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“Yo salvaje”, un espejo que nos confronta con nuestra realidad

La obra, que se presenta este viernes 5 y sábado 6 de agosto en el Teatro Julio Mario Santo Domingo, nos invita a reflexionar sobre el poder y cómo termina siendo heredado por linajes familiares a través de catorce personajes representados por tres actores.

Danelys Vega Cardozo
05 de agosto de 2022 - 02:00 a. m.
En la foto, una de las escenas finales de "Yo salvaje".
En la foto, una de las escenas finales de "Yo salvaje".
Foto: JOSE VARGAS ESGUERRA; El... - JOSE VARGAS ESGUERRA

Un hombre con unos cuantos rasguños en la espalda. Ese mismo que va vistiéndose de a poco. Dos personas, pero más atrás, lo acompañan. De repente, la música empieza a sonar y de su boca emergen un par de palabras, aquellas que surgen del temor que causa lo desconocido, la confrontación con una realidad que va más allá de la humanidad y que quizá le recuerda lo insignificante que es ante la inmensidad, porque, como dice él, “el verde lo consume todo”. “Terrorífico para alguien que solo ha sido alabado y reverenciado (…) Pavor para alguien que nació con su destino escrito por sus padres (…) Horror para alguien que le dijeron siempre que iba a ser un rey”. Su nombre es Maximiliano, ese que está siendo preparado para continuar con el legado presidencial de su familia. La continuación del poder en las mismas manos. Aunque ahora hay una ambición adicional: apoderarse de la Amazonía.

Una historia ficticia, pero basada en la realidad, esa fue la que quiso crear hace una década William Guevara, director y actor de la obra Yo salvaje. “Por cosas personales, viajo anualmente una o dos veces a Francia y cada vez que tú vas por una calle, ves un palacio construido por un rey, y otro palacio construido por el hijo del rey, y la otra calle es construida por el hijo del hijo del rey (…) Entonces a ti te resuena con Colombia. Uno dice: “pues claro, es que nosotros también tenemos un tipo de monarquías diferentes, que son, por ejemplo, las familias como los Char, los Pastrana, los Santos, que construyeron un poco el Siglo XX, y que ahora siguen apareciendo, pero ya no son tan vigentes, sobre todo por estas últimas elecciones”.

En Yo salvaje, como si fuera un espejo de nuestra realidad, Maximiliano es la ficha del ajedrez necesaria para ganar. “Seré otro títere, luego todo será sangre y duelo”. Entonces, primero debe alcanzar un ministerio, creado por iniciativa de su padre: el Ministerio de Fauna y Flora. Pero a su progenitor en realidad “solo le interesa la naturaleza pintada al óleo”. Y ni siquiera la política es del interés de Maximiliano, como sí lo es el arte. Sin embargo, “todo está escrito desde hace años”. Así que ahora necesita también una esposa, que tampoco quiere, pero que se requiere.

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Las actrices y las modelos son desechadas por Midas, su padre. “No debemos aliarnos con familias que no conocemos”. Todo indica que la mejor opción sería su mejor amiga. Aquella mujer que no tiene poder de decisión en su familia. Todos sus movimientos son guiados por su madre. Esa misma que no quiere quedarse por fuera de los negocios de Midas y está dispuesta a hacer lo que sea, incluso a ejercer la violencia contra su propia hija. Mientras tanto, la esposa de Midas se siente entre la espada y la pared ante la situación de su hijo, pero le cuesta alzar la voz. “Es una debilidad que tienen estas mujeres, asumen dejar a un lado sus principios por servir a esa persona”, dice Virley Mendoza, quien encarna a la esposa de Midas en la obra.

Entonces, aquella mujer prefiere recurrir a otros en búsqueda de soluciones. Visita a la que parece ser su madre, quien le dice que “todo el conocimiento está en la Biblia, allí está la respuesta”. Le recomienda que haga lo que tenga que hacer, pero que no vaya a meter sus “manos en el agua”, pues le advierte que “en el fondo del pozo hay pirañas”. Más tarde acude a una pitonisa; parece ser que el futuro pinta negro para su hijo. Pero el silencio que la cubre a ella no es el mismo que está dispuesto a guardar Mayorga, su hija. Aquella que intenta a toda costa que su hermano no llegue a la presidencia, pensando en sus intereses propios, pues ella es quien quiere alcanzar ese puesto. “No te estoy pidiendo el lugar que merezco por ser tu hija mayor, sino por mis capacidades”, le dice a su padre. Sabe que para lograr su objetivo debe tener aliados a su lado, así que termina seduciendo a uno de los altos cargos de Brasil, ese mismo que tiene negocios con Midas.

Y es que en esta obra, apoderarse del Amazonas no es tan solo el objetivo del expresidente de Colombia. “Aquí estamos hablando de una familia política colombiana, pero también de una familia brasilera y Guyana, entonces había que encontrar un objetivo común entre ellas, en donde generalmente los hombres son los que llevan la parada”, dice Guevara. Lograr el control de un territorio biodiverso no bastará solo con alcanzar un ministerio o una presidencia, porque siempre habrá ambientalistas contra quienes combatir, y es ahí cuando toca recurrir al dinero o a la sangre: “unos se compran y otros se silencian”. Mientras tanto, Maximiliano debe luchar no solo contra su destino impuesto, sino también contra las marcas que le dejó la selva. Por momentos pareciera que se transformara, como si dentro de él se escondiera un animal salvaje. A veces habla solo o emite gritos que parecen provenir de algún dolor que algo más le causa. “Ya estoy marcado por ti, no me aruñes de nuevo”.

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Y aunque su sufrimiento, que surgió a raíz de su visita al Amazonas, no se puede aliviar, al menos alguien le “tiende” una mano para escapar de su legado familiar. El nuevo amante brasileño de su hermana le dice que se va a asegurar de que su padre acepte que sea Mayorga quien ocupe la presidencia. Por un momento, el hijo de Midas cuestiona las buenas intenciones de aquel hombre, pero al final termina agradeciéndole. Aquello tiene un precio que aún ignora. Entonces, ocurre una conversación entre Mayorga, Midas y su amante extranjero, quien termina convenciendo al expresidente de que sea su hija quien ocupe la “silla roja”.

Ahora Mayorga se encuentra en una rueda de prensa, parece ser que será la nueva candidata presidencial porque su hermano ha desaparecido. Uno de los periodistas le pregunta si sabe quiénes han sido los secuestradores de Maximiliano y de algunos activistas ambientales (quienes se encontraban en la selva amazónica). Ella sostiene que los autores materiales de los hechos han sido nativos de la región, lamenta a su vez el secuestro de su hermano, pero promete cumplir su labor como ciudadana. “La obra no solo quiere hablar de eso que nosotros conocemos, que la historia conoce, o que las revistas o los documentales nos dicen, sino que queríamos meternos en las casas de estos personajes, en sus salas, en sus formas de pensar, en sus relaciones personales y muy íntimas, que no estuvieran expuestas, para saber cómo afrontan esto, porque tienen que haber alguna manera de afrontarlo: somos seres humanos y en nuestro corazones siempre habrá odio y traición, pero también amor y lealtad. Así somos, estamos llenos de matices”, dice el director de Yo salvaje.

En realidad, Maximiliano ha sido encerrado en el sótano de su casa por su madre, una idea que se le ocurrió para protegerlo, según le dice ella a él. Mientras tanto, la mamá de la mejor amiga de Maximiliano no se come ese cuento del secuestro, entonces va hasta la casa de Midas en búsqueda de la verdad. Al final, esto termina pasando a un segundo plano, porque le prometen hacerla parte del conglomerado empresarial en el que participarán cinco familias. “Hay personas que lo tomarán como algo muy de acá, pero habrá quienes digan: ‘Ah no, eso no pasa’, porque hay gente que tiene los ojos vendados (…) La gente cierra los ojos para no ver eso que duele”, dice Mendoza.

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Entonces, aparecen tres títeres de animales, primero dos pájaros y luego un jaguar. Ahora un hombre se encuentra tirado en el piso, ese mismo al que le han clavado dos flechas en la espalda. Una mujer carga un arco. Su padre le reclama por la muerte de su hermano. Ella asegura que no lo ha asesinado, que ese no era su hermano, sino una bestia, un jaguar. Aquello debe quedar en silencio, como ese secreto que solo los dos compartirán para siempre, y mientras tanto su carrera política y sus planes deben seguir adelante. Pero como dice Mendoza: “No puedes pasar por encima de los principios o de la gente que amas para mantener tu poder. No puedes pasar por encima de nada, ni de nadie, porque al final te quedas solo y, finalmente, no consigues lo que quieres”.

Danelys Vega Cardozo

Por Danelys Vega Cardozo

Comunicadora social y periodista de la Universidad de La Sabana con énfasis en periodismo internacional y comunicación política, y un diplomado en comunicación y periodismo de moda. Perteneció al semillero de investigación Acción social y Comunidades, bajo el proyecto Educaré.danelys_vegadvega@elespectador.com

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