Veo a Jean-Luc Godard.Live en Instagram.
Un puro entre los dedos a veces, y en la boca casi siempre.
Alrededor, cubrebocas en algunos rostros.
Habla de manera clara o semiclara, a veces largas pausas.
Imagino la cámara de Godard dirigida hacia las noticias televisivas.
O hacia las páginas de los periódicos.
Fija como si estuviera hipnotizada.
El ojo de la cámara cede y queda detenido para siempre.
Como si obedeciera a las órdenes del exterior.
Esto basta, diría él. Las noticias.
La sesión diaria de Manu Chao: “preciosa mujer”.
“Ayer no confiaste en Dios”.
“Hoy por suerte no es ayer”.
Pura suerte.
Michael Gove, ministro del gabinete.
Entrevista a la BBC Radio sobre la hospitalización del primer ministro inglés.
Habla del “gusto por la vida” que tiene Boris Johnson, ya sea en una cancha de tenis o al mando del gobierno.
Si desea leer la entrada anterior de este diario, ingrese acá: ¡Hey, hey, aquí estoy! (Diario de la peste del escritor Gonçalo Tavares)
“Es una fuerza de la naturaleza”, dice.
No está conectado a un ventilador, informan los diarios.
La frase de Godard: no es sangre, es rojo.
Lo que se ve en una pantalla no es sangre, es un color.
Una especie de pintura. No es real ni es verdad.
Solo fuera de la pantalla la sangre es sangre.
Pero esta peste no tiene sangre.
Una de las pocas tragedias en que no hay sangre.
Difícil entender una tragedia sin sangre.
Mal acostumbrados por Quarantino, Tarantino, Quarentino:
sangre más roja que el máximo rojo real posible.
Pensar en los cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego.
Esta será una tragedia vinculada con el elemento aire.
Los pulmones y la falta de respiración.
Cuando se habla de un tsunami en los hospitales, digo:
No es un tsunami de agua, claro, sino de cuerpos enfermos.
Un tsunami sólido.
Un tsunami de cuerpos en estado sólido a los que les falta completamente el aire.
Un tsunami de sólidos que quieren respirar.
Una tragedia del aire.
Y también un poco del fuego, sí.
Imágenes en algunas ciudades de Latinoamérica: se quema frente a las casas de las familias muertos a los que el Estado no recoge.
Para que no contagien.
Los cuerpos arden a muchos grados Fahrenheit, muy por encima de la temperatura a la que arden los libros.
O no.
Una jerarquía de la resistencia de los materiales revuelta por la biología.
Lo más importante a veces es lo que más rápidamente cede.
¿A qué temperatura arden los cuerpos? Le hago esa pregunta a Google.
Pero no me responde de manera directa.
Huye, se desvía, habla de otro tema.
Por ejemplo: aparece una página titulada: “Efectos del invierno sobre nuestro cuerpo”.
Hasta las máquinas y los algoritmos tienen límites y pudor.
No le repito la pregunta a Google.
No quiero insistir.
El collar que lleva al cuello mi pastora Roma la ha convertido en un tanque doméstico con pelo.
Se habla del miembro fantasma en los humanos: lo que se ha perdido y aún se siente.
Con los animales, lo contrario: el embudo en torno a su cabeza aún no ha entrado en su cuerpo.
Roma choca contra todo como si estuviera ciega.
Las noticias. Una imagen de una catedral de Nueva York.
Todo es un posible hospital.
¿Qué está pasando con los espacios?
Murió la subdirectora general de Salud portuguesa, Catarina Sena, a los 47 años, “víctima de una enfermedad prolongada”.
“Se pasó la vida hablando mal de los gatos y al final fue adoptada por uno, del que se volvió cómplice”.
“Me regaló un olivo, lloró conmigo y por mí, trabajó conmigo, me ayudó mucho, pero mucho: una compañera perfecta. Me haces una falta incalculable. Espero haber estado a tu altura”, escribió la directora general de Salud.
¿En qué momento del día podemos conmovernos?
Me dicen que hay un padre que siempre que quiere llorar va al balcón de su apartamento para que sus hijos no lo vean.
Sus hijos piensan que va a tomar aire.
Leo la noticia.
“Esta noche tiene una buena razón para asomarse a la ventana y mirar el cielo. Tendremos una luna ‘color rosa’”.
“La luna llena se va a ver un 14 % más grande y un 30 % más brillante”.
Los porcentajes lo invaden todo, hasta el brillo.
El Reino Unido, con un récord diario de muertes: 854 en las últimas 24 horas.
“Francia. Nuevo balance arroja...”.
Nueva York, Nueva York.
Tal vez ese padre no sepa que sus hijos también van al balcón a llorar para que él no los vea.
Dicen que van a tomar aire.
George Kubler escribió una vez: la actualidad “es el momento en que el faro se oscurece entre los relámpagos”; “es el instante entre el tic tac de un reloj”.
Esta noche, padres e hijos tienen una buena razón para asomarse a la ventana: fingir que la Luna todavía importa.
Leo otra vez este número: más de 10 millones de nuevos desempleados en Estados Unidos de América.
Pocos tiempos son tan actuales como este de ahora.
La actualidad no es una luz, es lo opuesto.
“Es el momento en que el faro se oscurece entre los relámpagos”.
Traducción: Paula Abramo
Los textos originales de este diario se están publicando en el diario Expresso, de Portugal.