El motor del avión Cessna 208 dejó de funcionar sin previo aviso. Mientra perdían y perdía altitud, el piloto alcanzó a enviar sus coordenadas al centro de control. Justo antes de chocar contra el filo de una peña, cerca de la vereda Alejandría de Florencia (Caquetá), entre 20 y 25 unidades del Bloque Sur de las Farc abrieron fuego en contra de la aeronave. La falla mecánica llevó al choque que hizo que el avión se partiera en dos. Sin entender qué estaba pasando, los combatientes corrieron al lugar del siniestro. Encontraron a cinco personas, cuatro de ellas de ciudadanía estadounidense y una colombiana, y los separaron. Así comenzó el secuestro de Thomas Howes, Keith Stansell y Marc Gonsalves, el 12 de febrero de 2003. (Los cinco años de Gonsalves, Stansell y Howes en la selva)
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Los hombres del Bloque Sur que entregaron las armas, luego de los diálogos de paz en La Habana, le entregaron a la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) su versión de lo que sucedió a raíz del accidente del Cessna 208 que terminó en el plagio de los tres contratistas, quienes estuvieron en cautiverio durante cinco años. De entrada, los excombatientes señalaron que su voluntad en contar lo sucedido corresponde al compromiso colectivo que adquirió la guerrilla con la firma del Acuerdo Final en 2016. Pero, como en otros casos, dijeron que los detalles de lo ocurrido no los pueden relatar, pues quienes participaron del plagio están muertos y se les ha dificultado encontrar a otros hombres que puedan tener más información.
Además, explicaron que la ausencia de Hernán Darío Velásquez, más conocido como el Paisa, ha sido mortal para su compromiso con la JEP, pues él era su máximo líder. El excomandante salió del proceso de reincorporación en abril del año pasado y regresó a las armas junto a Iván Márquez y Jesús Santrich. A pesar de los vacíos que aseguran tener, los exguerilleros dejaron en su versión libre detalles claves para la historia de este secuestro, uno de los más emblemáticos de la historia de las Farc, pues fueron los únicos extranjeros plagiados por tanto tiempo. La historia para la guerrilla comenzó en febrero de 2003, en medio de una operación secreta, comandada por alias la Pilosa e Iván Parola.
Ambos comandantes tenían la misión de llevar a casi 25 unidades guerrilleras hasta una zona conocida como El Para, en la selva del Caquetá. Tenían que pasar por un territorio que ni siquiera para ellos era familiar, lo que les dificultó la travesía. Después de atender a algunos integrantes del frente tercero que estaban heridos, sobre las veredas conocidas como San Antonio de Atena y La Esperanza, los hombres llegaron a otra zona llamada Alejandría de Florencia. Allí pasaron la noche. Cuando se alistaban para empezar otra jornada de caminata, escucharon el motor de un avión muy cerca. Todos se extrañaron por el sonido pues, explicaron, no era una zona de vuelos comerciales. (Corte avaló extradición de uno de los 'carceleros' de los tres contratistas estadounidenses)
Además, la altitud que llevaba la aeronave les pareció sospechosa. Cuando el avión estuvo al alcance de sus fusiles, la orden fue disparar. Pero, aclararon, el plan nunca fue derribarla ni mucho menos secuestrar a quienes iban adentro. En parte porque, según su relato, los guerrilleros no tenían idea de quiénes eran los tripulantes. “Nunca existió un plan de derribar la nave, pues nos encontrábamos marchando a otra misión, de la cual tenía conocimiento únicamente el Paisa y la Pilosa. Por esto, los hechos que se dieron después de la caída de la nave no fueron nunca planeados ni por la comisión, ni por los mandos del bloque ni por el Secretariado”, agregaron en su relato.
Con el avión partido en dos, los hombres del Bloque Sur corrieron al rescate de los tripulantes. Separaron a tres norteamericanos y los sacaron a la parte alta del cerro. A su compatriota y al colombiano se los llevaron otros hombres hacia una dirección distinta. Hicieron un barrido de sus pertenencias y su alarma siguió en aumento. Encontraron un fusil, tres pistolas y otros elementos que les “hicieron sospechar inmediatamente que quienes abordaban la nave no eran civiles”. Los implementos sospechosos eran unas cámaras con fotos de campamentos guerrilleros y del área donde estaban integrantes de la columna Teófilo Becerra, perteneciente al Bloque Sur.
De acuerdo con la versión libre de las Farc, su reacción inmediata fue socorrer a los tripulantes, pues varios de ellos tenían graves heridas en la cabeza. Pero al separar el grupo, continúa su relato, los sobrevuelos de al menos 18 helicópteros de la Fuerza Aérea se recrudecieron, especialmente hacia la zona a donde habían llevado a los dos pasajeros colombianos. El reencuentro con el resto de la unidad y con los estadounidenses se complicó a tal nivel que uno de los comandantes guerrilleros que estaba con el colombiano y el extranjero decidió matarlos. Las víctimas fueron Thomas Janis y el sargento del Ejército colombiano Luis Alcides Cruz. (Martín Sombra, el carcelero de las Farc, cuenta su verdad a la JEP)
Sobre este hecho, queremos precisar, sin el ánimo de justificar, que, al encontrarse emboscados por los efectivos del Ejército, quien comandaba esta unidad, tomó la decisión de disparar en su humanidad pues no existían las condiciones para su traslado, en cambio sí existía un riesgo inminente para la vida de los demás”, explicó la guerrilla. Al responsable de los dos asesinatos, las Farc lo identificaron como Wilking Fernando Lugo y explicaron que fue castigado por estos hechos. Al otro lado de la loma, Thomas Howes, Keith Stansell y Marc Gonsalves se presentaron como empleados de Northrop Grumman, una empresa contratista del Pentágono dedicada al rastreo de comunicaciones y ayuda satelital para el Plan Colombia.
A las Farc la historia no les cuadró. Para ellos, era claro que se trataba de hombres con conocimiento militar. “Por ejemplo, y tal y como lo establecen los señores en los libros escritos que son de público conocimiento, ellos pidieron que los desnudaran pues en su ropa traían cámaras y elementos que solicitaron que les retiraran dado que podían implicar un riesgo para su vida, en tanto el Ejército podía ubicarnos por los mismos. Este conocimiento no lo tiene un civil”, argumentó la guerrilla en su versión libre Para ellos, la presencia de los tres norteamericanos en la zona, no tenía otra explicación: se trataba de una intervención de países extranjeros que buscaban infiltrarlos o atacarlos.
Las Farc reiteraron en varias ocasiones, luego de este plagio, que se trataba de agentes de la CIA. Por eso, los tres secuestrados pasaron a tener un puesto en la lista de posibles personas canjeables con el gobierno. A cambio de ellos tres, la guerrilla le pidió al gobierno de Álvaro Uribe Vélez que dejara libres a la excomandante, alias Sonia, y a Simón Trinidad. Ni el entonces presidente, ni su homólogo en Estados Unidos, George Bush, a donde fue enviado en extradición Trinidad, accedieron a sus peticiones. Pese a que sus familiares pidieron negociaciones, ya en libertad, Howes, Stansell y Gonsalves aplaudieron este hecho.
La guerrilla insistió en que ninguno de sus integrantes, ni siquiera del Secretariado, planearon este hecho. Por esta razón, criticaron la decisión del gobierno de Estados Unidos de condenar a Trinidad por el plagio, pues, según su relato, nadie lo ordenó. Cuando los tres pasaron a la lista de canjeables, su custodia se volvió ser tarea del Bloque Oriental, en donde estuvieron retenidos junto a Ingrid Betancur, Luis Eladio Pérez y Clara Rojas. Esta parte de su cautiverio ocurrió en el departamento del Guaviare. El Bloque Sur, a diferencia de sus versiones sobre el resto de secuestros, no habló sobre la situación que vivieron los estadounidenses en la selva ni de que siempre se les respetaron sus derechos.
En cambio, los tres contratistas sí lo relataron en un libro que publicaron en febrero de 2009, después de su rescate en la Operación Jaque -que se dio el 2 de julio de 2008-, bajo el título Out of Captivity (en español: Fuera del cautiverio). Allí, definieron a sus captores como “una banda variopinta de adolescentes idealistas con el cerebro lavado y curtidos veteranos conscientes de que de la guerrilla solamente se sale en una bolsa funeraria”. Agregaron que nunca tuvieron un trato digno y que no les daban botas para que no se pudieran escapar. Además del libro, en una corte de Estados Unidos, los estadounidenses también se refirieron a su cautiverio. Lo hicieron en 2015 cuando fue condenado el exguerrillero Diego Alfonso Navarrete Beltrán.
La Corte del Distrito de Columbia, en Washington, le impuso una condena de 27 años por los delitos de secuestros y del delito de terrorismo. “Eres un cobarde ahora. Pero, eras un gran hombre entonces cuando empuñabas un rifle, ¿verdad? Mansito es ahora la palabra, ¿no?”, expresó con rabia Keith Stansell. “Prometo que lo que nos hiciste no hizo mella en mi humanidad”, agregó Stansell, quien identificó a Navarrete como “el hombre de los cigarros”, pues no cesaba de pedir tabaco a los estadounidenses mientras estos permanecían en celdas, dentro de la selva y con cadenas al cuello.
Sobre este hecho, el Bloque Sur no mencionó ni una palabra. Lo que es claro es que Jaque fue un golpe certero a las Farc. La operación, ejecutada por 13 militares, fue una estratégica misión de inteligencia militar en la que la Fuerza Pública infiltró a los frentes primero y séptimo de las Farc e incluyó la creación de una ONG ficticia, con la que se hizo la pantomima de una misión humanitaria. En helicópteros militares pintados de blanco, miembros del Ejército llegaron hasta la zona en donde habían sido reunidos los secuestrados, aterrizaron en medio de los guerrilleros y les pusieron esposas de plástico a los cautivos para hacerlos subir a las aeronaves, junto a dos guerrilleros que fueron Alexánder Farfán, alias Gafas, y Gerardo Aguilar, alias César.
Ya en el aire, un soldado gritó: “Somos del Ejército Nacional, bienvenidos a la libertad”. Los secuestrados, desde ese momento libres, rompieron en llanto. Fueron 22 minutos de operativo en los no se disparó una sola bala. Fue planeada durante el segundo período de gobierno de Álvaro Uribe Vélez, cuando Juan Manuel Santos estaba a cargo del Ministerio de Defensa, y aunque recibió muchas críticas en su momento por varios factores, como el uso sin autorización del emblema del Comité Internacional de la Cruz Roja, el objetivo final de liberación de personas que llevaban hasta 10 años en cautiverio hizo que los elogios primaran.
Además de los norteamericanos, en esa operación fueron liberados Ingrid Betancur, el subintendente Armando Castellanos, los cabos Julio Buitrago y Jhon Jairo Durán de la Policía; y los militares William Pérez, José Ricardo Marulanda, Amaón Flórez, Erasmo Romeno, Barney Rodríguez, José Miguel Arteaga, Juan Carlos Bermeo y Raimundo Malagón. Stansell, Gonsalves y Howes, ya en libertad, partieron de inmediato a Estados Unidos, en donde se reunieron con el presidente George Bush, a quien le agradecieron que no hubiera negociado nunca con las Farc.