Falsos seguidores: otra enfermedad de la campaña presidencial

Aunque el papel de estas cuentas puede ser el de apoyar al aspirante, atacar a un contradictor o posicionar temas, si se analiza, su impacto puede ser negativo para los mismos candidatos.

Leonardo Botero y Germán Gómez Polo
07 de marzo de 2018 - 02:00 a. m.
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¿Realmente tienen tantos seguidores en Twitter los candidatos a la Presidencia de Colombia? En el país aún no se le ha prestado la suficiente atención a la incidencia que pueden tener las redes sociales en el pulso por la primera magistratura del Estado, que está por pasar en las próximas semanas sus momentos más agitados, a pesar de que a diario ponen temas en la agenda de los medios de comunicación. El pasado 13 de febrero, en estas mismas páginas, contamos el interés que existía desde diferentes campañas políticas para destinar recursos al pago de influenciadores y de cómo, a través de estos, se podían instaurar en internet temas de conversación que favorecieran a los candidatos.

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Sin embargo, el asunto no culmina allí. Detrás del mundo de las redes sociales también se desarrolla un multimillonario negocio de compra y venta de seguidores y pago por interacciones, que es de fácil acceso y es utilizado por celebridades del espectáculo y políticos. Se hacen con varios fines: tanto por una cuestión de imagen y posicionamiento dentro de la red social, como por la posibilidad de aumentar la influencia. Al fin y al cabo, es grande la posibilidad de que con más seguidores, haya más atención por parte de los usuarios de la comunidad.

The New York Times, en un informe publicado a finales de enero de este año, contó con detalle el funcionamiento de la empresa Devumi y los millones de dólares que ha obtenido en el “mercado global del fraude en las redes sociales”. Es sencillo: Devumi vende seguidores e interacciones a celebridades, políticos o cualquier persona que quiera aumentar su influencia en redes sociales como Twitter, Youtube, Soundcloud, Vimeo, Pinterest o LinkedIn. Además, los precios son relativamente baratos. Por ejemplo, 5.000 y un poco más de seguidores, que se harían visibles entre 10 y 14 días, se pueden conseguir por US$49.

“El tema de los falsos seguidores llega a cifras hasta desproporcionadas. Se dice que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la última semana de febrero de este año contaba con casi 18 millones de seguidores falsos, de los 47,9 millones que tiene el total, según informó Quartz”, señala el Observatorio de Redes Sociales de la Universidad Sergio Arboleda. Sin embargo, hace la aclaración de que es un asunto que fácilmente se puede escapar del control de, por ejemplo, un candidato presidencial, porque un opositor político podría pagar la compra de falsos seguidores para luego denunciar y desprestigiar. Por otra parte, no todo seguidor falso implica una compra. “Esto ocurre cuando existen bots, que buscan en la red temas específicos a los cuales adherirse como seguidores”, señala el observatorio académico.

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A finales de enero, la empresa de seguridad informática forense Adalid y la agencia de reputación de marcas Loor publicaron un informe en el que evidenciaban cuál era el porcentaje, entre el 11 de diciembre de 2017 y el 5 de enero de 2018, de seguidores falsos de los candidatos presidenciales para Colombia. Todos ellos, en mayor o menor medida, tenían un porcentaje no solo de seguidores falsos, sino de cuentas que los seguían desde otros países, como Noruega, Bélgica, Turquía, Pakistán, Filipinas e Irán, entre otros.

Aunque el papel de estas cuentas puede ser el de apoyar al candidato, atacar a un contradictor o posicionar temas, si se analiza, su impacto puede ser negativo para los mismos candidatos. Además, como es posible identificar a los seguidores falsos, se puede desestimar el impacto de las discusiones que se buscan generar. En ese sentido, Andrés Guzmán, director de Adalid, explica que las cuentas falsas en redes sociales “le quitan validez, en la vida real, a la discusión política. Afectan toda la validez de una tendencia”. Los seguidores falsos también pueden dañar la credibilidad de los mismos candidatos, cuando queda en evidencia que sus números en redes sociales son engrosados por cuentas de personas inexistentes.

Guzmán se muestra de acuerdo con la idea de que podría no ser el candidato, o la campaña, quien adquiera una “granja de seguidores falsos”. “Desde el punto de vista técnico podemos analizar que los seguidores falsos no siempre los ponen los candidatos. A veces, cuando tienen perfiles muy buenos, los atacan con seguidores falsos para que las mismas redes sociales los suspendan”, señala. “Que un candidato sale a decir que tiene dos millones de seguidores, para impresionar o generar tendencia en redes, o por un mero acto de intimidación a sus contendores, podría ser otra noticia carente de verdad”, indica también el Observatorio de la Universidad Sergio Arboleda.

Pero lo cierto es que en toda esta discusión, agrandar los seguidores con cuentas falsas puede quedarse en solo una medida cosmética, pues lo que se dice en redes sociales, muchas veces no tiene ninguna correlación con lo que sucede en la realidad.

Para ejemplificar este punto, Guzmán menciona cómo en la campaña de segunda vuelta para las elecciones presidenciales de 2010, cuando se enfrentaron Antanas Mockus y Juan Manuel Santos, la victoria de Mockus, gracias a las tendencias en redes sociales, parecía un hecho, pero al final fue lo contrario. Esto, porque nada confirma que la opinión en redes sociales se convierta en votos. “En internet es muy poco lo real, porque los seguidores y las tendencias se pueden manipular. Es algo en lo que no se puede confiar ciegamente”, concluye Guzmán.

Por Leonardo Botero y Germán Gómez Polo

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