A Wilson Castañeda lo conocen por su activismo y trabajo por los derechos de las personas con orientaciones sexuales e identidad de género diversas en Colombia. Lo que muy poca gente sabe es que el director de la organización LGBTIQ+ Caribe Afirmativo se dedica en su tiempo libre a estudiar a Hegel, un filósofo que, en sus propias palabras, es muy aburrido, pero que le cae muy bien. Es oriundo de Rionegro, Antioquia, y lleva 15 años viviendo en la región Caribe. Su única frustración es no haber nacido ahí, pero, contradictoriamente, lo que más detesta es el calor. (Katerin Gutiérrez, desde Cartagena hasta el Space Center de la NASA)
La relación de Wilson con el Caribe colombiano, especialmente con Cartagena, se remonta a su infancia. Su padre, quien falleció el año pasado, conducía un tren del ferrocarril de Antioquia que iba desde Puerto Berrío hasta Cartagena. “Yo siempre venía en enero, el mes de vacaciones era montarnos con mi papá en el tren y subir y bajar”, recuerda Wilson. Por eso, para él siempre fue una ilusión vivir en esta región. Sin embargo, pasó mucho tiempo antes de que lo lograra y para esto fue importante entender realmente quién era. (En video: “¿Al clóset? ni pa’ coger impulso”)
Siendo muy joven se vinculó con la iglesia, participó en grupos juveniles y estaba convencido de que esa era su vocación. Quería servir, por eso decidió ingresar al seminario de Medellín, estuvo cinco de los siete años que dura ese proceso de formación. “Yo fui un seminarista muy juicioso; es decir, yo creía en eso, lo hice con mucho rigor. Estando en el quinto año, me echaron precisamente porque empecé a reconocerme como un hombre homosexual y eso no era compatible con estar en el seminario”, cuenta.
Para él, es normal encontrar que muchos activistas LGBTIQ+ fueron seminaristas o monjas y cree que a la sociedad le ha faltado entender la espiritualidad de las personas sexualmente diversas. Wilson sostiene que se han empeñado en separar esas experiencias, pero que es compatible ser creyente y lesbiana, gay, bisexual o trans a la vez. Hoy, él no tiene afiliación a la Iglesia católica y es, por el contrario, crítico de las prácticas y la doble moral que experimentó. Aunque dice que a la Iglesia le falta aprender a respetar la dignidad humana y la libertad, se considera un hombre de fe que cree profundamente en el proyecto de la diversidad. (¿Las personas LGBTIQ+ quieren acabar con los valores y la moral cristiana?)
Estudió Ciencia Política en la Universidad Nacional y ahí empezó a tener acercamientos con la Mesa LGBT de Medellín. Su primer trabajo fue en el Instituto Popular de Capacitación (IPC), organización en la que había trabajado León Zuleta, pionero del movimiento gay en Colombia. Wilson ingresó al área de derechos humanos y empezó a documentar también la violencia contra personas LGBT. En 2001 decidió hacer la primera investigación sobre la realidad de las personas trans en Medellín y frecuentó los lugares de trabajo sexual en el centro para conversar con mujeres trans.
En una de esas visitas, un miembro de las Convivir, actor paramilitar, lo agredió físicamente. Recibir esa violencia en primera persona fue lo que lo motivó a hacer activismo. “Sabía que esto pasaba, lo documentaba en mi trabajo, pero me estaba pasando a mí”, recuerda Wilson. Desde ese momento se concentró más en la agenda LGBT y fortaleció su presencia en la mesa diversa de la ciudad. Años después, llegó a la Personería de Medellín a ocupar el primer cargo de asuntos LGBTIQ+, se dedicó a juntarse “con personas LGBT en los territorios y tratar de leer sus dificultades en perspectiva de derechos humanos”, añade. (¿Cómo investigar las violencias contra las personas LGBTIQ+?)
Su trabajo con la personería le permitió empezar a moverse por todo el país para replicar el diagnóstico de derechos en otras ciudades. En 2007 se mudó a Cartagena porque estaba cansado de Medellín y, como una de las personerías que asesoraba era Barranquilla, podía estar muy cerca. Llegó a la ciudad amurallada en marzo, pero hacía unas semanas, el 23 de febrero, habían matado a Rolando Pérez, un cubano abiertamente homosexual que era profesor de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y defensor de los derechos humanos.
El caso de Rolando tuvo un fuerte impacto en la comunidad LGBTIQ+, pues el policía a quien le habían encargado investigar el caso, el entonces comandante Carlos Mena, dijo prejuiciosamente que se trataba del homicidio “de un marica y yo perdiendo el tiempo aquí”. Wilson se presentó en la Personería de Cartagena para brindar ayuda en la investigación, pero rápidamente la personera tuvo la misma reacción que el comandante. “No se va a desgastar tiempo en esto porque los maricas son muy inmorales”, recuerda que le dijo. Sin embargo, a pesar de que su jefe en Medellín le advirtió que no podía contrariar a la personera de Cartagena, él decidió renunciar y quedarse desempleado acompañando el caso por su cuenta.
Varias personas decidieron agruparse para llamar la atención de la opinión pública y rendir homenaje a Rolando. En ese encuentro, Wilson cuenta que empezó a conocer personas que contaban cómo les habían matado a sus familiares por ser LGBT o incluso de cómo muchas habían tenido que irse de Cartagena por su orientación. Así nació Caribe Afirmativo, con la conciencia de que en la región Caribe existía cierto imaginario de que la vida de las personas LGBTIQ+ no importaba y que, si querían vivir abiertamente, tenían que irse a otra ciudad que fuera compatible con quienes son. (“Fue un asesinato por homofobia”: familiares y amigos de Felipe Garzón)
Desde su inicio, Wilson ha sido director de la organización, algo que según él a veces juega en contra. “Si bien me siento muy feliz de vivir en el Caribe y estoy casado con un cartagenero, existe en el imaginario que me eligieron de director porque soy de afuera. En los primeros años, la gente decía ‘es que a usted le creemos porque es de afuera’”, relata. Sin embargo, en estos 14 años desde que surgió Caribe, han logrado consolidarse como una organización que habla de lo LGBTIQ+ desde la periferia, pero generando presencia en todo el país.
Wilson vive en Barranquilla y dice que disfruta cada momento que le ha brindado el Caribe porque también ha construido otra forma de ser en él. Sobre todo, es una región que le dio la oportunidad de aportar a la construcción de la paz y memoria LGBTIQ+ del país. Aunque confiesa que le frustra que a sus 46 años todavía reciba comentarios como: “Tan inteligente, tan brillante, lástima que sea homosexual”, siente que el cambio que están impulsando las nuevas generaciones por los derechos de la diversidad sexual y de género es muy positivo. “Cuando miro atrás y veo todo lo que hemos construido me siento muy feliz. Falta mucho, pero vamos por buen camino”, reflexiona.