La doble identidad de Crimeapple

Crimeapple se presenta en la primera edición de El Ritual Fest al lado de Alcolirykoz, No Rules Clan, Laberinto ELC, Luis7Lunes y el mítico salsero Henry Fiol. Esta es su presentación oficial en una ciudad que poco lo conoce pero que también le pertenece.

Sara Kapkin
14 de diciembre de 2019 - 05:40 p. m.
 Crimeapple se presenta este sábado en la primera edición de El Ritual Fest, el festival de rap y salsa que está organizando Alcolirykoz en Medellín. / Dj Brown 13
Crimeapple se presenta este sábado en la primera edición de El Ritual Fest, el festival de rap y salsa que está organizando Alcolirykoz en Medellín. / Dj Brown 13

Yo siempre me he dado cuenta que no parezco colombiano, pero en la escuela los muchachos me decían cosas estúpidas, como que me gustaba la coca y que venía del mismo lugar de Pablo Escobar, fueron épocas difíciles… pues hasta mi propia familia me decían cosas sobre mi apariencia, como gringo y no sé qué, dice el rapero colombo estadounidense Crimeapple. (Le recomendamos: “El rap va solo y está creando una industria alterna”: Alcolirykoz).

Rubio, barbado, fornido y sin hablar del todo bien español, en Colombia saben, con solo verlo, que no es colombiano; pero en Estados Unidos, a pesar de lo rubio, saben que tampoco es de allá, no del todo, pues, aunque nació en Nueva Jersey, sus papás y toda su familia de ahí para atrás es colombiana. Él, a fin de cuentas, se sabe tan gringo como colombiano, pero ser de Colombia, sobre todo en la época en que Crimeapple pasó su adolescencia, era sinónimo de Pablo Escobar.

Yo la verdad no sabía cómo sentirme. Por un lado, en el hip hop algunos raperos lo mencionaban como si fuera un honor ser colombiano. Pero por otro lado ¿a quién le va a gustar eso? Yo con 14 años y me están diciendo algo de una droga como la cocaína que ni la conocía. Entonces uno va a aprendiendo, y en mi casa, por ejemplo, me acuerdo que cuando cogieron a Pablo mi familia estaba feliz.

Pero Crimeapple, que prefiere guardar su nombre y su edad solo para aquellos que lo conocen más allá del rap, se desmarcó de cualquier estereotipo que le encajaran por colombiano o por ‘gringo’ y empezó a buscar entre esas dos nacionalidades su propia identidad.

De ahí se desprenden algunas de las características más admiradas y elogiadas de su música, como la capacidad de meter palabras en español a sus rimas en inglés, un panorama enriquecido por su doble identidad, que resulta en una perspectiva bastante particular ­que le permite crear un universo único en donde confluyen todos aquellos que lo escuchan, y que le otorga credibilidad de sobra.

Por eso hoy, apenas dos años después de haber empezado a publicar su música, su nombre aparece al lado de algunos de los raperos (no mainstream) más reconocidos y venerados, entre los que se cuentan, Roc Marciano, Westside Gunn, Conway y varios más a los que se les destaca y enaltece por traer al presente el sonido tradicional del rap de la Costa Este de legendarios como Wu Tang Clan, Mobb Deep y Kool G Rap.

Pero eso se logró solo después de reconciliar a su manera, sus de versiones, la colombiana y la estadounidense, y convertir eso que para otros era motivo de burla, en su mayor virtud.

En su casa de Hackensack, en el condado de Bergen, de puertas para adentro, vivía en Colombia: la comida, el idioma, el radio que su mamá tenía siempre prendido y sintonizando RCN y el amor de su papá por Atlético Nacional; además de los constantes viajes a la casa de su abuela en Villahermosa, como se conoce a la comuna 8 de Medellín (él calcula que fueron por lo menos 16 entre los 5 y los 20 años). De puertas para afuera estaba el otro país, su otro país, Estados Unidos.

Una de las cosas que compartía adentro y afuera era el rap. “Yo quería ser un cantante de rock, pero cuando empecé a escuchar hip hop cambió todo. Fue culpa de mis hermanos mayores que tenían un montón de discos de Biggie, Tupac, Wu tang, Nas, y me encantaban”.

Entonces empezó a rapear, a hacer batallas de improvisación con otros compañeros del colegio. Su habilidad para frasear con coherencia, velocidad y ritmo sobre cualquier cosa era incuestionable, tanto así que se ganó el apodo de Metralleta.

En la universidad empezó a grabar y a compilar sus primeros discos. Vendió unos cuantos, empezaron a reconocerlo, grabó un par de videos que nunca publicó y empezó a tomarse el rap en serio. Se concentró en escribir canciones. Pasaba jornadas enteras rapeando, escuchando música, y escribiendo. Y cada jornada iba siempre acompañada de un jugo que el mismo invento y que bautizó Crimeapple.

–Tenía un montón de cosas buenas y otras malas. La receta nunca la voy a decir, pero era un jugo muy delicioso, tenía por ejemplo aceite de marihuana, un poco de geles y otro poco de cosas estúpidas, pero también piña, manzana y otras cosas saludables.

De esa época le quedó el nombre y un montón de ideas y de rapeos que aparecieron luego en sus primeros trabajos. Porque después de animarse a grabar un par de canciones y de estudiar casi 6 años de historia decidió dejar la universidad y dedicarse por completo al rap.

En 2017 empezó a publicar su música. Tenía tanta que al cabo de dos años ha publicado 13 trabajos: "Metralleta" (2017), "Perfect EP" (2017), "Perfect 2 EP" (2017), "Sweet Dreams" (2017), "Metralleta" (Extended Version 2017), "Aguardiente" (2018), "Crimeapple & Cuns – Salud y Plata EP" (2018), "Perfect 3EP" (2018), "Langosta EP" (2019), "Wet Dirt" (2019), "Medallo" (2019) y "Viridi Panem" (2019).

De tantos trabajos, "Medallo" es, quizás, el más especial, tiene todo para serlo: fue producido por Muggs, dj y productor, miembro de la icónica banda de rap Cypress Hill y dueño de su propio sello Soul Assassins; y es el retrato de la Medellín de Crimeapple, una ciudad que se hace cada vez más suya.  

A Muggs lo conoció en Los Ángeles. Ese mismo día se fueron al estudio e hicieron algo así como 15 canciones en 5 horas. Muggs le propuso entonces que hicieran un álbum y Crimeapple dijo que sí. Mientras tanto, a Crimeapple se le ocurrió invitarlo a Medellín para pasar la navidad del 2018.

Yo sabía que a él le gustaba viajar y decidí invitarlo. Yo no pensé que diría que sí, pero cuando lo llamé para invitarlo, antes de yo poderle decir, él me preguntó: “ey, ¿vos todavía tenés familia en Colombia?”. Entonces me di cuenta que él estaba pensando lo mismo, aunque yo lo iba a invitar era como para pasar bueno, no tenía que ver con música, pero para él sí, me dijo que le parecía muy importante que la gente me conociera de esa forma, que vieran mis raíces.

En Medellín hicieron "Medallo" (2019). El viaje fue un recorrido para explorar, conocer y luego plasmar su interpretación de la ciudad en el disco.

–Todo fue muy orgánico. Una cosa que le explique a Muggs es que para mí era muy importante no glorificar lo de Pablo, ni lo de las drogas y si iba a hablar de violencia sería de una forma más inteligente y documentada. Luego, estando allá, hicimos un show y ese mismo día tumbaron el edificio Mónaco, eso me pareció como parte del sentido del álbum, otro significando para una época nueva de la historia de Medellín.

Y hacia allá quiere apuntar Crimeapple con su carrera, a Medellín, a su Medellín. Sabe que hay artistas buenos, los conoce. Y sabe, sobre todo, que él es la persona más indicada para construir un puente que permita comunicar de forma fluida a Colombia con Estados Unidos a través del rap. Él y solo él, que conoce tan bien a los de allá y los de acá, a los mejores de cada orilla. Él, que sabe lo mejor de ambos mundos, y puede unirlos para escribir un nuevo capítulo en la historia del rap.

Por Sara Kapkin

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