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El galerista argentino Gonzalo Eguiguren entregó el pasado 23 de octubre una pintura virreinal de Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, sustraída de la iglesia de San Ignacio de Bogotá en la década de 1980. El acto de restitución se realizó en Madrid y contará con la presencia del rector del templo, el padre Santiago Tobón Grajales.
De acuerdo con el historiador de arte Adrián Contreras-Guerrero, Eguiguren adquirió la pintura “Santa Eulalia” en una subasta pública en Uruguay, por unos 5.000 euros. “Cuando lo vi en el acto me di cuenta que era una obra especial y diferente”, detalló. Posteriormente, fue trasladada a España, donde se realizaron estudios de autenticidad y restauración a cargo del historiador, especialista en arte virreinal colombiano. Contreras identificó la obra como parte del retablo mayor de la iglesia, ocupando la quinta posición desde la izquierda en la fila inferior, según fotografías publicadas en 1986 en Historia del arte colombiano.
Sin embargo, no se conoce la fecha exacta en la que el retablo fue robado de la Iglesia San Ignacio. “Soy bastante pulcro a la hora de buscar la procedencia de las obras; en este caso se supone que era de una persona importante y que tenía la obra desde hace mucho tiempo, nunca me imaginé que había sido sustraída”, aseguró el coleccionista, que confesó que fue la primera vez que le sucedió algo así.
Según relató Contreras a El Espectador, supo de la procedencia y el autor de la pieza por “la predela del frontal de altar de ese retablo, que tiene un ciclo de santos muy específico relacionados con las reliquias que ahí se exponen en el retablo y también por la forma octogonal, que no es un formato muy habitual. Me puse a investigar de Vázquez cuáles eran este tipo de obras y vi, incluso descubrí una foto que estaba publicada en un libro que se llama Herencia colonial de aquellos años, creo que justo un año o dos años antes de que se robara la pieza. Le mostré a Gonzalo, le di el informe, el estudio de la pieza, le mandé la foto, le dije que no había duda que había sido robado y demás. Y él, ante la evidencia, quiso devolverlo voluntariamente”.
Ante este caso, contó Contreras que Eguiguren decidió ponerse en contacto con los Jesuitas debido a que la Iglesia San Ignacio es de esta orden. El historiador, entonces, puso al galerista en contacto con el padre Santiago Tobón, quien recibió la obra en el acto de restitución, ya que se encontraba en Europa y pudo hacer parte de la entrega de la pieza.
La restitución tuvo lugar en la Galería Gonzalo Eguiguren, que actualmente alberga la exposición Las Artes del Galeón de Manila: Seda, laca y enconchado. El acto incluyó la entrega formal de la obra con su documentación correspondiente, dando la bienvenida a “Santa Eulalia” a Colombia después de cuatro décadas.
“Para nosotros fue una gran sorpresa y motivo de mucha alegría porque esta pieza, esta pintura sobre tabla de Gregorio Vásquez forma parte de un conjunto más grande que está en sintonía con todo el altar”, expresó el rector de la Iglesia de San Ignacio, Santiago Tobón, que viajó hasta Madrid para la firma del acta de restitución.
El padre Tobón manifestó que la Compañía de Jesús no había dado por perdida la obra, pero eran conscientes “de la dificultad para que llegue a ocurrir esto que hemos vivido hoy”.
Según el religioso, en los años ochenta hubo un “gran interés” por el arte producido en Colombia durante la época colonial, por lo que muchas obras fueron hurtadas en las grandes iglesias de Bogotá, “pero también en los pueblos y en las demás regiones del país”.
Los trazos de un artista virreinal
Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos (1638-1711) es considerado un referente del barroco en Colombia. Nacido en Bogotá y formado en el taller de los Figueroa, produjo más de quinientas obras para órdenes religiosas, incluyendo ciclos eucarísticos y retablos para iglesias dominicas y jesuitas. Su trabajo ha sido comparado por Humboldt con los discípulos de Mengs en Europa, apunta el medio español.
El galerista decidió devolver la obra sin recibir compensación económica. De acuerdo con ABC, Eguiguren invirtió aproximadamente 3.000 euros en restauración y 2.000 euros en estudios y transporte. “Para mí representa una pérdida económica, pero era más importante actuar correctamente y sentar un ejemplo dentro del mercado del arte”, explicó el galerista.