Dani García Pulgarín: una travesti histórica en Colombia

A través de una tutela, la politóloga y magíster logró que la Corte Constitucional ordenara a la Registraduría expedirle la primera cédula con “sexo” no binario en Colombia. Este es un retrato de ella y su lucha.

Pilar Cuartas Rodríguez
06 de junio de 2022 - 02:00 a. m.
Dani García Pulgarín se identifica como una persona travesti y no binaria.
Dani García Pulgarín se identifica como una persona travesti y no binaria.
Foto: María Camila Morales - El Espectador

*La Disidencia publicará este lunes 6 de junio, a las 10:00 a.m., un reportaje audiovisual sobre la historia de Dani García. Para ver esta pieza, visite www.elespectador.com y el canal de Youtube de La Disidencia.

Dani García Pulgarín, con cuarenta años, nacida en Huila pero criada en Antioquia, hizo historia en Colombia. La politóloga, magíster y travesti revolucionó los documentos de identidad en el país, que por casi treinta años establecieron solo dos opciones en la casilla “sexo”: masculino o femenino. Ella, por el contrario, logró que el pasado 4 de febrero se incluyera una opción más: no binario, que se convierte en una nueva posibilidad para las personas que no se identifican como hombres ni como mujeres, sino que prefieren una especie de género neutro que no las encasille. (Colombia y otros países que tienen componente “No Binario” en las identificaciones)

Dani no se reconocía como hombre, pese a que al nacer la asignaron como tal; y tampoco se identificaba como mujer, porque cuando quiso transitar de género, la sociedad, el sistema de salud y el mercado laboral la violentaron y los policías la ridiculizaron en la calle, porque no la consideraban lo suficientemente femenina. Quería una alternativa para que no hubiese “jueces o policías del género” tratando de dar un veredicto sobre si lucía como hombre o mujer. “Yo no discutía si tenía pene o vagina, quería que no se me violentara, que no se me excluyera”, dice ella. (Nos acosaron en Uribia | La Disidencia)

Por eso, acudió a la acción de tutela y le solicitó a la justicia colocar una “X” en la casilla “sexo” de su cédula, en vez de “F” o “M”, y que en el registro civil se escribiera “neutro”. Aunque en un principio su solicitud fue negada, al final la Corte Constitucional determinó que Dani tenía razón, por lo que le ordenó a la Registraduría incluir el marcador “no binario” en el componente “sexo” de su registro civil y en su cédula, y en la de todas las personas no binarias que así lo deseen.

Un hecho sin precedentes en Colombia, que identificó un vacío legal, creó en últimas una nueva clasificación en el sistema de identificación, que nos suma a una pequeña lista de países que lo hicieron antes, como Alemania, Estados Unidos, Argentina, Australia, Canadá, Dinamarca, Malta, Pakistán e Islandia. (La histórica sentencia por el homicidio de Vicky Hernández, mujer trans)

La Corte Constitucional reconoció que ni el sexo masculino ni el femenino respondían al ser de Dani, que con ninguno de ellos se identificaba; y que su caso cuestionó por primera vez la lógica de la casilla “sexo” en la cédula, que se insertó en 1993 en el país. En consecuencia, el alto tribunal protegió sus derechos fundamentales y admitió que ella sufrió por la falta de reconocimiento de su personalidad jurídica y su identidad y que, hasta ahora, no había mecanismos registrales para integrar las identidades no binarias al sistema de identificación ciudadana. Además, el Congreso tendrá que regular para que las personas no binarias accedan a sus derechos, obligaciones y servicios sin obstáculos. (Paro nacional: la primera línea trans feminista marikona | La Disidencia)

Dani celebra hoy esa decisión, que la cobija a ella y a las demás personas no binarias de Colombia. Desde su casa, en Medellín, reflexiona sobre las transformaciones que, a lo largo de los últimos veinte años, hizo en su cuerpo tratando de encuadrar en lo que socialmente se considera femenino o masculino, y que ahora considera violentas. Su intervención empezó tomando hormonas, hasta que un médico le aseguró que, si quería feminizar su cuerpo, debía retirarse los testículos, y así lo hizo. Luego, vinieron las prótesis mamarias, que implicaron acoso callejero e intentos de violación.

Años después, desde una perspectiva académica, Dani analizó lo que vivió por cuenta de esas exigencias corporales en torno al género y convirtió su experiencia personal en un trabajo de grado, para optar por el título de magíster en Educación y Derechos Humanos, en la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín. A raíz de su autobiografía, que terminó siendo también una exposición artística en formato collage, se animó a redactar una acción de tutela para pedirle a la justicia que sus documentos de identidad la reconocieran como una persona no binaria, y se sustentó en autores que cuestionan la asignación del sexo y género como un mandato cultural, como Judith Butler y Michel Foucault. (Vogue en el Paro Nacional y Transmilenio: ¿Qué hay detrás? | La Disidencia)

Walter Bustamante, historiador y asesor de la tesis de Dani, recuerda que las primeras preguntas de su estudiante giraron alrededor de las intervenciones corporales en las personas trans, particularmente en las mujeres trans, y si estas son necesarias o responden a una necesidad impuesta en la persona por los estereotipos de la sociedad. “Si es tan libre el que una mujer trans intervenga su cuerpo o si está respondiendo al estereotipo de mujer que le han dicho que tiene que ser si quiere ser mujer”, explica el docente. Esos interrogantes se abren cada vez más entre la población LGBT y se discute en la academia.

Por su parte, Raúl Valencia, uno de los mejores amigos de Dani, asegura que las personas lesbianas, gais, bisexuales y trans con frecuencia se enfrentan al sistema reclamando sus derechos y el reconocimiento de la identidad, por lo que especialmente las trabas en el sistema de salud las ha hecho expertas en interponer tutelas sin que necesariamente se hayan titulado como abogadas. “A veces las personas LGBT no vemos el potencial que ganamos con la experiencia de luchar contra el sistema. Y nos llega una barrera supergrande, y creemos que no somos capaces. Pero Dani demostró que sí”, afirma Valencia.

“Agradezco lo que Dani logró para muchas personas no binarias en el marco constitucional. Ella realmente es una activista. Logró un cambio estructural. Si tuviera que describirla, en una palabra, diría que ella es magia”, concluye Raúl Valencia mientras le entrega una maleta a su amiga, que en los próximos días emprenderá un viaje al exterior. Con la lucha jurídica ganada, Dani se dispone ahora a cumplir uno de sus sueños: seguir revolucionando desde la academia.

A Dani la hace feliz pensar en la libertad, tomar sus decisiones de forma autónoma, sin tener que preguntar afuera qué es lo que ella quiere. “A comparación de mi experiencia de vida, que tuve que pasar por procesos de cirugía y, de esa manera, haber violentado mi cuerpo, los jóvenes trans no están exponiendo sus cuerpos de esas maneras. Están cuestionando las normas del género sin violentar sus cuerpos e interiorizando acerca de qué es lo que quieren. Eso me da esperanza”, asegura Dani, quien convirtió su experiencia en una tesis y luego en una tutela que hizo historia.

*Este texto fue realizado en el marco del proyecto “Adelante con la Diversidad II: Fuerzas sociales, políticas y jurídicas para la protección efectiva de los derechos del colectivo LGBTI y sus defensores en la región Andina”, financiado por la Unión Europea. Esta pieza no refleja necesariamente el punto de vista de la Unión Europea.

Pilar Cuartas Rodríguez

Por Pilar Cuartas Rodríguez

Periodista y abogada. Coordina la primera sección de “género y diversidad” de El Espectador, que produce Las Igualadas y La Disidencia. También ha sido redactora de Investigación. @pilar4aspcuartas@elespectador.com

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