-Usted tampoco debe cuestionar la transparencia de la FIFA.
Del escándalo que hoy tiene a la FIFA con la cabeza en la guillotina no sabríamos nada si, hace 12 años, Andrew Jennings hubiera acatado esa “amable” sugerencia del director de comunicaciones de la FIFA de entonces, Markus Siegler. Jennings, sin embargo, prefirió obviar el comentario y seguir escarbando, con la intención de resolver un solo interrogante: ¿cuánto se gana el presidente Joseph Blatter? Pero en 2003, lanzarle esa pregunta al máximo organismo rector del fútbol era como ver a un niña preguntándole a una monja si alguna vez había tenido sexo y, peor aun, si lo había disfrutado.
Andrew Jennings tiene 71 años, nació en Escocia aunque creció en Londres, ha sido un devoto del periodismo investigativo y él y su abundante melena plateada son responsables, en buena parte, de que los actos de corrupción del máximo organismo de fútbol hayan salido a la luz pública. Mucho antes de que el FBI accediera a documentos que podrían probar que muchos dirigentes del fútbol se vendieron por el más caro plato de lentejas, Jennings ya los había conocido e incluso los había publicado en 2006 (el año del Mundial en Alemania) en un libro que llamó Tarjeta roja: el libro secreto de la FIFA.
La razón por la cual la FIFA vetó a Andrew Jennings es porque él encontró la respuesta: Blatter, le confirmó un exdirector de finanzas de la FIFA llamado Erwin Schmid, ganaba en ese entonces unos US$4 millones al año libres de impuestos. Esa suma, con la tasa de cambio de hoy, vendrían a ser actualmente unos $10.000 millones. Siguiendo esa lógica, en un día, Blatter se gana $27 millones, algo más que el salario mensual de un ministro o un magistrado colombiano. Jennings encontró, además, que Blatter era también el destinatario de un bono anual estimado en 250.000 euros, que son como $1.000 millones.
La reacción de Blatter al artículo “El bono secreto de Blatter que la FIFA trató de encubrir” fue anunciar que se venía una demanda. Nunca ocurrió. Lo que sí sucedió fue que Markus Siegler, el mismo que le había dicho a Andrew Jennings que la FIFA no estaba para ser cuestionada, le notificó vía email que no le permitirían ingresar a las instalaciones del organismo. “Sigo siendo el único reportero en el mundo vetado por la FIFA”, escribió el escocés en su página web www.transparencyinsport.org (que traduce transparencia en el deporte).
Dos años antes de que le prohibieran entrar a la sede de la FIFA en Zúrich (Suiza), Andrew Jennings ya había hecho la movida que le abriría la puerta a miles de páginas clasificadas. En 2001, en una rueda de prensa, se sentó en la parte de adelante del auditorio, frente a Joseph Blatter, y le preguntó: “¿Usted alguna vez ha aceptado un soborno?”. Jennings, a diferencia de quienes lo rodeaban, no usaba traje ni corbata y tampoco se refirió a Blatter como “presidente” sino como “señor”: ambos gestos, contaría en 2007 en una conferencia en Argentina, tenían el propósito de atraer a empleados de la FIFA “honestos” que quisieran darle información.
Y lo consiguió. Así, de paso, se convirtió oficialmente en el suplicio de uno de los hombres más importantes del planeta, el suizo Joseph Blatter, quien ha negado hasta la saciedad haber alentado alguna vez una acción turbia. Fue elegido presidente de la FIFA en 1998, cuando arrancaba el Mundial de Francia, y el pasado 2 de junio presentó su carta de dimisión: “Quiero a la FIFA más que a nada y sólo quiero hacer lo mejor para ella y para el fútbol (...) Por eso he decidido poner fin a mi mandato en un congreso extraordinario”. La fecha del congreso no se ha determinado aún y la revista Time resaltaba que Blatter no dijo ni una vez “yo renuncio”.
En 2009, un año antes de que empezara el Mundial de Sudáfrica, Jennings colgó un video en Youtube que dura un minuto y 33 segundos. Éste comienza con una música algo traviesa y con la imagen del reportero escondido tras un árbol, usando un abrigo largo y una boina, mientras Joseph Blatter se dirige a una rueda de prensa en la sede de la FIFA. Jennings lo intercepta en el camino y le consulta si puede asistir también. Blatter le dice “Ok”. El periodista replica: “Lo que quiero preguntar es si sabe qué delegados de la FIFA recibieron sobornos de ISL”. Y Blatter señala: “Yo no respondo esas preguntas”.
El escándalo ISL
La última vez que la empresa ISL (International Sport & Leisure) protagonizó titulares de prensa fue el 29 de abril de 2013. Ese día, el presidente del comité ético de la FIFA, Hans-Joachim Eckert, informó que sí, que el expresidente de la FIFA Jean-Marie Havelange, su yerno Ricardo Teixeira (expresidente de la Confederación Brasileña de Fútbol) y Nicolás Leoz habían recibido sobornos de ISL entre 1992 y 2000. Que sí, fue reprochable. Que no, que no había delito. Y que sanciones ya para qué: Havelange había renunciado a su presidencia honoraria y Leoz, a su presidencia de la Conmebol.
Esa compañía, desde los años 80, comercializaba derechos televisivos y de mercadeo de la FIFA, con la cual llegó a mover más de US$2.400 millones. En 2001 quebró; luego se vino a saber que los sobornos a los dirigentes de la FIFA para asegurar los contratos habían superado los US$100 millones. Y si alguien tenía claro los inicios de ISL, ese era Andrew Jennings. En su libro, el periodista escocés narró que fue creada por el alemán Horst Dassler, hijo del fundador de Adidas, al darse cuenta de que esos derechos eran la perla dentro de la ostra en el universo deportivo.
En la historia de la FIFA es claro que fue en la era Havelange (1974-1998) en la que fútbol y empresas se unieron en matrimonio. Lo que pocos recuerdan tan bien como Andrew Jennings, es que el alemán Dassler fue el cerebro de esa maniobra. Jennings relató que Dassler repartió sobres con plata para asegurar la presidencia de Havelange; logró que Coca-Cola se convirtiera en la gran patrocinadora de la Copa del Mundo; sacó del camino a un secretario general de la FIFA honesto, Helmut Käser, y lo reemplazó con un hombre entrenado en los cuarteles de Adidas: Joseph Blatter.
Jennings detalló el momento en que Blatter quiso derrocar a Havelange: fue en 1994, meses antes del Mundial de Estados Unidos, en una reunión con delegados del fútbol europeo a quienes les dijo: “Si ustedes me apoyan, nos deshacemos de él”. El delegado de Islandia divulgó el episodio y, como era de esperarse, fue para Blatter y Havelange, como un terremoto que parte una autopista en dos. Havelange quería la cabeza de quien, se suponía, era su mano derecha. Pero el día que lo confrontó, Blatter le dijo: “Si me voy, tú caes conmigo. Confirma con ISL antes de hacer cualquier cosa apresurada”.
En la mayoría de artículos periodísticos sobre ISL se ha resaltado el coraje del exfiscal estadounidense Michael J. García, contratado por la FIFA para hacer una investigación interna e independiente. García hizo un informe de 4.200 páginas, que incluía los sobornos de ISL, y renunció por la forma en que el comité ético de la FIFA manejó –y ocultó– su trabajo. Andrew Jennings, sin embargo, tiene otra opinión de García: en una versión actualizada de su libro sostiene que Blatter lo contrató no para investigar con independencia, sino para librarlo de cualquier responsabilidad en el caso ISL. Y que García cumplió.
Blatter supo que ISL le había enviado dinero a Havelange a través de una cuenta de la FIFA y no lo reportó. “García concluyó que Blatter quizás actuó con ‘torpeza’, pero no criminalmente. Sus opiniones raras siguen generando cuestionamientos sobre su ‘independencia’ con respecto a su rico cliente”, señaló Jennings. Adidas y ISL crecieron de la mano de Dassler, pero él murió en 1987, con 51 años de edad, por cáncer. Según Jennings, su hijo, su hija y sus cuatro hermanas “hicieron su mejor esfuerzo por borrarlo de su historia. Dassler, el hombre rico e influyente, era una vergüenza”.
Las revelaciones de su libro, sumadas a las que constantemente divulga a través de su portal “Transparencia en el deporte”, hicieron de Andrew Jennings el hombre menos querido de la FIFA. En ese espacio le impide a la organización olvidar sus pecados, como el día que el argentino Julio Grandona, uno de sus vicepresidentes, se mostró plácido y sonriente con el dictador Jorge Videla, mientras éste felicitaba a la selección de fútbol que ganó el Mundial del 78, al tiempo que los asesinatos y las desapariciones a manos de agentes estatales estaban a la orden del día.
Viendo los videos que sube en Youtube, uno concluye que Andrew Jennings disfruta mucho siendo el único periodista vetado por la FIFA. Sin ese veto su popularidad, probablemente, no sería la misma. Les contó a varios medios internacionales que el pasado 27 de mayo, cuando estalló el escándalo y siete dirigentes del fútbol fueron detenidos en Zúrich, apagó su teléfono a punto de estallar, porque quería dormir más. Al siguiente día, ya despierto e informado, desde Twitter, sentó su posición: “Les di al FBI los documentos cruciales que desencadenaron los arrestos de ayer. Hay más por venir. Blatter es el objetivo”.
Firma auditora de la FIFA, cuestionada
El debate sobre el escándalo de corrupción de la FIFA, ahora pone su atención en el trabajo de auditoría financiera que por 16 años realizó la red KPMG, líder mundial en esta materia.
Si bien, la FIFA es una organización sin ánimo de lucro y sus cuentas no son revisadas con el mismo detalle que una entidad pública, el trabajo de empresas como KPMG, se usa para dar un parte de transparencia y honestidad a los patrocinadores.
La semana pasada, la firma auditora dio su más reciente declaración ante el escándalo que enfrenta el organismo y aseguró que se mantiene del lado de su cliente.
El argumento para mantenerse en ese bando, es que la calidad de las auditorías depende de la cantidad y la veracidad de la información que sus clientes le proporcionen.
Además, la compañía asegura que ni el pago de US$10 millones, para asegurar que la sede del Mundial de 2010 fuera Sudáfrica, los sorprendió, pues en una federación tan grande, ese monto no es motivo de alarma.
“Omertà”, el segundo libro de Andrew Jinnings
Luego de publicar en 2006 Tarjeta roja: el libro secreto de la FIFA, el año pasado el reportero Andrew Jennings hizo dos cosas: actualizó ese primer libro que escribió sobre la organización rectora del fútbol y escribió una segunda obra, concentrada esta vez en quien ha sido su presidente desde 1998, el suizo Joseph Blatter.
“En Omertà muestro que la cúpula de la FIFA, antes dirigida por el brasileño João Havelange y ahora por Sepp Blatter, cumple con todas las características que definen a un grupo del crimen organizado”. De esa manera, el propio Jennings resume el contenido de su libro. Para Jennings, fue esencial seguir “el rastro de maletines llenos de lingotes de oro” y parte de la historia se enfoca, precisamente, en el ‘hombre del maletín’: Jean-Marie Weber, a quien le atribuye haber distribuido US$100 millones en sobornos a directivos de la FIFA, de la mano de Joseph Blatter, quien siempre ha negado cualquier acusación relacionada con actos de corrupción.