El capítulo del Turco Gil en la historia del vallenato abarca más de cincuenta años y no ha acabado. Fue un acordeonero notable, con más de veinte producciones en su juventud, y luego creó la primera academia de este folclor, con la que lleva cuarenta años y ha formado a muchos reyes vallenatos y artistas prestigiosos y a miles de músicos, que han acercado el vallenato a una calidad de conservatorio.
No había cumplido veinte años cuando, en 1967, sacó su primer disco (de 78 rpm), con tres canciones de su autoría, acompañado de la voz del Pibe Rivera. El legendario Alfredo Gutiérrez reaccionó con un “¡el Turco Gil se adelantó treinta años en la música vallenata!”. No estaba exagerando, y esa percepción influyó en la trayectoria del precoz músico.
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Cronistas del género consultados creen que el Turco Gil dejó la carrera musical porque sí se había adelantado a su tiempo como ejecutante del acordeón, y mientras muchos músicos querían aprender de su técnica, paradójicamente el público no lo aclamaba como a otros. Eso lo habría llevado a dedicarse a enseñar. Ante esto, el maestro guarda silencio al otro extremo de la línea, como quien no quiere ahondar en el asunto.
Así, lo que aprendió y lo que enseñó son la marca de su vida. Lo que aprendió desde niño le permitió revolucionar la ejecución del instrumento y ser llamado el “rey del disonante”, apelativo que le puso el locutor Jaime Pérez Parodi. Y lo que enseñó y se propone seguir enseñando a través de su academia es su legado.
Su formación
Andrés Eliécer Gil Torres, como lo nombraron sus padres, tuvo la suerte que tienen pocos de encontrar su destino nada más llegar al mundo. Nació en Villanueva, La Guajira, cuna del vallenato, en 1948. En medio de los tambores y las trompetas de su tío director de orquesta, que se confundieron con su llanto y le anunciaban su futuro en la música. Ese mismo día fue bautizado por su abuelo paterno como el Turco, como es conocido desde entonces más que por su nombre.
Desde muy niño comenzó su educación musical por una tradición familiar de directores de orquestas. Su tío Reyes Torres tenía una de las mejores de La Guajira, y su padre, Juan Manuel Gil, fue un trompetista inquieto y director de la Orquesta de Juancho Gil.
Con solo siete años, tocaba trompeta y leía partituras; luego estudió saxofón, clarinete y trombón. Se estaba formando para ser músico de orquesta, como su papá y su tío, hasta que se le atravesó un acordeón.
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Las frecuentes parrandas en casa de los Gil, debajo del palo de almendros de doña Luisa Torres, su madre, adonde asistían personajes como Rafael Escalona, Guillermo Buitrago, Leandro Díaz y Emiliano Zuleta, avivaron la curiosidad del adolescente, que con el acordeón de Zuleta empezó a tocar y sacar las notas que daba “el arrugado”, como es conocido.
Notó que era un instrumento limitado, que solo tenía siete sonidos de los doce que componen la música. “Era como una máquina de escribir a la que le falta el 40 % de las letras, no puedes escribir todo lo que tú quisieras y eso me llamó la atención”. Esta insatisfacción con el acordeón lo llevó a explorarlo y experimentar con él. Tenía varios años viviendo en Valledupar cuando, hacia 1966-1967, llegó el acordeón diatónico con los doce sonidos.
El rey del disonante
Su primer disco mostró los acordes diferentes que le sacaba al acordeón. La disonancia con acordes consonantes que tenía nunca se había visto en el vallenato en un acordeón diatónico. Estaba muy joven y era incomprendido.
Fue el maestro Antonio María Peñaloza, coautor de Te olvidé, el himno del Carnaval de Barranquilla, quien lo entendió. En 1969, Peñaloza llegó a Valledupar para concursar en Canción inédita de la segunda versión del Festival de la Leyenda Vallenata. Necesitaba músicos que leyeran partituras y todos le dijeron que el único era el Turco Gil. Ese encuentro entrañable duró mucho tiempo, porque Peñaloza pronto se estableció en Valledupar.
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Con el maestro Peñaloza estudió armonía por más de cinco años y adquirió la formación que necesitaba para convertirse en el acordeonero que llegó a ser. Logró incluso adaptar diversos ritmos y crear lo que él llamó “paturky”, un tipo de paseo. Una mezcla armónica de cumbias, vallenatos y expresiones tropicales caribeñas. Esa singularidad lo convirtió en un músico muy discutido.
El camino a la enseñanza
El dominio único del instrumento lo llevó a ser buscado para aprender cómo era que tocaba el acordeón. Empezó enseñando en el patio de su casa. Con el tiempo se fueron sumando tantos alumnos que ya no los podía atender por turnos y fue cuando en la misma casa improvisó en un quiosco la primera aula de clases.
En 1979 creó la Academia Vallenata El Turco Gil, la primera de este folclor. Hoy la institución puede mostrar que formó a célebres acordeoneros como Sergio Luis Rodríguez, que ha ganado tres Grammy Latinos, rey infantil y rey vallenato; Cocha Molina, rey de reyes y quien grabó con Gloria Estefan; Lucas Dangond, Luis José Villa, Manuel Julián Martínez, Javier Mata; Cristian Camilo Peña, rey vallenato; Juanca Ricardo, Juan Mario de la Espriella, Gustavo García y Daniel Maestre, entre muchos otros artistas.
Los Niños del Vallenato
En 1999 creó Los Niños del Vallenato con los más talentosos de su academia, que han sido embajadores del folclor en Noruega, Japón, China, Panamá, Argentina, Portugal, Escocia, Italia, Reino Unido y otros lugares del mundo, donde han interpretado clásicos de Escalona, Emiliano Zuleta, Luis Enrique Martínez, Leandro Díaz y Lorenzo Morales, entre otros juglares.
Estuvieron en la Casa Blanca en tiempos del mandato de Bill Clinton, quien quedó enamorado de la magia del acordeón, la caja y la guacharaca. En su libro ¿Cómo cada uno de nosotros puede cambiar el mundo? (2007), el exmandatario le dedicó unas palabras: “Cuánto me gustaría que en cada área del conflicto hubiese un maestro como el Turco Gil y niños como Los Niños Vallenatos”.
El futuro de la academia
A sus 72 años, está tomando decisiones sobre su legado. “Soy consciente de la necesidad de reinventar nuestra institución para asegurar su permanencia. Arrastramos un problema financiero y la pandemia nos ha perjudicado mucho, obligándonos a cerrar ya más de diez meses”, anota. Nos cuenta que una de las primeras decisiones es pedirle al expresidente Juan Manuel Santos, su amigo, que le ayude a conformar una junta asesora de alto nivel para diseñar un plan estratégico de mediano y largo plazo.
Dice que su activo en problemas vale mucho más que la deuda y que su plan incluye un fuerte componente virtual e internacionalizar la academia, además de ampliar su cobertura nacional. “Puede poner esto: el presidente Santos nos ayuda a hacer el plan y me voy con él a tocar la puerta de Bill Clinton. Por mí, que la academia complete un siglo con el nombre del Turco Gil, Santos y Clinton”.
Sobre la Academia de Música del “Turco” Gil
Desde 1979, Andrés Eliécer Gil Torres dicta clases de acordeón bajo las sombras que proporcionan los árboles del patio de su casa, en Valledupar. Sin embargo, formalmente la Academia se consolidó en 1985.
Doce años después, en 1997, debido al incremento del número de estudiantes, fue necesario trasladar la escuela a un lugar más amplio. Su nueva ubicación fue en la calle del Cesar o carrera 7ª con la calle 13 B, en la capital vallenata, en donde Gil logró contratar a cinco docentes que trabajaron bajo su batuta. Allí llegó a tener 110 alumnos. En 1999, se trasladó al Callejón de la Purrututú y, en 2000, la sede con especificaciones académicas se estableció en el barrio Los Mayales.
La historia de Los niños del vallenato
Con algunos de sus más destacados estudiantes, Andrés “el Turco” Gil conformó una agrupación de niños, cuyas primeras presentaciones fueron de tipo local, participando en actos realizados en lugares como iglesias, colegios y demás instituciones públicas y privadas. Su primera actuación en el exterior fue en septiembre de 1999, en el marco del Festival Internacional de Acordeón Infantil en Panamá. Durante este evento fue que el colectivo de jóvenes talentos recibió el nombre de Los niños del vallenato. Con los años, esta iniciativa del “Turco” Gil se convirtió en una organización de padres de familia de los niños integrantes, con personería jurídica independiente.
* De la Fundación Color de Colombia.