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Talento, iniciativa, tecnología y director (Opinión)

Lo concreto es que la oferta de televisión privada se está quedando cortísima. Los magazines: Este formato, que pretende ser entretenido, se repite y repite, repiten lo mismo. Pero es la única opción mañanera para esta audiencia que se encuentra en diversos quehaceres domésticos.

Jenniffer Steffens
15 de septiembre de 2023 - 02:49 a. m.
En su más reciente columna, "Día a Día" y "Buen Día Colombia" Jenniffer Steffens hace una crítica a la oferta de la televisión privada en Colombia.
En su más reciente columna, "Día a Día" y "Buen Día Colombia" Jenniffer Steffens hace una crítica a la oferta de la televisión privada en Colombia.
Foto: Cortes

La Mirilla

Cada tema que quiero abordar me compromete con pasión en la creación de contenidos, películas documentales y series. Sin ser peyorativa, pienso que no me apremia escribir sobre contenidos de plataformas. Porque, aunque suene absurdo o excesivamente regionalista, tal vez anticuado, me siento traicionando el talento nacional y su producto. No quiero incurrir en el “chauvinismo” tampoco.

Lo digo sin reparos porque el talento nacional es inmenso, robusto y bien nutrido. También es cierto que ese talento tiene poco acceso a las plataformas. Sin embargo, en algún momento me referiré a ellas, hay mucho que ver, es innegable.

Pero bueno, observo la oferta que brindan los canales y la verdad deja mucho que desear. No hay material suficiente que pueda enriquecer de alguna manera la pantalla nacional.

El propósito de La Mirilla no es criticar por criticar ni mucho menos destruir. Al contrario, la aspiración es ampliar el espectro, tocar diversos aspectos que conforman lo que se ve. Por supuesto, es un punto de vista personal y solo pretende llamar la atención del generoso lector que le dedica tiempo a estas líneas para que, de una forma u otra, analice, reflexione sobre su gusto y su sentir al ver lo que ofrece la programación televisiva. ¿Encuentra calidad? ¿Le convence? ¿Hay variedad? ¿Se siente satisfecho?

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Hoy en día, son escasas las propuestas innovadoras, no hay variedad de contenidos. Nos movemos en unos pocos formatos, sin mayor exigencia. Aclara el día y el campo despierta, emiten entonces algo sobre el tema de la tierra, siembra y ganado.

El día arranca, no sé si para bien o para mal, con la retahíla de noticias poco prometedoras que, sin duda alguna, indisponen el ánimo de cualquiera. Después de este primer bocado lleno de toxinas, sin mayor expectativa, nos encontramos en las mañanas, en el Uno, dedicado a la venta de productos por TV. En los otros canales, el eterno formato de un magazine en cada canal y, desafortunadamente, en algunos regionales. Este formato, que pretende ser entretenido, se repite y repite, repiten lo mismo. Pero es la única opción mañanera para esta audiencia que se encuentra en diversos quehaceres domésticos, mientras observa, seguramente sin importar si escucha o no. Los televisores encendidos hacen parte de muchas salas de espera, consultorios, peluquerías, talleres, centros comerciales, cafeterías, se convierten en un ruido más.

La gente, en esa eterna espera con sus ideas volando, oyendo sin ver y mirar sin oír, mientras sus mentes flotan en las nubes ocupados en sus emociones y cuitas. Finalmente, a nadie le importa lo que pase en la televisión a esas horas. A esos televidentes circunstanciales se sumarán personas que caminan por cualquier calle, y sus ojos seguramente se toparán con vitrinas y aparatos prendidos.

También las amas de casa en su trajín rutinario de la cocina, del oficio, de los pañales y lactancia, mujeres entre el quehacer y las preocupaciones, o el tedio, esperan compañía con esa cajita. De repente, logran distraer su mayor congoja con cualquier cosa. No sobrará el estudiante necesitado, el vago, el desempleado desesperado, todos añorando descanso a sus deseos. Anhelando una vida en paz en la que la mente se centre en algo baladí. Como no tienen trabajo, no pueden gastar dinero para pagar una plataforma en la que tal vez puedan escoger alguna película para ver, ojalá otro tipo de contenido, un documental que resulte mejor compañía, cómplice de tribulaciones y, en últimas, de mayor interés.

El apetito avisa la llegada del mediodía, nos topamos de nuevo con las noticias interminables, le dedican entre dos y tres horas. Es incómodo, desagradable e ingrato hablar de la ausencia de iniciativas, de imaginación, e insistir en la carencia de propuestas novedosas. Lo cierto y enfatizo en que no es falta de creatividad, talento ni menos capacidad. Se lo atribuyo sin reparos a limitantes, ataduras o, para no ser tan dramática (lo que me cuesta), a las reglas del juego, es decir, a las condiciones impuestas por el actual modelo de producción y la escasez en la que naufraga nuestro gremio. Terminan las noticias y arrancan telenovelas, de un canal y de otro (me quedo con las turcas). La tercera opción, que si quisiera podría ser la primera, el canal Uno, nos somete sin compasión a diario al chisme farandulero, en donde acaban con quien lo permita y alternan la lengua viperina con la elevada oración a Dios. Amén.

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El escaso trabajo que generan los canales de televisión está determinado por un modelo impuesto, por un paradigma muy ajeno, convirtiéndose en credo. Ese patrón consiste en darle absoluta autoridad al capital e inversión, es decir, a todo un esquema y andamiaje en torno a la producción con el argumento de ser más rentable, discurso que poco a poco se convirtió en abolición a lo que en otras épocas alimentaba creatividad y pasión por esta actividad, que nos ofrecía diversidad en contenidos, variedad de propuestas, riqueza de historias, adaptaciones de obras literarias importantes, entre otros formatos. Además, permitía que el grupo creativo, encabezado por el guionista y director, desbordara creatividad. Todo en perfecta sincronía con un equipo de producción que hacía su parte complementando la dupla, artistas que lograron enaltecer el producto colombiano. Por lo tanto, se abrió la puerta al mercado internacional.

Finaliza la tarde y esperamos ansiosos las noticias, las mismas del amanecer y el mediodía. Ya está oscuro, ahora noticias de la noche. ¿La diferencia? Se lo dejo a los lectores.

Lo que producen para Colombia los canales, para esa subestimada audiencia a la que “encasillan” en las clases menos favorecidas, no importa; se les da lo que sea, igual lo ven, no tienen opción, piensan. El gran capital lo invierten en las plataformas, sus mejores clientes y la audiencia más deseada. Sin embargo, para estar allí se necesita el “estándar”, el estándar que anuló la identidad, que elimina el sello. Nos destacamos otrora porque contamos nuestras historias, porque nos reconocimos y porque cada producción que se hacía tenía el sello del director, como en el mundo, el sello de Carlos Saura, de Berman, de Subiela, Fellini, Scorsese, de Kurosawa, de Tarantino, de los hermanos Cohen. Sumémosle mujeres de distintas nacionalidades también: Lina Wertmüller, Lucrecia Martel, Kelly Reichardt, Mia Hansen Løve, Alice Rohrwacher, Ildikó Enyedi, Laura Mora, Carla Simón, tantos talentos, tanto sello de autor. Sí, son referentes cinematográficos, pero nuestra televisión tenía un lenguaje cinematográfico; lo trajo e impuso Pepe Sánchez. (Por eso la Ley Pepe Sánchez) y su sello.

Bueno, acabó la jornada; es hora de ver televisión en familia. Es entonces cuando vemos realities, y cuando se acaban, vienen otros realities, y así corre el año. Por supuesto, al terminar estos, vienen las telenovelas, no en el Uno.

En el Uno tienen otras opciones, que también dejan que desear. Y como el tiempo vuela, llega el momento de la última emisión de noticias, más cortas, más largas, pero noticias. Yo no sé si después de la primera emisión, la segunda, la tercera y la última y cuarta del nutrido día sigan siendo noticias, pero bueno. ¿Informativo? Se apagan las luces, la gente duerme, suponemos. Suponemos mal, muchas profesiones, oficios, actividades tienen vida en la noche, así que la TV sigue con un programa que lleva 30 años empecinados en el mismo tema, por el mismo canal.

El otro con uno de “humor” suma otros 30, o 20 intervalos. Y la tercera opción se dedica a la oración, a ver si compensa la atrocidad de su último “informativo”, por llamarlo de alguna manera, porque en realidad lo que resulta ser, es un aspirante a “La Noche”. Pero igualmente se necesita que la industria rente, así sea ínfima la ganancia. La televisión debe estar encendida, nos vamos con las televentas en cuerpo de los astros, las llamadas y predicciones. A todas estas, no sé cuándo y a qué hora aparece el “defensor del televidente”, ni si nos defiende. Luego, el gran cierre se da con la repetición de novelas; hay que ganar algo y llenar la parrilla, así que repitamos y nosotros... Survivor. Optimista paso rápidamente por los fines de semana, sin detenerme en el día. Es sábado, es domingo. Primero el espacio religioso. Aún así, con fe, esperamos una programación llamativa. Algunos infantiles, noticias, películas, todas iguales, nunca, e imposible de otra procedencia. Y por variar, repetimos matemáticamente contenido juvenil, ..no se puede escapar de la red; hay concursos estridentes y cero inteligentes, más noticias. Mil años de cuentachistes, otros tantos de la patadita de la buena suerte, el entrevistador regio, continúa el formato informantes por el otro lado. De la oración matutina a los naipes nocturnos, cualquier reincidir. Y así... así que si se me queda algo, debe ser recaer. Suena el himno nacional... ¡siempre el mismo! ¡Jajaja!

Como se puede apreciar, las iniciativas no lo son tanto, mientras, el talento busca espacio. Vuelvo al hilo, resulta que la aplaudida globalización y el modelo que nos impuso la empresa privada anuló en gran medida la figura del director, lo convirtió en un cargo más, cuasi-decorativo, lo convirtió en una especie de “marioneta” a la que se le dice qué hay que hacer. Desde la imposición de cualquier “idea y libreto”, con un mínimo derecho a opinar... la escogencia de los actores, por ejemplo, puesto que su criterio no concuerda con las necesidades comerciales y los patrones que requiere el negocio. Ni pensar en lo que sigue... locaciones, arte, horarios... etc.

Aunque me atañe y afecta mi gusto por el resultado hoy, de una industria que se hace con arte, si se quiere, lo veo como todo: las cosas evolucionan o cambian. Se está a la vanguardia o se queda en el recuerdo. No es tibieza. Aparte, en esa línea delgada aparece el concepto del clásico. Hay muchísimos clásicos. Que no se quieran desempolvar, o darles su lugar de clásicos es distinto. Con iniciativas e innovación o no, hay clásicos que jamás serán cambiados. Y serán clásicos, por eso se le llaman clásicos.

Colombia en materia de tv privada para la televisión abierta tiene dos canales y medio nada mas, (lo digo porque el Canal Uno viene pedaleando desde su reciente nacimiento. Los otros se fortalecieron en su figura desde que eran programadores.) Y parecería que se quedó de ese tamaño… Si no ha habido mas propuestas y diversidad antes, se creería que menos hoy. Por supuesto tenemos más televisión y canales, los que conforman los medios públicos, pero ese es otro tema, porque tienen otra función y otro objetivo.

Lo concreto es que la oferta privada se está quedando cortísima. Hay algo llamado transmedia y crossmedia y es que un contenido puede ser llevado a la tv abierta, a las redes (no hablo de plataformas aunque también) si no a Twitch, YouTube, los medios de streaming, entonces si haces una novela que la pasa uno de los canales privados, está claro que ya se tiene un público que consume tv abierta. Pero en ese caso no tienes el público joven que consume Twitch, puedes tener el episodio de tu novela en RCN o Caracol, y acto seguido se hace un -en vivo- en Twitch con tus protagonistas hablando del capítulo, al tiempo ahí también existe contenido para un podcast, porque el público de twitch no es el mismo de un podcast, y en Instagram puede ponerse todos los detrás de escena. Ahí ya se cubrió o abarcó todo el público que hay hoy en día, con seguridad se va a atraer el público que no ve Caracol o RCN para que se sintonice. Toda esta innovación, o más bien avance tecnológico sería más eficaz y rentable de la mano del guionista y director, la tal dupla creativa, para que este gran universo tecnológico y digital lo abrace la excelencia.

Concluyo que es en ese punto, cuando aparece la figura del Showrunner. Yo, Jenniffer, en mi interior pienso, sospecho, que la figura del Showrunner se la inventó un director “agotado” con el productor. Entonces dijo, “saben, yo voy a dirigir, escribir, producir, haré que todo el show corra como debe ser” de ahí el nombre “show-run”. Porque un director puede producir. Pero a un productor no le queda tan fácil dirigir.

Esta suerte y sumatoria de limitaciones y realidades terminó por mutilar la proliferación de productos que nos distinguieron permitiéndonos cruzar fronteras. Así que, aquí, hoy ¿quién firma? ¿Quién impone estilo? ¿De quién es el sello?

Por Jenniffer Steffens

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