Las acciones de Netflix cayeron un 2,2% tras una nueva campaña impulsada por Elon Musk. El empresario, dueño de la red social X (antes Twitter), instó a sus 227 millones de seguidores a cancelar sus suscripciones como protesta por la inclusión de un personaje trans en una serie infantil. En los últimos días, Musk ha publicado en su perfil de X varios mensajes acusando a la plataforma de promover “ideología woke” y una “inclusión forzada”.
Esta no es la primera vez que Elon Musk hace comentarios transfóbicos en público. En marzo de este año, durante las protestas contra sus políticas empresariales y las de la administración Trump, el empresario sugirió que personas trans podrían estar detrás de los ataques a sus vehículos Tesla, culpando a los tratamientos hormonales de afirmación de género de la supuesta “extrema volatilidad emocional” de las personas trans, esto sin ningún sustento científico. En otras ocasiones, Musk se ha referido a su hija trans, Vivian Jenna Wilson, como “víctima del virus ‘woke’ de la mentalidad progresista”, y ha atribuido que, por su identidad de género, es “una niña enojada y rebelde, cegada por la ideología anticapitalista radical”.
Uno de los términos que más usa en sus pronunciamientos en contra de la población trans es “woke”, el cual ha sido replicado por los sectores conservadores como un símbolo para descalificar a las personas que apoyan y velan por los derechos LGBTIQ+. Es un término que tiene origen en el inglés afroamericano entre las décadas de 1930 y 1940, y se refiere al simbolismo de estar “despierto” o “alerta” frente a las injusticias raciales. Años más tarde, el término volvió a popularizarse en el marco del movimiento Black Lives Matter, ampliando su significado hacia las luchas feministas, los derechos LGBTIQ+, el clasismo y otras formas de desigualdad.
No obstante, en esta década, “woke” comenzó a ser apropiado e instrumentalizado por grupos políticos contrarios a los movimientos progresistas, especialmente en Estados Unidos. En este contexto, se usa de forma irónica o despectiva como una etiqueta para ridiculizar o desacreditar a personas y movimientos que defienden derechos humanos, asociándolos a una supuesta “agenda radical” o la “ideología de género”.
El boicot que está promoviendo el empresario actualmente es por la serie Dead End: Paranormal Park, una producción animada de Netflix en la que uno de los personajes, Barney, se identifica como una persona trans. A raíz de esto, Elon Musk publicó en X el mensaje “esto no está bien” y llamó a sus seguidores a cancelar sus cuentas “por el bien de sus hijos”, según escribió en la red social.
La serie de comedia animada, clasificada como apta para niñas y niños mayores de siete años, sigue las aventuras de dos adolescentes en un parque de diversiones embrujado. Sin embargo, sectores conservadores han centrado sus opiniones en la presencia de un personaje con una identidad de género diversa en un contenido dirigido al público infantil.
El fragmento que se viralizó en redes sociales dura apenas 45 segundos y corresponde a una escena del segundo episodio, en la que Barney habla abiertamente sobre su identidad de género, sus miedos por mostrarse tal como es y su deseo de vivir sin culpa. Ese breve momento se convirtió en el principal argumento de quienes impulsan el boicot.
La serie se emitió durante 20 episodios en 2022 y fue cancelada por Netflix al año siguiente, una decisión que no tuvo relación con Elon Musk. Aunque la compañía no volvió a promocionarla, los capítulos permanecen disponibles en la plataforma.
Por su parte, el creador de la serie, Hamish Steele, se pronunció públicamente diciendo que: “agradezco mucho a todos los que se han comunicado conmigo, pero los correos electrónicos homofóbicos y antisemitas extremadamente desagradables y extraños han comenzado a llegar y se está volviendo un poco aterrador. Así que me disculpo si tardo más en responder las cosas”, señaló Steele en la plataforma Bluesky.
Se ha atribuido el inicio de la controversia al hecho de que Musk replicó una publicación hecha por Matt Van Swol, exintegrante del Departamento de Energía de Estados Unidos, quien acusó al director de la serie, Hamish Steele, de haber celebrado la muerte del activista republicano Charlie Kirk. En su publicación, Van Swol anunció la cancelación de su suscripción a Netflix y cuestionó que la plataforma contratara a alguien que, según él, celebrara este tipo de violencias y promoviera contenidos “pro-trans”.
¿Qué hay detrás de la discusión sobre la inclusión forzada?
Hechos como estos suelen reactivar debates en torno a la mal llamada “inclusión forzada”, un término empleado frecuentemente por sectores que cuestionan la presencia de personajes diversos en producciones audiovisuales, argumentando que, supuestamente, responden a “decisiones ideológicas” más que narrativas.
En el caso de Dead End: Paranormal Park, las críticas se centraron en la supuesta “ideologización” de niñas, niños y adolescentes. Sin embargo, este tipo de argumentos no se limitan solo a la edad del público: también se han dirigido a la raza de origen de los personajes, la inclusión de parejas del mismo sexo o la presencia de protagonistas cuyas identidades han sido discriminadas históricamente.
Ante estos argumentos sobre una supuesta “inclusión forzada”, diversos análisis señalan que este término suele utilizarse para rechazar la presencia de personajes o narrativas diversas sin decirlo de manera explícita. Se advierte que, detrás de esta expresión pueden esconderse ideas homofóbicas, transfobicas, machistas, racistas o, en general, excluyentes. Parte de la incomodidad frente a esta diversidad en pantalla estaría vinculada a una supuesta resistencia al cambio respecto de los modelos narrativos tradicionales, considerados socialmente aceptables.
Aunque estas resistencias suelen tener gran visibilidad en redes, los datos muestran que la representación de personas LGBTIQ+ en las producciones audiovisuales continúa siendo limitada. Según el Índice Anual de Responsabilidad de los Estudios, elaborado por GLAAD, en 2024 solo el 23.6% de las películas producidas por los principales estudios de cine incluyeron personajes diversos. De las 250 producciones analizadas, únicamente dos presentaron personajes trans, ambos interpretados de manera “no auténtica o asociados a estereotipos”, según señala el informe.
Además, GLAAD advierte que la visibilidad tampoco garantiza tiempo en pantalla: el 38 % de los personajes LGTBIQ+ aparecieron durante menos de un minuto, mientras que solo el 27 % superó los diez minutos. Es decir, aunque hay evidencia de representación, esta sigue siendo marginal en la construcción de tramas o personajes centrales.
La baja presencia de población LGBTIQ+ en el cine y las series de televisión continúa dejando un vacío de referentes con los que las personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas puedan verse reflejadas. La industria cinematográfica sigue mostrando pocas historias, voces o experiencias que visibilicen otras formas de vida y de identidad.
Por su parte, el estudio “Luces, cámara, diversidad: la representación mediática del colectivo LGBTQ+”, realizado en España en 2024, señala que la baja representación también reproduce jerarquías dentro del propio colectivo. Mientras los hombres gais son los más visibles, las identidades transmasculinas, no binarias, asexuales y otras diversidades sexuales y de género continúan con una representación mínima o inexistente.
El informe también identifica tendencias recurrentes en esta industria, como la hipersexualización de ciertos personajes, narrativas que limitan su desarrollo al hecho de ser LGBTIQ+ y la incorporación de figuras diversas como estrategia de cuota de diversidad o con intenciones de ganar más audiencia.
Así mismo, se resalta la ausencia de personajes LGBTIQ+ adultos o mayores, lo que refuerza una representación centrada en la juventud, como si fuera una “fase” o una característica moderna y no como una realidad transversal a todas las etapas de la vida.
Los estudios coinciden en que, pese a los avances en inclusión y los debates que suelen surgir desde sectores conservadores cuando estos ocurren, persisten brechas en la visibilidad y el tipo de personajes que llegan a las pantallas, los cuales continúan respondiendo a patrones selectivos y desiguales.
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