El pasado jueves 9 de junio, cuando el médico deportólogo Alberto Beltrán Niño fue capturado por la Interpol y la Dijín en un acreditado gimnasio al norte de Bogotá, el hecho fue presentado a la prensa como la caída del “rey del dopaje mundial”. Una semana después está claro que si bien el calificativo puede ser excesivo, Beltrán sí constituye una pieza clave de una de las actividades ilegales menos documentadas en los registros judiciales de Colombia e incluso del mundo: el tráfico y uso de sustancias para defraudar el juego limpio del deporte.
Lo increíble del asunto es que los antecedentes de este facultativo, con especialización en los centros hospitalarios de Salpetriere y Cochin de París, exmiembro de la Comisión Médica del Comité Olímpico Colombiano y profesional al servicio de varios equipos de ciclismo en Colombia y Europa, demostraban que desde hace 15 años andaba en malos pasos. En abril de 2001, cuando oficiaba como médico del equipo colombo-italiano Selle, fue detenido en la ciudad de Módena en posesión de gran cantidad de productos dopantes.
Sin embargo, más allá de la expulsión del equipo, nada le pasó a Alberto Beltrán, se fue a trabajar a España, adquirió nacionalidad en ese país y trabajó en varios equipos en los cuales se fue dando una constante: corredores con resultados positivos en exámenes de dopaje. En 2009, luego de que un ciclista en la vuelta ibérica fuera sorprendido por utilizar una sustancia prohibida, y el acusado señaló al médico Beltrán, se rebosó la copa de las autoridades españolas. Le abrieron un expediente en Cataluña, que eludió huyendo a Baréin.
En este país del Golfo Pérsico siguió haciendo de las suyas, esta vez utilizando productos de venta para caballos de carreras. Hasta 2012, cuando fue detectado en el aeropuerto de Barajas en Madrid, en medio de una redada contra distribuidores de productos para el dopaje de deportistas. Con él cayeron diez profesionales más entre preparadores físicos, deportólogos y distribuidores de los medicamentos. Según la Interpol, la mayoría de los detenidos en esa operación tenían contactos con reconocidas figuras del deporte mundial.
Según informó el director de la Dijín, coronel Luis Poveda, por los delitos de asociación prohibida y tráfico de sustancias controladas en el deporte de alto rendimiento estuvo 17 meses detenido en España. No obstante, por razones no muy claras, quedó en libertad y huyó hacia Colombia. Como siempre se ha movido como pez en el agua en los círculos deportivos del país y de otras naciones, pronto reanudó sus servicios y, según la policía, tenía un selecto grupo de clientes que atendía a doble jornada, con distinción entre jóvenes y adultos.
Sin embargo, en la Agencia Mundial Antidopaje, un organismo creado en 1999 por el Comité Olímpico Internacional (COI), le seguían los pasos a Beltrán hasta que su filial en Colombia reportó su paradero. Se hicieron las verificaciones del caso, se ratificó que tenía deudas con la justicia española y se procedió a informar a las autoridades. La Interpol y la Dijín agilizaron sus pesquisas, algunos investigadores se mimetizaron como deportistas y se logró su captura. Hoy está preso en La Picota, en espera de ser extraditado a España.
La paradoja es que un personaje que llegó a asistir a la selección colombiana de ciclismo en dos mundiales, pero que también estaba en la mira de quienes luchan contra el dopaje en el deporte a nivel mundial, no tiene una mínima anotación judicial en el país. Un hecho que conlleva a un interrogante inaplazable: ¿esta omisión corresponde únicamente al médico Beltrán o es un vacío en las leyes y autoridades colombianas? Lo único cierto es que salvo un artículo del Código Penal que poco aporta y una ley de 2008 en desarrollo, no hay mucho.
Prácticamente, los quijotes de esa pelea por el juego limpio son unos pocos profesionales que libran una lucha desigual contra la actividad ilícita del dopaje, que se está convirtiendo en una mafia. Uno de estos profesionales es el médico Orlando Reyes, actual jefe antidopaje de Coldeportes. Un deportólogo con un ideal claro para su misión: cero tolerancia al dopaje. Sin embargo, sabe muy bien que la tarea es compleja y que va más allá de los exámenes después de las competencias, pues cree que los controles tienen que hacerse desde antes.
Por eso explica que, de acuerdo con los avances antidopaje en el mundo, el asunto desborda la lista prohibida de unas mil sustancias para defraudar al deporte, y pasa por temas de mayor complejidad. Los estándares de muestreo e investigación para que los exámenes se realicen bajo unos cánones técnicos específicos; las normas claras para los laboratorios que evalúan controles con el fin de que sus análisis químicos sean confiables; las autorizaciones para uso terapéutico de sustancias en algunos casos, y la confidencialidad de las historias clínicas.
Un rango de exigencias que en Colombia y otros países del mundo aún está por cumplirse, y que en muchos casos pasa por superar la cultura equivocada de que sin ayuda médica los retos del deporte son imposibles. Por ejemplo, basta recordar el comentario del campeón estadounidense Lance Amstrong, cuando fue despojado de sus siete títulos del Tour de Francia en 2012, al afirmar que era imposible ganar esta competencia sin doparse. Lo que es más preocupante es que el uso de sustancias prohibidas desborda el ámbito profesional.
El médico Orlando Reyes señala que cada día es mayor el uso de esteroides entre simples aficionados al deporte, y esta realidad ya no es tema de competencia de las autoridades deportivas, sino un problema de salud pública. El lío es que muchas de estas sustancias son de venta libre y apenas están clasificadas como estimulantes. Lo que no recalcan muchos médicos que ven normal el uso de los esteroides o sustancias similares, es que tarde o temprano causan efectos en el organismo y su aporte termina siendo mínimo para el deporte.
En cierta medida, pueden faltar reglas claras y, aunque parezca recurrente, el asunto empieza en las leyes. La Ley 1207 de 2008 es la más importante hoy, pero resulta insuficiente. Por eso Coldeportes le ha insistido al Gobierno en la necesidad de que se modifique el tipo penal de suministro o formulación ilegal a deportistas, contenido en la Ley 599 de 2000, porque requiere una actualización frente a las realidades de lo que hoy significa el dopaje a nivel profesional y aficionado. Se trata de castigar otras conductas no menos graves que las anteriores.
Ayudar al consumo de sustancias prohibidas en el mundo del deporte, encubrir a deportistas que realizan prácticas de dopaje, conspirar con profesionales del deporte para efectuar acciones indebidas y traficar con métodos y sustancias. El pasado 23 de abril, el entonces ministro de Justicia, Yesid Reyes, le hizo saber a Coldeportes que son importantes sus aportes y que comparte la necesidad de un cambio en el Código Penal, para que el suministro o formulación ilegal de sustancias prohibidas a deportistas castigue otras modalidades.
La evidencia de esta necesidad legal se advierte en la captura misma del médico Alberto Beltrán. Seguramente, si las autoridades españolas no hubieran tenido un proceso en su contra o Coldeportes o la filial de la Asociación Mundial Antidopaje en Colombia no hubieran advertido de sus antecedentes, el tema seguiría pasando de agache. De hecho, Beltrán atendía pacientes particulares en un gimnasio, con la certeza de que su diagnóstico pasaba por formular sustancias prohibidas para hacer deporte. Y no es el único caso. Los especialistas saben que hay otros médicos en las mismas.
Como recalca el médico Orlando Reyes, que orienta un equipo de apenas siete profesionales en Coldeportes, la sociedad no ha valorado la gravedad de lo que está sucediendo en el dopaje. Se escandaliza cuando ocurren sucesos como la Operación Puerto en España, en 2006, que salpicó a importantes ciclistas como Alberto Contador o Jan Ulrich, pero no quiere ver que el problema hace rato desbordó el ámbito profesional. Ya no es tema de ciclistas, atletas, pesistas o nadadores, el riesgo es para todos aquellos que creen en el uso de sustancias prohibidas con otros fines.
Y no se trata de la cocaína, las anfetaminas u otras drogas llamadas duras, se trata de productos con propósitos estéticos o bebidas que causan daños hepáticos. Los llamados estimulantes blandos que circulan de mano en mano entre miles de deportistas aficionados, en una época en la que cualquier tratamiento médico, asesoría psicológica o consejo familiar o empresarial empieza con la sugerencia de hacer deporte por salud. Lo que no se dice, recalca el médico Reyes, es que no se requiere ayuda alguna para hacer un buen ejercicio.
En síntesis, la captura del médico Alberto Beltrán encendió las alarmas y les permitió a las autoridades de Policía registrar su positivo de la detención en Colombia del “rey del dopaje”. Pero la controversia de fondo está por verse y la sociedad empieza a reaccionar. Por fortuna, después de Estados Unidos y Canadá, el país es hoy la tercera nación del continente en avances contra el dopaje en el mundo del deporte, a tal punto que ya asesora a especialistas de Argentina y Perú. Sólo falta que las autoridades respalden este importante liderazgo.
Doping de profesionales y de aficionados
Escalador en líos
El ciclista profesional Luis Largo, de 23 años, dio positivo en un test fuera de competición, según lo anunció en su momento el desaparecido Team Colombia. Largo es un escalador que había fichado por ese club luego de competir en el Indeportes Boyacá.
El ascenso a la Torre
Para muchos atletas causó admiración que Liliana Moreno se coronara campeona del ascenso a la Torre Colpatria al ascender 48 pisos del edificio. Tras su récord y la victoria en dos ocasiones, se escondía el consumo de una sustancia llamada triamtereno.
Positivos del clásico
Los ciclistas Iván Parra y Rafael Infantino, luego de un control efectuado en una edición del Clásico RCN, resultaron dopados. Las autoridades les detectaron GHRP-2 y Metabolita, que son relacionadas con la hormona del crecimiento y sustancias similares.
Un cuarteto dudoso
En febrero de 2014, los pedalistas Jorge Martínez, Ómar Puentes, Diego Quintero y Jahír Pérez, según detectaron las autoridades médicas, consumieron sustancias prohibidas. Martínez, Puentes y Quintero usaron EPO, Pérez betametasona y a Moreno, el triamtereno.
Sustancias en N. York
Óscar Tovar fue aclamado porque en 2015 ganó en la capital del mundo la dura prueba aficionada de gran fondo. Dio positivo por testosterona. La USADA (entidad mundial de control) determinó para el ciclista aficionado un período de dos años de sanción y perdió los premios.
El ciclista colombo-español que genera debate
El próximo septiembre, el ciclista español nacionalizado colombiano Óscar Sevilla cumple 40 años de edad. Esa longevidad en círculos deportivos y periodísticos es objeto de rumores y sospechas, pues nadie se explica cómo a esa edad ha sido el ganador de las últimas tres Vueltas a Colombia y al cierre de esta edición continuaba como líder de ese certamen que corre por estos días con el equipo EPM Tigo-Une. Los rumores surgen por la Operación Puerto que en 2006 adelantó la Guardia Civil Española contra una red que ofrecía prácticas ilícitas a 58 ciclistas para mejorar su rendimiento.
En esa lista apareció Óscar Sevilla, quien, aunque no fue sancionado, fue expulsado de su equipo. Entonces empezó a participar en equipos de menor nivel. De hecho, ha competido en tres equipos aficionados y ocho profesionales. Esta semana todos los vinculados en la Operación Puerto resultaron exonerados y se conoció que en la lista aparecieron 15 bolsas de sangre y plasma a nombre de Sevilla, entre otros pedalistas.