, pero Rosa tiene mis preguntas. Es ficción, pero parte de lo que viví en la selva: la soledad, la sensación de estar rodeada de peligros, de no poder confiar siempre en el otro. Ella es la que lleva esas vivencias al límite. Rosa es el personaje que me permitió explorar mis propios miedos”.

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Porque Quintana vivió nueve años en el Pacífico, en Juan Chaco. La decisión la tomó cuando tenía 31 años, una edad en la que sentía que ya estaba formada, que ya tenía la fuerza para enfrentarse a lo que antes era impensable. Pero sintió miedo. No solo la naturaleza de la selva la confrontó: entender que ella hacía parte de esa naturaleza que creía externa y dominable, la puso en alerta: si la condición humana, que era natural, que estaba viva, que nacía “limpia”, era capaz de la maldad y tenía sombras, los árboles, las víboras y las lluvias también podían matarla. Entendió que tenía que cuidarse de ellos. Y que tenía que cuidarse de sí misma.

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La escritora Pilar Quintana y Laura Camila Arévalo, editora de El Magazín Cultural de El Espectador, conversaron sobre "Noche negra" en la Feria del Libro de Bucaramanga.
Foto: Cortesía

En el diálogo se hizo visible uno de los temas más insistentes de su obra: la violencia. Pero no la que aparece en titulares o informes de guerra, sino aquella que se cuela en lo íntimo y en lo cotidiano.

—En Noche negra no hay masacres ni secuestros, pero sí violencias constantes. ¿Por qué eligió contarlas así?

“Porque esa también es nuestra historia. Nos hemos acostumbrado al horror, al asesinato, al desplazamiento. Pero hay una violencia que no se ve y que sin embargo marca todo: el clasismo, el racismo, el machismo como paisaje. Yo quería que el lector no pudiera mirar hacia otro lado. La literatura es para incomodar, para mostrar lo que no queremos ver, incluso dentro de nosotros”.

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Y la incomodidad de Rosa se siente: su decisión de irse a la selva con Gene, su marido irlandés, pasa rápidamente de ser aventura a convertirse en peso. Se transforma en tarea engorrosa. Los peligros no dan tregua, así que no hay día liviano: la construcción de ese hogar que se imaginaron para tener una vida más sencilla se convierte en un proyecto agotador del que descansan al conciliar el sueño en medio de la humedad y el jején.

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La conversación terminó con una confesión sobre su oficio, que resumió la esencia de su literatura:

—Hace un momento la escuché decir que, para usted, la literatura era su forma de comprender al otro, a esa otredad que no resulta ser tan diferente…

“¿Qué si escribo para ponerme en el lugar del otro? Sí, para eso también sirve. Pero eso no es del todo cierto: a mí no me gusta tanto este mundo y cuando escribo me voy a vivir a otro. La literatura es el lugar de la libertad única, absoluta y verdadera. La única posible que tenemos los seres humanos. Nosotros no podemos salir de este planeta. No tenemos libertad, somos animales. Vivimos por nuestro instinto. Pero cuando leemos y escribimos, dejamos de estar en este mundo”, fue la respuesta de la escritora, que emocionó al público y fue interrumpida por aplausos. Recalcó que, efectivamente, escribía para entender y explorar lo que no sabía decir de otra manera. Para enfrentarse a sus propios fantasmas. “La escritura es un ejercicio de autocrítica. Si no me incomoda a mí, no sirve”, concluyó.

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Con Noche negra, Pilar Quintana demostró que su literatura no busca respuestas fáciles ni refugios cómodos: abre heridas, incomoda y, en el proceso, nos obliga a mirarnos.

Por Laura Camila Arévalo Domínguez

Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com
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