Teatro Mayor: diez años ofreciendo experiencias de vida

La crisis en la que nos ha sumido la pandemia del coronavirus nos ha permitido mostrar una de nuestras grandes fortalezas: la innovación y la visión de largo plazo. Esta es parte de la historia del Teatro Mayor.

Ramiro Osorio Fonseca *
24 de mayo de 2020 - 02:00 a. m.
Ramiro Osorio en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, escenario que dirige desde su fundación.  / Gustavo Torrijos - El Espectador
Ramiro Osorio en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, escenario que dirige desde su fundación. / Gustavo Torrijos - El Espectador

Conocí el proyecto del Centro Cultural Julio Mario Santo Domingo por casualidad. En 2009 vivía en Madrid y tenía a mi cargo la dirección del proyecto Arteria Multiespacios, que se proponía construir y operar doce escenarios de artes escénicas en Iberoamérica. Durante ese año estuve intentando desarrollar la iniciativa de un gran auditorio con la participación de la Gobernación de Cundinamarca, la Alcaldía de Bogotá y diversos inversionistas privados. Cuando finalmente vimos que era imposible su viabilidad, hice una ronda de visitas para agradecer a quienes habían manifestado interés en el proyecto. Carlos Arturo Londoño, presidente de Valorem, me comentó que la familia Santo Domingo estaba donando a la ciudad un centro cultural que me presentó en un Power Point.

En ese momento, tenía cerrado en mi vida el capítulo laboral en Colombia. Después de fundar y dirigir con Fanny Mikey el Festival Iberoamericano de Teatro, dirigir varias obras teatrales, desempeñar responsabilidades públicas como la Dirección General del Instituto Colombiano de Cultura y la Embajada de Colombia en México, en el gobierno del presidente César Gaviria, ser el primer ministro de Cultura de Colombia, en el gobierno del presidente Ernesto Samper; y al carecer de ambiciones políticas de cualquier índole, comprendí que mi campo de desarrollo en el país había terminado.

Después de mi encuentro con Carlos Arturo llamé a mi amiga Catalina Ramírez, entonces secretaria de Cultura de Bogotá, quien me invitó a visitar la obra en construcción al día siguiente, apenas unas horas antes de mi regreso a Madrid. Un edificio de esas dimensiones y calidades, concebido y diseñado por el arquitecto Daniel Bermúdez, con la tecnología prevista, y tratándose de una iniciativa que conjuntaba las voluntades de la ciudad y de la familia Santo Domingo, me conmovió especialmente. No dudé entonces en expresarle a Catalina que si podía dirigir un sueño de esa magnitud, regresaría a Colombia. A partir de ese hecho, se producen encuentros con el alcalde de Bogotá y Alejandro Santo Domingo; los primeros pasos para el acuerdo definitivo. (Lea: Teatro digital: acceso a las artes escénicas más allá de una sala)

La familia había encargado en 2008 un estudio sobre las mejores prácticas para gestionar espacios escénicos en el mundo, destacándose el Gran Teatro del Liceu, de Barcelona, cuyo presupuesto se integraba con el 51 % de recursos públicos y el 49 % de recursos autogenerados y de patrocinadores. Con la entrega de ese estudio y a partir de ese ejemplo, diseñamos un convenio público-privado que ha permitido el desarrollo en condiciones de estabilidad, y que hoy el Teatro Mayor sea considerado uno de los mejores de América Latina, por la diversidad y excelencia de su programación artística y la fortaleza de sus procesos de gestión y administración. En estos diez años, como todos sabemos, hemos tenido tres alcaldes y dos alcaldesas, que, con sus diferentes acentos, han contribuido al desarrollo y consolidación de este proyecto.

El Teatro Mayor es un espacio de libertad, de apuestas por la creación de los artistas colombianos, en el que dialoga lo mejor de nuestra cultura con lo mejor de las culturas del mundo. Que ha logrado reunir un equipo sobresaliente de 45 profesionales a los que permanentemente les recuerdo que el público y los artistas son sagrados y que nosotros no ofrecemos funciones sino experiencias de vida. (Además: "El barbero de Sevilla", la obra de la semana que emite Teatro Digital)

Podría contar decenas de anécdotas maravillosas, pero solo me referiré a dos. En el marco de nuestro programa “Cien Mil Niños al Mayor”, destinado a que las niñas y niños de los colegios públicos de Bogotá descubran los lenguajes de la creación artística, escuché la conversación en la que una niña le decía a sus compañeras al entrar a la sala: “Esto sí es elegante”. Esa es la mejor síntesis de lo que es nuestra institución: un escenario que, por su belleza y condiciones técnicas, espaciales y humanas, transforma la vida. Hace apenas unos días, Chris Minev, director de la Fundación Mariinsky-Gergiev, me escribió a propósito del concierto que esa orquesta y ese gran maestro ofrecieron en el Teatro el pasado 9 de marzo, contándome que él había organizado y acompañado a la orquesta en miles de conciertos, pero que recordaba en contadas ocasiones “el rugido del público”, esa intensa emoción que se produjo esa noche en la que el maestro experimentó un compromiso con la música y el auditorio, que pocas veces él había sentido. (Lea también: "Chau, adiós chatarra electrónica", el espectáculo de la semana de Teatro Digital)

La profunda crisis en la que nos ha sumido la pandemia del coronavirus ha permitido al Teatro Mayor mostrar una de sus grandes fortalezas: la innovación y la visión de largo plazo. Desde 2015 contamos con una muy robusta plataforma digital. El gran desafío ahora es que la Alcaldía de Bogotá y la familia Santo Domingo continúen con su compromiso ejemplar y que las instituciones que en estos diez años han contribuido a la sostenibilidad de este modelo: Bancolombia y Sura, aliados permanentes; y quienes apoyan proyectos y programas especiales como la Cámara de Comercio de Bogotá, el Ministerio de Cultura, las Fundaciones Ramírez Moreno, las embajadas y empresas de muchos países amigos, y el público, que al comprar sus boletas es un patrocinador fundamental, renueven decididamente su compromiso.

Quienes tenemos la responsabilidad de conducir esta casa, sabremos cumplir.

* Director del Teatro Mayor.

Por Ramiro Osorio Fonseca *

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