Vanessa de la Torre: “Tenemos un país donde hay muerte, pero también hay amor”

Vanessa de la Torre dice que escribir le alivió la necesidad vital de narrar algo de tanto de lo que ha ocurrido en el país. / Juliana Lopera

Cuando comenzó su investigación, ¿se imaginó que escribiría un libro sobre amor en el conflicto? ¿En qué momento decidió que ese era el rumbo que tomaría su trabajo?

El amor me lo fui encontrando en las narraciones de mujeres que sonríen cuando por simple curiosidad les preguntaba por sus parejas. Me sorprendieron tanto sus respuestas que terminé encontrando en el amor una herramienta muy poderosa para narrar algunos de los horrores de la guerra. Digamos que, andando por las regiones heridas del país, el amor me atropelló y se me volvió una gran excusa para escribir un libro.

¿Por qué quiso que Jorge Franco fuera quien escribiera el prólogo del libro?

Porque es un grande, un escritor magnífico. Gabo alguna vez dijo que era su heredero. Cuando le propuse hacer el prólogo pensé que no lo haría, no me conocía, nunca me había leído. Pero le gustaron mis historias y así como la primera vez que lo entrevisté no podía creer que tenía al genio de Rosario Tijeras al frente, ahora no puedo creer que haya hecho el prólogo de mi primer libro y se lo agradeceré siempre.

¿Cuál es la repercusión que tienen estas historias en un contexto en el que Colombia está en busca de la paz y la reconciliación?

Me sorprende la receptividad que el libro ha tenido, la curiosidad que ha despertado. La historia de la guerra colombiana está ya contada, pero no necesariamente la hemos leído. De repente me encuentro con un montón de lectores que quieren saber más de lo que ocurrió y que lo están haciendo a través de estas historias de amor. Desandar la guerra desde algo tan íntimo es una manera apasionante de recordar que tenemos un país donde hay muerte, pero también hay amor. Incluso, en medio de la muerte.

Pocos conocen la historia de la cantante Arelys Henao, y otros tantos no sabían cómo fue el romance entre Carlos Pizarro y Myriam Rodríguez; ¿cómo se acercó a ellas?

A Myriam la conocí porque acompañó a su hija, María José Pizarro, a Mesa Blu, el programa que dirijo. Me costó seis meses convencerla de que me contara su historia. A Fabiola la busqué tras leerla en un reportaje de El Espectador. Arelys llegó también a mi programa de radio para promocionar una de sus canciones y quedé muy impactada con ella. Sandra y Alejandra las encontré en los archivos de la ARN y Josephine se me cruzó un sábado en la tarde cuando alguien habló de la cuasi princesa sueca casada con un paisa. Las convencí de contarme sus historias con la promesa de ser fiel a lo que vivieron y respetuosa con sus dolores.

Entre todos los testimonios que encontró, ¿con qué criterio seleccionó las historias que se incluirían en el libro?

Me quedaron historias por publicar, imagínate lo que puede guardar un país en 50 años de corazones rotos. Pero seleccioné estas seis porque son mujeres de entornos sociales distintos y con experiencias muy complejas que nos cuentan de manera general lo que ocurre entre un hombre y una mujer cuando desaparecen los uniformes y se callan los estruendos de las balas.

¿Cuál es el papel del periodismo en el posconflicto?

Tengo la sensación de que el país necesita inspiración. Siento que los periodistas necesitamos creatividad para contar, para ser leídos, escuchados y vistos, para mantener de alguna manera el optimismo en medio de las tragedias que cubrimos. Es un país durísimo que necesita ser contado y nos toca entre todos recomponerlo y proyectarlo para que el futuro de los que vienen sea mejor que nuestro presente.