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Reykon: “Uno canta para miles de personas, pero al final llega a casa y está solo”

Entre nostalgia y aprendizajes, el artista paisa, Reykon, reflexionó sobre su trayectoria, la autenticidad y la amistad en la industria musical.

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Samuel Sosa Velandia
19 de agosto de 2025 - 01:00 p. m.
Andrés Felipe Robledo, cuyo nombre artístico es Reykon, fue el primer artista latinoamericano en grabar con Daddy Yankee.
Andrés Felipe Robledo, cuyo nombre artístico es Reykon, fue el primer artista latinoamericano en grabar con Daddy Yankee.
Foto: Cortesía Smirnoff
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¿Cómo ha logrado mantener su autenticidad y, al mismo tiempo, adaptarse a los nuevos tiempos y a lo que pide la industria?

Cuando uno se convierte en lo que está de moda, deja de ser uno mismo. Por eso me ha importado siempre mantener mi autenticidad y tener claro qué le quiero brindar a la gente. Obviamente, no soy exactamente el mismo Reykon de 2010; me han pasado mil cosas, tengo letras diferentes, aprendí a escuchar para adaptarme y sonar a lo que está vigente, pero eso no significa que renuncie a mi esencia. Además, si pensamos que algo del pasado ya no sirve, la música misma nos demuestra lo contrario: todos los días volvemos a escuchar canciones de hace diez años.

¿Pero en algún momento sintió que estaba traicionando su esencia?

Sí. Y eso no es culpa a nadie. Porque si alguien me decía que hiciera algo, no significaba que tenía que hacerlo. Pero en algún momento me dejé llevar por esa idea de que tenía que cambiar de sonido, dejar de ser ese pelado jocoso que cantaba canciones para que todo el mundo se las gozara en la fiesta. Eso cambió. La decisión la tomé yo, y reconozco que como artista debía tener más firmeza. Uno debe escuchar a su equipo, a la disquera, porque no se las sabe todas, pero también debes dejar fluir la autenticidad. No puedes permitir que alguien, que ni siquiera es músico, te apague eso. Y eso nos pasa a todos los artistas: en algún momento quieren cambiarnos.

Si piensa en los Dos Mil, ¿cuál es la imagen más clara que le viene a la mente?

Se me vienen muchos flashbacks como grabar con Daddy Yankee, o llenar estadios en otros países con 80 mil personas. Sin embargo, estaba tan ensimismado en esas “primeras veces” que no me las disfruté. Pasé por encima de ellas. Por ejemplo, en un viaje reciente a Europa disfruté cada cosa, porque antes yo solo llegaba, cantaba, me metía al hotel y ya. Había ido a muchos países sin conocer nada y eso me da nostalgia: ¿cómo así que estuve allá y no aproveché? Pero también sé que mientras uno esté vivo hay nuevas oportunidades. Si algo vuelve a pasar, quiero vivirlo diferente. Esa nostalgia me ayuda a vivir un presente más bonito.

Ya que mencionó la nostalgia y cómo mueve emociones profundas: ¿cuál de sus canciones siente que es el “sorbo” que mejor captura la energía de esa época?

“La Santa”. Yo creo que esa canción cambió todo. Nosotros veníamos haciendo reguetón en Colombia y no nos estaban poniendo mucha atención, pero este tema marcó la diferencia. Eso lo dicen muchas personas, no solo yo.

En este regreso a la estética y la vibra de los Dos Mil, ¿qué le gustaría que la nueva generación descubriera de aquel momento y de su música?

Más que la estética, yo les diría que no sigan nuestros pasos en algo: nosotros no nos juntábamos, no hacíamos equipos, éramos muy individualistas. El género en Colombia sobrevivió porque Dios es grande y nos tenía a todos para trabajar, pero había demasiado ego. Hoy veo a los nuevos colaborando mucho más, y eso es lo que les diría: no importa si no son amigos, júntense, colaboren, que la gente lo quiere.

¿Cree que en la industria musical se pueden hacer amigos verdaderos?

Es muy duro. Yo tengo dos o tres personas que realmente están pendientes de mí. Y aunque uno cante para miles de personas, al final llega a la casa y está solo. Este mundo es efímero: puedes estar en el escenario con todo y después en un cuarto tomando café solo. Ese choque es fuerte.

En muchas entrevistas ha dicho que pasó de no tener nada a tenerlo todo. Si mira hacia atrás, ¿en qué piensa? ¿Qué agradece? ¿Hay algo de lo que se arrepienta?

Eso golpea muy duro. Es un cambio fuerte. En mi opinión, si no tienes a Dios en el corazón, puedes quedarte atrapado en el abismo que deja la fama cuando se va. Nadie es famoso para siempre; hoy eres número uno y mañana te pasan tres por encima. Yo lo viví así: de no tener nada, a que todo me lo dieran sin pagar. Fue un cambio tremendo. Cometí errores, como cualquier ser humano, y sigo cometiéndolos. La diferencia es que ya no siento desesperación ni hambre de pasar por encima de lo que sea.

Usted también ha dicho que se aprende más perdiendo que ganando. ¿Cuál ha sido la pérdida que más le enseñó y cómo lo transformó?

Podría decir que amistades u oportunidades, pero eso la vida lo devuelve. Lo que más me pesa es haber perdido tiempo. Ese no vuelve jamás. Por eso hoy quiero disfrutar mi tiempo, estar donde realmente quiero estar, compartir con quienes debo compartir y dar siempre mi mejor cara.

Con toda su vida artística a cuestas, ¿cuál es su concepto de fama y éxito? ¿Cree que el éxito depende de la fama?

Hoy en día pareciera que sí, pero no. Para mí, el éxito es levantarme, tomarme un café, jugar con mis perros, hablar con mi hija, compartir con mis papás. Eso me llena más que cualquier carro o lujo. Lo material es pasajero y por eso ahora priorizo mi tiempo, mi comodidad y estar con quienes amo. Eso es el éxito.

¿Cómo maneja la comparación con otros artistas sin que se convierta en una carga?

Yo no me comparo. Existen los comentarios, pero no pierdo tiempo en eso. El que se toma el trabajo de compararme debe estar muy desocupado.

¿Cómo convive con el ego?

Hablo mucho con Dios. Le pido que si no me va a acompañar, mejor no me mande a ciertos lugares, y que me ayude a rodearme de buenas personas. El ego hay que mantenerlo amarrado: sirve cuando te impulsa a creer en ti, pero puede crecer demasiado si lo alimentas mal. Hoy prefiero estar con mis amigos, compartir cosas sencillas, y dejar atrás esa película. Quiero usar la experiencia para vivir con tranquilidad

¿Y qué le diría al Reykon de hace algunos años, cuando apenas empezaba en este mundo?

Le diría: hágale, que por ahí es. Confíe en que Dios está con usted, incluso en los momentos malos. Estudie inglés, que es muy necesario. Y que haga deporte, que eso sana muchas cosas.

Samuel Sosa Velandia

Por Samuel Sosa Velandia

Comunicador social y periodista de la Universidad Externado de Colombia. Apasionado por las historias entrelazadas con la cultura, los movimientos sociales y artísticos contemporáneos y la diversidad sexual. Además, bailarín de danza folclórica en formación.@sasasosavssosa@elespectador.com
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