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En el mundo, una de cada cuatro personas vive en países donde la población ya alcanzó su punto máximo o comenzó a disminuir. Con excepción de algunas naciones del África subsahariana y Asia, las tasas de natalidad globales están por debajo del mínimo necesario para mantener el tamaño poblacional. Este fenómeno ha despertado preocupaciones sobre su posible impacto futuro: sociedades más envejecidas, crisis en el sostenimiento de los sistemas de pensiones, escasez de mano de obra y una mayor presión sobre los sistemas de cuidado.
Por su parte, la ONU prevé que el planeta alcance su techo poblacional a mediados de este siglo, y Colombia no es ajena a esta tendencia. Según cifras del informe de “Estado de Población Mundial 2025” del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), la tasa de fecundidad cayó un 23 % entre 2022 y 2024, pasando de 1.9 a apenas 1.6 hijos por mujer, cinco décimas por debajo del nivel de reemplazo generacional (2.1). Estas cifras han alimentado temores sobre una eventual crisis demográfica y sus efectos en el desarrollo económico.
Frente a este panorama, algunos países han adoptado políticas pronatalistas que van desde incentivos económicos para fomentar la natalidad hasta campañas que presentan la maternidad como un deber patriótico. En los casos más extremos, estas medidas han contemplado restricciones en el acceso a servicios fundamentales, como la anticoncepción y el aborto seguro, atentando directamente contra los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y personas con capacidad de gestar.
Estas estrategias no solo vulneran derechos fundamentales, sino que refuerzan modelos tradicionales de familia y maternidad impuestos sobre los cuerpos femeninos, desconociendo la autonomía reproductiva y las condiciones materiales necesarias para ejercerla plenamente.
En respuesta a estas especulaciones, el UNFPA publicó su informe titulado “La verdadera crisis de la fecundidad: Alcanzar la libertad reproductiva en un mundo de cambios”, en el que señala que un gran número de personas no logra cumplir sus expectativas reproductivas debido a factores externos. Como explica Luis Mora, representante de UNFPA Colombia, en entrevista con El Espectador: “Si bien las elecciones personales son un factor influyente, hemos encontrado que las principales razones por las que los adultos en edad reproductiva no tienen la cantidad de hijos que desean son por obstáculos estructurales: pobreza, falta de acceso a vivienda, precariedad laboral, ausencia de servicios de cuidado infantil, inseguridad sobre el futuro y desigualdad de género”.
La tendencia es clara: los jóvenes no proyectan un futuro muy alentador para la crianza de sus hijos. En la encuesta realizada para el informe, el 20 % de los adultos en edad reproductiva considera que no podrá tener el número de hijos que desea, y uno de cada cinco manifestó que las preocupaciones por el futuro (guerras, medio ambiente, pandemias) los llevaron a tener menos hijos e hijas. Además, señalaron como principales obstáculos las restricciones económicas, la inestabilidad laboral y la falta de acceso a vivienda.
Estas condiciones, lejos de ser individuales, reflejan estructuras que no garantizan entornos dignos para la crianza. La ausencia de redes de apoyo, la escasez de políticas públicas de cuidado y la precariedad laboral afectan con mayor intensidad a las mujeres, sobre quienes recae históricamente la mayor carga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerados. En contextos donde se les exige tener más hijos mientras se les niegan las condiciones materiales, sociales y laborales para criarlos, las decisiones reproductivas dejan de ser libres.
Las mujeres no son responsables de la crisis de natalidad
Atribuir la baja fecundidad a una supuesta “falta de voluntad” de las mujeres para ser madres no solo es simplista, sino también erróneo. Las investigaciones de UNFPA muestran que en los países con tasas por debajo del nivel de reemplazo persisten profundas desigualdades de género que afectan directamente las decisiones reproductivas. Factores como la distribución desigual del cuidado, la escasez de servicios públicos, las dificultades de acceso al empleo y la inseguridad económica limitan la posibilidad de tener hijos en condiciones dignas. Culpar a las mujeres ignora el peso de las estructuras sociales y económicas que restringen su autonomía y obstaculizan su derecho a decidir libremente.
Pese a este contexto, muchos gobiernos siguen utilizando las tasas de fecundidad para intentar impulsar el crecimiento económico sin abordar las causas de fondo de la problemática, y recurren a estrategias que se centran en aumentar los nacimientos de manera acelerada e insegura, poniendo en riesgo la autonomía y los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y personas con capacidad de gestar.
UNFPA resalta que los países que han implementado estas medidas han fracasado sistemáticamente en su objetivo y, en algunos casos, ha generado efectos contraproducentes al ignorar las condiciones estructurales que frenan las aspiraciones reproductivas. “La verdadera crisis de esa fecundidad no puede ser revertida a través de esas políticas pronatalistas que quieren un retroceso en los derechos de las mujeres”, señala Mora.
El análisis realizado demuestra que en los países con mayores índices de igualdad de género y mejores garantías sobre derechos reproductivos, las tasas de fecundidad tienden a recuperarse y mantenerse estables. Por ejemplo, países como Suecia han logrado mantener tasas más estables gracias a políticas integrales: licencias parentales igualitarias, sistemas de cuidado accesibles, igualdad salarial y acceso universal a salud sexual y reproductiva.
Contrario a lo que muchos piensan, la posibilidad de decidir sobre la maternidad —gracias al acceso a métodos anticonceptivos, servicios de salud sexual y reproductiva como el aborto, los avances en laprohibición del matrimonio infantil, la igualdad salarial y la promoción de la educación—ha permitido que más mujeres completen estudios superiores, participen en el mercado laboral y reduzcan embarazos no deseados, especialmente en adolescentes.
“Hay que dejar de presentar las decisiones reproductivas de las mujeres como un problema demográfico. El verdadero desafío es garantizar condiciones para que todas las personas puedan decidir (cómo, cuándo y con quién tener hijos) sin barreras”, afirma Mora.
La verdadera solución frente a la crisis de natalidad
Detrás de las cifras, millones de personas expresan un deseo de tener más hijos del que consideran posible en el mundo actual. El informe subraya que cumplir estas aspiraciones requiere garantizar seguridad económica, servicios de cuidado y salud accesibles, y entornos sociales más equitativos. Solo así, sostiene el UNFPA, será posible crear las condiciones para que la decisión de tener hijos sea verdaderamente libre, sin verse limitada por barreras externas ni por cargas desproporcionadas sobre las mujeres.
La baja fecundidad no es un problema a resolver a costa de los derechos de las mujeres. El verdadero desafío está en construir sociedades donde la maternidad y la paternidad sean elecciones libres, posibles y apoyadas por el Estado y la comunidad.“La verdadera solución a la crisis de la libertad reproductiva es crear un mundo más equitativo, sostenible y solidario que apoye a las personas para que puedan formar la familia que desean”, concluye el UNFPA.
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