El pasado 7 de junio, en el hospital Meissen al sur de Bogotá, la gripe AH1N1 dejó su primera víctima en Colombia. Se trataba de una mujer de 24 años que falleció por una neumonía severa derivada del virus. A partir de ese día, las autoridades sanitarias fueron notificadas que la pandemia del siglo en el mundo empezaba a causar sus primeros efectos letales en el país.
No obstante los controles y las advertencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que había señalado que las mujeres embarazadas tenían mayor riesgo de contraer la gripe, las alarmas nuevamente se prendieron. Un mes y una semana después murió la primera gestante en Colombia.
Una mujer de 21 años, que fue hospitalizada el 18 de julio en una clínica de Bogotá, no resistió. Tenía tos, dolor de garganta, fiebre y dolor en el cuerpo. Luego de tres días con el letal virus, afectó sus pulmones y el 21 de julio dejó de existir. Una semana después otra mujer embarazada, de 27 años, corrió la misma suerte en un centro asistencial del departamento de Antioquia.
Al finalizar ese mes, las víctimas por la gripe ya llegaban a veinte. Sin embargo, los especialistas no veían una muestra significativa para determinar alguna tendencia sobre los tipos de pacientes que se estaban muriendo por efecto del virus.
En los meses de agosto y septiembre el número de mujeres embarazadas fallecidas empezó a incrementarse de manera significativa. En agosto diez mujeres en el Meta, Cartagena, Bogotá, Antioquia, Cesar y Norte de Santander aumentaron el fatal registro.
En septiembre, la tendencia disminuyó ligeramente. En ese período ocho mujeres de Nariño, Risaralda, Valle, Córdoba, Cartagena, Barranquilla y Atlántico murieron al contraer la AH1N1. De esta manera, registros parciales muestran que desde que apareció el virus en Colombia, en el municipio de Zipaquirá, el pasado 3 de mayo, han fallecido 190 pacientes, de los cuales 22 corresponden a mujeres en estado de embarazo.
Frente al asunto, médicos, epidemiólogos y organismos de control aún no tienen certeza de por qué se registró la suma tan alta de madres en gestación muertas. Menos si mediante carta enviada el 30 de abril por el superintendente nacional de Salud, Mario Mejía, a los presidentes de las EPS y a los gerentes de las clínicas, había solicitado dar estricto cumplimiento a la normatividad. De igual forma, conminó al sector a acatar las líneas de acción del Plan de Prevención y Mitigación ante la posible pandemia de influenza tipo AH1N1, expedido por el Ministerio de la Protección Social.
Sin embargo, el mejor testimonio de lo que estaba pasando con algunas mujeres en embarazo que fallecieron lo dieron sus propios familiares. Varias quejas se presentaron personalmente en las Secretarías de Salud locales de varias ciudades y otras escritas a la Superintendencia Nacional de Salud. Todas con un común denominador: posibles fallas en la atención médica de las pacientes con la consecuente pérdida de la madre y su bebé.
De esta manera, por instrucciones del propio Superintendente de Salud, un equipo de epidemiólogos, encabezado por el especialista Javier Morales, iniciaron las pesquisas por todo el país con el fin de precisar lo que realmente pasó. De manera complementaria se enviaron requerimientos de información a cuatro entidades por quejas de usuarios, otros 22 a entidades promotoras de salud (EPS) del Régimen Contributivo y Subsidiado, así como otras 22 clínicas y hospitales en todo el país.
No obstante, El Espectador conoció los resultados de las primeras investigaciones de este trabajo de varios meses con resultados preliminares que a simple vista resultan inquietantes. Se registraron varios casos en que tanto las clínicas y hospitales o las mismas EPS demoraron por trámites la remisión de pacientes.
Otras fallas en la atención a pacientes de influenza AH1N1 son generadas por el propio personal de salud en la identificación de infecciones respiratorias agudas y manejo de gestantes. Existe, además, demora en la medicación del tamiflú. En cuanto a las IPS, se ha detectado que varias no cuentan con una sala o un área para el manejo de pacientes con infección respiratoria.
Con respecto a la notificación de los casos, hay demora en el reporte al Sivigila, que canaliza toda la información estadística sobre la enfermedad y analiza los casos con mortalidad. A ello se suma que en algunos casos no se efectúa la autopsia.
Otras dos situaciones reflejan que algo grave puede estar sucediendo: por ejemplo, que en una IPS un médico se equivocó en la formulación de un medicamento a una paciente que posteriormente falleció. O otra EPS que demoró la remisión de una madre gestante con el virus y hoy está en el cementerio.
Por hechos como estos varias instituciones están en la mira de la Supersalud, que incluso ya hizo varias visitas de inspección. Las actuaciones de 12 clínicas y hospitales, cuatro EPS y tres entidades territoriales son revisadas con lupa por el organismo. Un asunto que también está en conocimiento de los diferentes comités de ética médica.
El Ministerio de la Protección Social y el Instituto Nacional de Salud aseguran que la pandemia está controlada, gracias a que se impusieron controles desde el momento en que se conoció de su existencia. Sin embargo, por efecto del actual invierno en Estados Unidos, la visita de cruceros del exterior a Cartagena, los cambios climáticos por el fenómeno del niño y las vacaciones de fin de año en Colombia, se puede registrar un incremento de contagiados por el virus.
Los reportes a los Comités de Vigilancia Epidemiológica del país no paran. Entre tanto, las familias de 22 mujeres lloran a sus muertas y a sus bebés. Están convencidas de que más allá de los efectos que puede producir la gripe AH1N1, hubo extrañas circunstancias asistenciales que precipitaron su desgracia y buscan responsables.
Vea la infografía sobre las 22 muertes de madres embarazdas por AH1N1