Así vive la población LGBTI la privación de libertad en Colombia

El Espectador realizó un mapeo numérico de Población Privada de la Libertad (PPL) autorreconocida como LGBTI en Colombia. Un recluso y dos pospenados de esta comunidad denuncian maltratos y hasta amenazas por su condición. “No se permitía que tuviera pareja o afecto con otro hombre”, dijo uno de ellos.

Jhordan C. Rodríguez / jrodriguez@elespectador.com / @JhordanR11
04 de julio de 2021 - 07:09 p. m.
Persona de la comunidad LGBTI privada de su libertad. El 32% del total de los presos pertenecientes a la comunidad LGBTI están recluidos en la Región Central que cobija Boyacá, Cundinamarca, Huila, Meta, Tolima, Caquetá, Casanare y Amazonas
Persona de la comunidad LGBTI privada de su libertad. El 32% del total de los presos pertenecientes a la comunidad LGBTI están recluidos en la Región Central que cobija Boyacá, Cundinamarca, Huila, Meta, Tolima, Caquetá, Casanare y Amazonas
Foto: María Paula Durán Rubiano

Este domingo se realizará el desfile del orgullo LGBTI; sin embargo, hay muchas personas pertenecientes a esta comunidad que no podrán asistir por encontrase privadas de la libertad. Según el censo realizado en los Establecimientos de Reclusión del Orden Nacional (ERON), hay 1.949 personas autorreconocidas como LGBTI en las cárceles colombianas.

Las personas de la comunidad LGBTI que han sido privadas de su libertad en algún momento, sufren doble discriminación en la sociedad, por una parte, por su orientación sexual o identidad de género, y por otro, el peso de haber estado en prisión. Estas personas tienen un proceso de reincorporación a la sociedad aún más complejo que cualquier otro pospenado.

Nicolás Martínez, director de los grupos focalizados de la fundación Acción Interna, dice que se ha venido avanzando para que la personas LGBTI sean tratadas con respeto y dignidad en los penales del país. “Como dice el principio de igualdad: tratar de igual a los iguales y diferente a los diferentes. Por eso, sí se necesita una protección especial y unas garantías particulares a una población que ha sido violentada, segregada, relegada y maltratada desde siempre y no solo dentro de las cárceles, sino también afuera”, dice Martínez.

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Desde que Marta Álvarez, una mujer lesbiana que estuvo privada de su libertad, logró llevar su caso a la Corte Constitucional y luego la CIDH se pronunció al respecto, el INPEC diseñó un manual para tener un trato diferencial no solo a la población LGBTI, sino a todas las minorías (afro, indígenas, personas en condición de discapacidad, extranjeros, etc.). Lea aquí El caso de Marta Álvarez.

En este manual indican y explican las diferencias éticas, de orientación sexual, género, para que el INPEC tenga las herramientas conceptuales para tratar de forma particular a las minorías y que esto lleve a una igualdad, digamos, en el trato a todas las PPL. Pero además da una ruta de cómo deben ser garantizada esa igualdad. En el caso de la población LGBTI, por ejemplo, se le debe garantizar el derecho a la visita íntima entre parejas del mismo sexo, algo que antes estaba prohibido.

Martínez explica que, “también deben permitir el ingreso de elementos como vestuario o maquillaje que les permita desarrollar libremente su identidad de género. Además, los guardias y demás personal están obligados a identificar a estas personas con su nombre y pronombres identitarios. También les deben suministrar la hormonización a las personas trans que decidan aplicárselas”.

Igualmente, la Defensoría del Pueblo publicó un informe sobre las diversidades en prisión, en el cual se contempla el panorama de los Derechos Humanos y el seguimiento al cumplimiento de mandatos y manuales para la dignidad en el trato a la población LGBTI en las penitenciarías del país. Lea aquí el informe: Aquí.

Las cifras:

A pesar de la creación de manuales y seguimiento por parte de algunas entidades y fundaciones, la discriminación hacia esta población no cesa completamente, pues son varias personas quienes denuncian malos tratos de prisioneros, guardias, personal de salud y demás funcionarios de las penitenciarías, solo por pertenecer a la comunidad LGBTI.

Historia de José, un hombre autorreconocido gay

José es un hombre autorreconocido como gay, que pasó 31 meses en la cárcel La Modelo de Bogotá. Llegó al centro penitenciario el 28 de octubre de 2018 y desde el 4 de abril de este año, recuperó su libertad. Pasó desapercibido los primeros meses de su estancia en el penal. Cuando se conoció su orientación sexual, el trato hacia él cambió.

“Cuando se empezaron a dar cuenta de mi sexualidad, empezaron las palabras, las groserías, la tiradera de vainas; incluso me llegaron amenazas. En el patio yo era el único de la comunidad y no se permitía que tuviera pareja o afecto con otro hombre, no era bien visto en ese patio.”, relata José sobre el trato que recibió por parte de los demás reclusos. Decidió no revelar su apellido.

Ante la presión, tomó la decisión de apoyarse en alguien, “busqué ayuda psicológica y profesional dentro del penal con Derechos Humanos, y allí fue cuando tomé como la mejor decisión de buscar al resto de la comunidad que estaba regada por todos los patios”. Al ampliar su círculo dentro de la prisión se dio cuenta que su situación no era diferente a la de los demás miembros de la comunidad que se encontraban privados de su libertad, “estábamos muy dispersos y a la merced de las reglas de los otros reclusos”.

La ayuda que buscó sirvió para que lo trasladaran a un nuevo patio, uno con muchos más miembros de la comunidad LGBTI, en el que se sintió bien recibido y con la confianza suficiente para ser él mismo. Sin embargo, allí también conoció la realidad que afrontaban muchos de sus compañeros, “son personas que luchan demasiado, en especial las personas que son travestis, transexuales o transformistas, ya que viven mucha más discriminación dentro de las cárceles que uno como gay o los bisexuales que habían allí”.

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La discriminación por parte de los empleados de la penitenciaría, según dice José, es contra todos los reclusos. Aún así, nunca le preguntaron su orientación sexual y solo hicieron su ingreso como un hombre heterosexual. “Para mí eso es una discriminación ante los demás, sobre todo porque uno siempre trata de resaltar lo que es”, dice José.

Durante su paso por el penal, José conoció la Fundación Acción Interna. Para él, fueron ellos quienes los ayudaron durante su proceso de darse a conocer como parte de la comunidad LGBTI dentro de la prisión. “En ese momento estaban dando un diplomado para la comunidad LGBTI, en el cual me acogieron y me certificaron en el diplomado, y fueron como el centro de ayudas donde me asesoraron jurídicamente, me dieron un abogado y gracias a eso ahora estoy en libertad condicional”, afirma José.

A pesar de que todos los presos deberían tener el mismo trato digno, la diferencia entre el trato a reclusos LGBTI es evidente, así lo afirma José: “Hay muchas diferencias (...) somos personas vulnerables ate discriminaciones, maltratos, rechazos y discriminaciones que se presentan con las personas en estos sitios penitenciarios”.

“Daniel”, vive la discriminación aún en prisión

A esta persona, por seguridad, hemos decidido llamarla Daniel, actualmente se encuentra recluido en la cárcel La Modelo de Bogotá. Para Daniel la discriminación por parte de los demás PPL es muy evidente, pues su condición y orientación sexual los hace ser el blanco de ataques, insultos, amenazas y más. Palabras soeces, menosprecio y vulneración de sus derechos son algunas de las conductas que tienen que afrontas los miembros de la comunidad LGBTI.

“Viví en la época de 2015, 2016, mucha discriminación por parte de los PPL. Situaciones totalmente críticas (...) debido a ser parte de la comunidad LGBTI”, dice Daniel. “En ocasiones nos sacaron a cuchillo, nos pegaron a la reja, se nos metían a nuestras celdas y nos despojaban de cosas”, recuerda Daniel al preguntarle por actos en los que ha sido víctima.

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Para Daniel, existió una época en la que hubo una mejora en la calidad de vida de las personas de la comunidad LGBTI dentro de la cárcel, “en el 2016 se encontraba de director Cesar Augusto Ceballos y acudimos a él, nos colaboró bastante como población”. En esos años, según dice, “llevaba una relación acá en la cárcel con una chica trans y él nos colaboró mucho para que tuviéramos nuestro espacio(...); sin embargo, hoy en día se sigue viendo mucha discriminación”.

“Es muy difícil llevar esta parte de ser pertenecientes a una población vulnerable en estos lugares porque se vive mucho menosprecio, mucha discriminación; es muy fuerte esta parte”, relata Daniel. Igualmente, dice que, “en ocasiones hay funcionarios del Inpec que también tratan de discriminar simplemente por ser de la comunidad”.

Según Daniel, hay ocasiones en que la discriminación se da en escenario neutro en los que no tendrían que presentarse tal tipo de conductas, “por decir, aquí hay espacios en áreas de descuentos que no nos lo dan a nosotros por ser de esta condición(...) entonces siempre nos dejan en descuentos que no van acordes a nosotros”. Daniel afirma que, “ellos dicen que por el perfil de nosotros no nos dan esa oportunidad de estar allá en esos descuentos”.

Ulises Medina, mujer trans empoderada

Ulises Medina es una mujer trans. Nació en el Valle del Cauca y desde temprana edad definió su identidad. Esa seguridad que tiene en si misma ha tratado de compartirla con otros miembros de la comunidad LGBTI del Valle. Ella estuvo privada de su libertad durante 18 meses en los cuales estuvo recluida en la cárcel La Modelo de Bogotá y la cárcel de Jamundí.

Las situaciones en las que Medina fue víctima de discriminación no se limitaron solo por su identidad de género u orientación sexual, pues, según dice, “en Bogotá hubo muchos inconvenientes en cuestiones de seguridad por cuestiones de regionalismos”. Dice que otro de sus padecimientos en la capital fue por el clima, pues el cambio fue abismal al de su natal Valle.

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Ulises Medina cuenta que miembros del personal de salud y guardias de La Modelo eran algunos de los que ejercían alguna discriminación, “recibí mucha discriminación por parte del personal de enfermería y por parte del personal de la guardia. No te llamaban por tu nombre identitario ni respetaban tu identidad de género”. También dice que “en Bogotá no había apoyo. Allá todas las chicas (trans) están tirando para que uno tenga problemas con el personal”.

Cuando Medina recuperó su libertad, volvió a Cali, ciudad en la que trabajaba antes de ser detenida, tratando de recuperar su vida donde la había dejado. Ella trabajaba de la mano con fundaciones, organizaciones y la misma Alcaldía de Cali en programas para la comunidad LGBTI en el Valle del Cauca. Sin embargo, aunque ha podido seguir haciéndolo, no le ha sido fácil recuperarse de señalamientos que le hacen las personas no solo per ser trans, sino también por haber estado en prisión.

“Señalamientos, cierre de puertas, amigos que me dejan de hablar, clientes que no me vuelven a llamar...muchas cosas”, dice Ulises al referirse a situaciones que ha tenido que afrontar al salir de la cárcel. “Fue un proceso de aprendizaje estar allá adentro, compartir con muchas personas (...) pero si, he perdido muchas personas que creí eran mis amigos, pero no lo eran. Aún no tengo empleabilidad, pero estas son pruebas que hay que afrontar”, dice la mujer con un optimismo característico.

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El riesgo que corre la población LGBTI en las cárceles es alto, pues se encuentran a merced del trato de los carceleros y demás presos. Aún así, miembros de esta comunidad que se encuentran en libertad, también se corren peligro solo por ser ellos mismos, pues, según el informe “Nada que Celebrar” de la ONG Colombia Diversa, solo durante el 2020 en Colombia se registraron 226 homicidios, 337 amenazas, y 175 casos de violencia policial a personas pertenecientes a esta comunidad.

Por Jhordan C. Rodríguez / jrodriguez@elespectador.com / @JhordanR11

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Alberto(j9avz)04 de julio de 2021 - 07:47 p. m.
Los presos no tienen derechos. Piden mas derechos que Las Gringas en la USA. So no quieten que Los discriminant no cometan crimines. No somos la USA donde los maricas Mandan.
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