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La FIFA al banquillo

El organismo rector del fútbol mundial parecía intocable, hasta que Estados Unidos le salió al paso.

Norbey Quevedo Hernández
31 de mayo de 2015 - 02:03 a. m.

implicados en la fifa

Era un secreto a voces que la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) actuaba como una rueda suelta. Aparte de sus comisiones de gestión y órganos disciplinarios internos, nadie se atrevía a controlarla o a ejercer alguna veeduría externa de sus procesos. Cualquier injerencia gubernamental en sus asuntos era respondida con veto a las federaciones cuestionadas. Hasta que vino el tatequieto de la justicia estadounidense que hoy tiene conmocionado el mundo del fútbol y alerta a los investigadores de múltiples países.El escándalo de sobornos, lavado de activos y fraude electrónico que compromete a 14 integrantes de la FIFA, entre dirigentes y empleados, al igual que a tres empresas del universo deportivo, según cuentas preliminares del Departamento de Justicia de Estados Unidos, pasa de los US$150 millones. Una cifra ínfima a la que se calcula pueden totalizar los ríos de dinero sin suficiente auditoría en la historia reciente del organismo. No son pocos los hechos denunciados sin que autoridad alguna se hubiera atrevido a abrir investigaciones.

Al menos desde 2002, cuando Joseph Blatter logró su primera reelección en la presidencia de la FIFA, se habla de compra de votos, malversación de fondos, pago de comisiones, negocio de reventa de entradas, dudosas operaciones por derechos de transmisión y millonarias dádivas por concesión irregular de sedes para mundiales de fútbol. Sin embargo, la Comisión de Ética, creada para imponer sanciones según los estatutos del organismo, salvo casos muy evidentes, ha demostrado poca eficacia para salirle al paso a la corrupción.

¿Cómo se llegó a este régimen en el organismo rector del deporte más popular en el mundo? Para tratar de entenderlo hay que explorar su historia. La FIFA surgió en 1904 entre siete países europeos interesados en promover el fútbol. Durante sus primeros años, el mayor logro fue la sumatoria de nuevos afiliados de otras naciones, hasta que en 1921 el francés Jules Rimet asumió su presidencia y en los 33 años que la regentó no sólo ya eran 85 las federaciones asociadas, sino que se organizaron los primeros cinco mundiales de fútbol.

Tras el retiro de Rimet en 1954, a sus 80 años, la FIFA entró en una nueva fase, con limitaciones económicas por falta de subsidios gubernamentales o privados y limitados ingresos, casi dependientes de las copas mundiales. Hasta 1974 tuvo tres presidentes, el más reconocido de los cuales fue el exárbitro inglés Stanley Rous. Sin embargo, ese año asumió la presidencia de la FIFA el brasileño João Havelange, quien durante 24 años de mandato le dio un giro radical a la proyección y promoción de este deporte y lo transformó en una multimillonaria industria orbital.

Rápidamente se amplió el número de cupos en los mundiales, fueron llegando nuevas federaciones de Asia, África y Oceanía, y se sumaron dos componentes económicos cruciales: los ingresos por publicidad y los derechos por transmisión de eventos a través de la televisión. Como era de esperarse, los ingresos de la FIFA se multiplicaron, su infraestructura administrativa se expandió y surgieron las primeras denuncias por actos de corrupción que nunca pasaron de señalamientos o reclamos públicos de los opositores de João Havelange.

Al tiempo que el zar del balompié brasileño edificaba su imperio internacional, en la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), creada en 1916, se vivía una transformación parecida. Después de presidir la Asociación Paraguaya de Fútbol y de obrar varios años como vicepresidente de la Conmebol, en 1986 entró a regir los destinos del organismo Nicolás Leoz. Su mandato se extendió durante 27 años, hasta 2013, tiempo durante el cual la confederación fortaleció su influencia en la FIFA, se acrecentó su poder económico, y también llegaron las primeras denuncias.

La era Leoz, iniciada en tiempos de Havelange, tuvo una transición determinante en 1998, cuando la FIFA eligió como su nuevo rector a la mano derecha del brasileño: el dirigente suizo Joseph Blatter. Se había vinculado al organismo como secretario en 1975, un año después del ascenso a la presidencia de Havelange, y le guardó la espalda hasta que heredó el trono. De ahí en adelante, la FIFA se volvió multinacional deportiva, sus ingresos rebasaron las expectativas y la Conmebol en manos de Leoz resultó el aliado perfecto.

Desde entonces, con el avance de la tecnología, y sobre todo de la televisión, el fútbol es mucho más que un deporte, y la FIFA terminó por consolidar una especie de estado supranacional en un mundo globalizado. Si habitualmente los futbolistas carecían de derechos laborales, en la perspectiva del espectáculo terminaron por volverse los reyes del mercadeo publicitario. El fútbol dejó de ser sana competencia o amistad y se volvió venta de derechos de transmisión, millonarias transferencias de jugadores, preventa de entradas a estadios o negocio aparte de los poderosos.

En ese contexto, con una organización que ya tiene 209 afiliados, 16 más que la ONU, era de esperarse que la FIFA se convirtiera en un imperio. Y con Blatter a la cabeza, en una industria para ganar dinero. Según el informe de finanzas 2014, en tres años tuvo ingresos por US$5.718 millones. El propio Blatter, en la presentación del reporte a sus asociados, proyectó que durante el ciclo presupuestario 2015-2018 esas inversiones “ascenderán gradualmente a más de US$3.800 millones. Tan sólo el Mundial de Brasil 2014, según Blatter, dejó ganancias por US$100 millones.

Con esas cifras astronómicas, los antecedentes de denuncias fallidas desde 2002 y los vetos a Nigeria, Irán, Chad, Camerún, Salvador y Perú porque sus gobiernos intentaron indagar por pagos o contratos y la FIFA respondió que las asociaciones estaban obligadas a administrar sus asuntos sin injerencias de terceros, era lógico que más temprano que tarde el tema iba a desbordar en un escándalo. Lo que faltaba saber era quién iba a enfrentarlo. Lo hicieron la fiscal Loretta Lynch, del Tribunal de Brooklyn, y el director del FBI, James Comey.

Con ese poder del fútbol no sorprende la forma como, a raíz del escándalo, el tema también terminó convertido en motivo de confrontación internacional. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, señaló a Estados Unidos de atacar a Blatter para afectar el Mundial 2018 que se realizará en su país. El primer ministro británico, David Cameron, quiso presionar un relevo en la presidencia de la FIFA y anunció su apoyo a la justicia de Estados Unidos. Francia intentó aplazar la reelección de Blatter. Al final, el dirigente suizo se salió con la suya y fue reelegido este viernes.

Sin embargo, como lo admitió Blatter en la víspera de su nuevo mandato, “los próximos meses no serán fáciles para la FIFA”. Así se advierte desde las naciones cuyos dirigentes están involucrados en el escándalo. En Argentina les abrieron proceso a los empresarios deportivos Alejandro Burzaco, Hugo Jinkis y su hijo Mariano. En Brasil, la Confederación de Fútbol sacó de inmediato a su vicepresidente, José María Marín. En Centroamérica, la Concacaf tiembla porque se conoce que entre sus miembros empezaron las primeras delaciones.

Daryll Wagner, hijo del exmiembro de la Concacaf y acusado Jack Wagner, ya admitió los cargos de fraude electrónico, lavado de dinero y estructuración de transacciones financieras. Charles Blazer, exsecretario del mismo organismo, asumió su responsabilidad y aceptó diez cargos. José Hawilla, de nacionalidad brasileña y propietario de la empresa Traffic, también aceptó que conspiró para obtener millonarios recursos a través del fútbol. En casi 20 países, los dirigentes del balompié se desmarcan de las denuncias.

Entre tanto, con 133 votos contra 73, Blatter aseguró este viernes su quinto mandato. Su único opositor, el príncipe jordano Alí bin Al Hussein se retiró cuando asumió que la aplanadora no le daba opción. Aunque Europa representa hoy la resistencia, en el Tercer Mundo, donde las federaciones requieren asistencia económica, Blatter todavía es líder. Pero al imperio de la FIFA le salió al paso la justicia estadounidense, que tampoco conoce límites. Mientras millones de aficionados gozan o sufren por el fútbol, este hermoso deporte hoy es también eje de la geopolítica.

***

El negocio con las audiencias

Uno de los negocios que ha hecho a la FIFA una de las organizaciones más poderosas a nivel mundial es el cobro de derechos por transmisiones de eventos deportivos por televisión. El caso más representativo es la audiencia que representa a nivel el Mundial, evento reina de la entidad. Las mediciones de la FIFA dan cuenta, por ejemplo, que para el Mundial de Alemania en 2006, cuya final fue disputada por Italia y Francia, y que se definió por disparos desde los 12 pasos, fue vista por 715 millones de personas. En el siguiente Mundial, disputado en Sudáfrica en 2010, la audiencia fue de 700 millones de personas en el título que España le ganó a Holanda. La final de 2014 en Brasil, entre Alemania y Argentina, tuvo una sintonía de 619 millones de televidentes.

Otros escándalos en la entidad

La primera vez que se habló de denuncias en contra de la FIFA fue en febrero de 2002, cuando se denunció compra de votos en la primera elección de Joseph Blatter en 1998. Posteriormente, en octubre de 2010, se habló de un informe de la prensa inglesa que daba cuenta de que directivos del organismo estaban dispuestos a ofrecer su voto por la candidatura del Mundial de Rusia en 2018 a cambio de sobornos. También la Comisión de Ética de la FIFA suspendió por 30 días al francés Reynald Temani por pedir dinero a cambio de su voto. En mayo de 2011 el expresidente de la Federación Inglesa David Triesman denunció que los directivos de la FIFA Jack Warner, Nicolás Leoz, Ricardo Texeira y Worawi Makudi intentaron sobornos.

 

El caso FIFA y su efecto en Colombia

La Federación Colombiana de Fútbol aclaró que sus relaciones con la firma Full Play, involucrada en el escándalo de corrupción de la FIFA, se limitaron a la contratación de algunos partidos amistosos de la selección de mayores.

“Datisa acordó pagar US$100 millones en sobornos a funcionarios de la Conmebol a cambio del contrato de la Copa América en 2013. US$20 millones para la firma del contrato y US$20 millones para cada una de las cuatro ediciones siguientes del torneo. Cada pago debía ser dividido entre los receptores del soborno de la siguiente manera: US$3 millones a cada uno de los tres dirigentes principales de la Conmebol y US$1,5 millones a cada uno de los otros siete presidentes de Fedeción de la Conmebol”.

Este señalamiento de la fiscal Loreta Lynch, más allá de las imputaciones contra 14 dirigentes y empleados de la FIFA, y tres empresas de transmisión de eventos, es
el único indicio que por ahora lleva a pensar a las autoridades colombianas en la necesidad de iniciar pesquisas. Así lo admitió la Fiscalía, que formalmente ya solicitó al Departamento de Justicia de Estados Unidos que le aclare si entre los detenidos o involucrados por el escándalo figuran ciudadanos colombianos o compañías de carácter nacional.

Al tiempo que ofreció toda su colaboración, la Federación Colombiana de Fútbol aclaró que en cuanto a sus relaciones con la firma Full Play, involucrada en el escándalo, ésta se limitó a la contratación de algunos partidos amistosos de la selección de mayores, en su momento aprobada por el Comité Ejecutivo. Además, agregó, que desde 1989 y hasta el año 2018 los derechos de transmisión de los partidos del combinado son comercializados mundialmente por Caracol TV.

Sin embargo, y para saldar dudas, tanto la Fiscalía como la Unidad de Información y Análisis Financiero (UIAF) determinaron abrir de oficio indagaciones para establecer, a través de estudios técnicos, si algún dirigente de la Federación pueda tener movimientos financieros que generen algún tipo de sospechas sobre conductas ilícitas. Por lo pronto, la justicia colombiana decidió solicitarle a su homóloga de Estados Unidos copia de sus investigaciones, a fin de evaluar si existen nexos de colombianos con el escándalo de la FIFA.

De igual manera, ante lo sucedido, varios dirigentes del fútbol profesional le plantearon a la Federación la realización de una asamblea extraordinaria para examinar los efectos del escándalo que afecta a varios dirigentes del fútbol suramericano, en particular al expresidente de la Conmebol, Nicolás Leoz, dirigente paraguayo que, entre otros aspectos, tiene también nacionalidad colombiana. La idea es que dicha reunión se realice esa misma semana, al tiempo que el presidente de la Federación, Luis Bedoya, exponga sus observaciones.

Por Norbey Quevedo Hernández

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