Impacto mujer
Dejando huella

La lucha por los derechos y la salud menstrual en Colombia

Desde 2011, con la organización Tyet, Isis Tijaro se ha dado a la tarea de crear espacios de acompañamiento y debate para impulsar la educación y el reconocimiento de los derechos menstruales.

Laura Alejandra Moreno Urriaga
04 de junio de 2022 - 02:00 a. m.
Isis Tijaro, directora de la organización Tyet. / Archivo Particular
Isis Tijaro, directora de la organización Tyet. / Archivo Particular

Hablamos con la investigadora y antropóloga Isis Tijaro, directora de la organización Tyet, dedicada a la educación menstrual, los derechos menstruales y la autonomía femenina, acerca de los retos que tienen las personas en el país para atender las necesidades derivadas de este proceso biológico.

Autora del libro Nuestras reglas, de un proceso tedioso a un ciclo menstrual poderoso, también es la fundadora de espacios que promueven los derechos menstruales, como el Colectivo Derechos Menstruales Colombia. Tijaro hoy lidera el proceso de formulación de un proyecto de ley integral de derechos en la materia. La idea es reunir las voces de mujeres, hombres trans, personas no binarias, organizaciones, políticos y sectores privado y público para construir una política eficiente que contribuya a eliminar las violencias menstruales, como no incluir a las personas con identidades diversas en los proyectos de ley presentados previamente, estigmatizar a las niñas en el colegio a causa de sus períodos y no garantizar el acceso a agua potable y condiciones de saneamiento para atender la menstruación.

¿De dónde surgió su interés por educar sobre la menstruación?

En 2009 empieza una pregunta por la vivencia menstrual desde un lugar muy íntimo, desde mi propio cuerpo y comienzo a tratar de comprender más allá del manejo de recolectar o absorber el sangrado y luego tirarlo, para ver qué hay más allá de la menstruación y de la vivencia menstrual. Veo cómo las narrativas menstruales influyen en la construcción de identidad y empiezo a entender cómo se construyen los códigos culturales sobre la menstruación y se consolidan el estigma y el tabú frente al tema.

¿En qué consiste el trabajo de Tyet?

Tyet es una organización que consolido en 2011, dedicada a trabajar desde tres líneas: la educación menstrual integral, el acompañamiento a procesos íntimos y derechos menstruales, y autonomía en la gestión menstrual.

¿Cómo abordar la educación menstrual desde edades tempranas?

Realizamos talleres y espacios seguros entre madres e hijas para aprender y normalizar el ciclo menstrual, porque para mí es muy importante que la información sobre la menstruación llegue a las niñas antes de sus primeros sangrados, porque van a tener un momento de no sorpresa, de tranquilidad y también un espacio para que las madres puedan informarse. La educación menstrual siempre ha sido un proceso mercantilista asociado a la utilización de productos como toallas higiénicas y tampones, es básicamente un instructivo de cómo usar sus productos y asocian la menstruación 100 % a la fertilidad, es nuestro cuerpo al servicio de la reproducción humana y no al servicio de nuestra propia salud.

¿Cómo desestigmatizar la menstruación?

Este es un tema sociocultural, y la educación menstrual es tan urgente en los colegios públicos como en los colegios privados. La educación menstrual no es algo a lo que hayamos tenido acceso histórica o culturalmente, aunque tengamos acceso a citas ginecológicas, aunque hayamos estudiado en colegios privados o tengamos pregrados o doctorados, tenemos la misma información sobre nuestro cuerpo menstruante que una persona que no ha tenido acceso a esto.

El estigma menstrual está sembrado en los códigos culturales, y es desde ahí donde tenemos que generar esta transformación. Por eso, la educación menstrual es tan importante tanto para personas que menstrúan como para personas que no menstrúan. Cambiar el estigma es una decisión en colectivo, ya que está inscrito en el inconsciente colectivo.

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¿Son suficientes las jornadas educativas sobre menstruación en los colegios?

Una cosa es el activismo y otra la educación menstrual. Este tema se ha posicionado en la agenda, en las empresas y en los colegios en los últimos cuatro años; sobre todo en nuestro país y en Latinoamérica se empieza a hablar de higiene menstrual, que es un término que no comparto, pero que ayuda a posicionar el tema.

Con nuestro programa de educación de 15 semanas empezamos a ir a colegios, luego se traslada a mujeres privadas de la libertad y a diferentes territorios, y comienzo a entender que el tiempo no es suficiente y que el contexto de cada lugar es fundamental y tiene que ser tenido en cuenta a la hora de educar en menstruación para poder construir sobre esos saberes para entregar una herramienta que realmente eduque en menstruación.

Por eso pensamos en proyectos de largo aliento, porque cuando haces un taller de cinco horas sobre las fases del ciclo menstrual estás haciendo activismo, que es muy importante, pero este cambia la narrativa menstrual e invita a las reflexiones, mientras que la educación menstrual altera el código cultural.

¿Por qué no hablar de “higiene menstrual”?

El término nace del movimiento Wash United, donde dicen que el acceso al agua potable es fundamental para garantizar la higiene menstrual. Yo hablo de bienestar menstrual, autonomía menstrual, salud menstrual, porque se crea un imaginario de suciedad frente a la menstruación. Pasa lo mismo cuando hablamos de “pobreza menstrual”, que en principio se define como la ausencia de acceso a productos para la menstruación, pero por qué vamos a poner la pobreza y la menstruación juntas, ya no hablamos de que es sucia, sino que ahora es pobre, eso empieza a crear cosas en el inconsciente colectivo. El otro término es dignidad menstrual, la menstruación en sí ya es digna, lo que hay que mejorar son las condiciones para menstruar, estamos problematizando la menstruación y no las condiciones en las que se da. ¿Será que estamos atacando un estigma con otro estigma?

¿Cuáles son los retos de la educación menstrual?

Primero, necesitamos desespiritualizar el discurso de la educación menstrual, hay que generar espacios más incluyentes en los que se entienda que no todas las personas tienen la misma cosmovisión para entender su cuerpo. Entender la menstruación como un signo vital de salud, algo que no propongo yo, sino la Sociedad Pediátrica Norteamericana, que determina que el seguimiento y registro del ciclo menstrual hace que se considere como un signo vital de salud, ya que menstruar significa que tu cuerpo está sano, ese es el enfoque que le doy a la educación desde la salud.

También es necesario salir de la postura binaria de la menstruación de me llegó o no me llegó, embarazo o no embarazo, me duele o no me duele. Hablo de ciclo hormonal y fase menstrual, porque la ovulación es tan importante como la menstruación, al igual que la fase folicular, todo es un ciclo.

¿Cuál es su trabajo con las personas menstruantes en el barrio Santa Fe, en Bogotá?

Levo trabajando en el barrio dos años, entendiendo cuáles son las narrativas de las mujeres en este espacio y logré abrir la primera sede de bienestar menstrual integral, allí trabajamos atención, educación, salud y productos en todo lo que tenga que ver con menstruación a mujeres dedicadas a actividades sexuales pagas, recicladoras, habitantes de calle y migrantes, que son las cuatro poblaciones que confluyen en el barrio.

Cualquiera de estas mujeres se puede acercar al “Espacio guardiana: bienestar menstrual integral” y recibir cualquiera de estos servicios de forma gratuita, esto se financia con la línea de gestión menstrual que manejo y con las ventas de mi libro.

¿Cómo ha sido su activismo por el reconocimiento de los derechos menstruales?

Mi aproximación a la menstruación siempre había sido desde lo íntimo, pero más o menos desde 2014 empecé a investigar y a ver la relación entre derechos menstruales y derechos humanos. Fundé el Colectivo Derechos Menstruales Colombia e indagamos cuáles son esos derechos con los que está asociada la violencia menstrual.

¿Qué herramientas tienen las mujeres para defender sus derechos menstruales?

Colombia es uno de los países de la región que más ha avanzado en esta materia, contamos con tres sentencias: la C117 de 2018, que exonera de impuestos a las toallas higiénicas; luego la C102 del año pasado, que les quita el impuesto al resto de alternativas que tenemos para atender la menstruación.

La tercera herramienta es la Sentencia T398 de 2019, que es gratuidad de estos productos para habitantes de calle, de donde nace el Sistema de Cuidado Menstrual Distrital, en el que ampliaron el programa a mujeres dedicadas a actividades sexuales pagas, migrantes y refugiadas.

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¿Cuáles son las falencias de los proyectos de ley sobre derechos menstruales que ya se han presentado?

La definición de la menstruación en estos proyectos sigue siendo biologicista, no necesariamente van en pro de los derechos menstruales, algunos incluso van en detrimento de estos, como los proyectos de ley que quieren entregar copas menstruales en el Sisbén, ¿por qué no todas las opciones? Por eso, este año, junto con Temblores ONG, citamos la juntanza por la ley integral de derechos menstruales para generar una política que sea eficiente.

La copa menstrual es una alternativa ecológica frente a los productos desechables como toallas y tampones, ¿por qué insistir en ellos?

Nos están culpando ahora a nosotras por contaminar el medio ambiente, no nos venden la copa diciendo “cuida tu salud”, sino “cuida el planeta” y no, primero cuídate tú, piensa en tu salud íntima y luego el planeta. La contaminación ambiental es culpa de las industrias y de la violencia estructural, no es culpa de las personas que menstruamos.

Desde mi punto de vista, sí, la copa es la mejor alternativa, pero ese es el caso mío, porque, por ejemplo, si voy a la cárcel, tal vez la mejor alternativa para ellas sea una toalla higiénica desechable, no una copa. Si voy a un corregimiento donde no hay acceso a estufa o donde el agua no es potable, lo que voy a hacer si les doy una copa es crear un riesgo para su salud.

¿En qué consiste la “juntanza” con Temblores ONG?

Es una mesa multipartidista, intersectorial, interorganizacional, en donde todos y todas podamos aportar para hacer un proyecto de ley integral en el que se habla de menstruación y educación, menstruación y salud, menstruación y economía, y trabajo, saneamiento, acceso al agua, medio ambiente.

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En abril tuvieron un primer encuentro, ¿cuál fue el resultado?

Invitamos a todas las personas que hemos trabajado por la menstruación en materia de derechos, para que cada una contara desde dónde la ha trabajado. Participaron organizaciones como Menstruación Libre de Impuestos, la abogada del Colectivo Derechos Menstruales Colombia, Comfama y la Secretaría Distrital de la Mujer, y para la segunda juntanza crearemos mesas técnicas con temáticas.

¿Cómo incluir al sector privado en la lucha por los derechos menstruales?

Es necesario que ellos entiendan que es un tema también de innovación, hablando en términos de mercado, y es un tema de aportar al cambio en el código cultural. Es hacer conciencia de cómo esta gente se relaciona con los derechos humanos, porque creo que es algo que las empresas privadas no han visto.

El cambio lo logramos generando espacios en el que todos los sectores estén sentados a una mesa y puedan dar su visión sin temor y desde ahí construir, sensibilizar a sus equipos.

Laura Alejandra Moreno Urriaga

Por Laura Alejandra Moreno Urriaga

Comunicadora y periodista de la U. Javeriana. Hago parte del equipo editorial de Impacto Mujer en El Espectador. He trabajado como periodista en temas de género, verdad y conflicto. También en coordinación de proyectos de innovación social y estrategias de contenidos multimedia.@lamorenourlamoreno@elespectador.com

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