El pasado 20 de julio se radicó nuevamente en el Congreso un proyecto de ley que busca regular el cannabis para usos diferentes del medicinal, una propuesta que parece tener cada vez mayor ímpetu a nivel mundial. En noviembre del 2020, un proyecto de ley similar se archivó en la Cámara, sin embargo, esta vez la iniciativa aprobó su primer debate en la Comisión Primera.
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En Canadá y Uruguay, el cannabis recreativo ha sido legal por varios años. Tras las elecciones en EE. UU., el año pasado, ya son 18 estados (más el distrito de Columbia), que han aprobado la regulación del cannabis para uso adulto en ese país. En México, recientemente la Corte Suprema emitió una declaratoria general de inconstitucionalidad sobre la norma que impide el uso recreativo del cannabis -un paso importante hacia la regulación de la planta-.
También se vislumbra la regulación del cannabis recreativo en Nueva Zelanda, España y Portugal. De cara a esta tendencia global, recopilamos la evidencia científica disponible sobre los efectos del cannabis y su regulación, con un enfoque en usos no medicinales. Buscamos así responder preguntas clave para la opinión pública sobre este tema, cubriendo las áreas de salud, derecho, seguridad, política, economía y medio ambiente.
¿El cannabis de uso adulto afecta negativamente la salud?
En general, el consenso científico indica que el riesgo del cannabis es menor que el de otras sustancias, incluyendo sustancias lícitas como el alcohol y el tabaco. Según la evidencia disponible, los efectos en la salud por consumir cannabis varían dependiendo del objetivo de consumo, la frecuencia de uso, la edad de inicio, y las características sociales y genéticas de los usuarios. Lo que indica la evidencia sobre el cannabis es que sus riesgos son menores que para sustancias que ya son legales.
Si bien los riesgos del cannabis son menores que los de otras sustancias, el uso del cannabis parece presentar riesgos asociados sobre todo a la frecuencia de consumo y a la edad de inicio. Es decir, entre más crónico sea el consumo y más temprana la edad de inicio, mayor es el riesgo. Estos hallazgos indican que los modelos regulatorios que contribuyen a posponer la edad de inicio pueden ser una forma eficaz de reducir los riesgos de salud relacionados al cannabis.
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Así como con el alcohol, los riesgos en la salud física y mental parecen aumentar con el consumo crónico de cannabis y con la edad de inicio (si es en la niñez o adolescencia). A nivel físico, las investigaciones señalan que fumar cannabis genera daño bronquial, el cual se agrava cuando es acompañado de tabaco. Este daño parece reducirse en otras presentaciones de cannabis como vaporizadores o consumo oral. A nivel de salud mental, el consumo crónico entre adolescentes incrementa el riesgo de cuadros psicóticos, más que todo temporales, pero, en algunos casos se han reportado el desarrollo de cuadros psicóticos crónicos generalmente registrados como esquizofrenia.
Si el consumo inicia a temprana edad y se mantiene hasta la adultez, hay indicios de una pérdida promedio de 8 puntos de coeficiente intelectual, sobre todo entre los 13 y los 38 años, que no se recupera con el abandono posterior del consumo. Esto parece ser diferente cuando el consumo arranca en la adultez, ya que los estudios no encuentran una disminución del coeficiente intelectual para estos casos. Durante el embarazo, el consumo crónico de cannabis perjudica el desarrollo cerebral del feto (también de manera semejante al alcohol).
¿La regulación del cannabis para uso adulto aumenta el consumo en adolescentes?
La evidencia existente muestra que no. Evaluaciones realizadas en Uruguay y EE. UU. indican que la proporción de jóvenes que ha consumido cannabis con fines recreativos se ha mantenido estable luego de su regulación. Incluso, evidencia reciente de Canadá y Estados Unidos muestra un descenso del 8% en la probabilidad de uso en general y 9% en la probabilidad de uso frecuente de cannabis en adolescentes, particularmente en los estados donde está regulado su uso.
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Estos estudios indican que la regulación dificulta la compra de cannabis por adolescentes debido a las estrictas restricciones sobre venta a los que no cumplan la edad requerida. Hasta la fecha, solo un estudio ha evidenciado un aumento del consumo de cannabis en adolescentes luego de su regulación. En un estudio en el Estado de Washington sobre el consumo de cannabis entre los alumnos de octavo y décimo grado se evidenció un aumento de un 2,0% y un 4,1%, respectivamente, entre los periodos pre y post-regulación. Sin embargo, los autores reconocen que este hallazgo no es definitivo y que la evidencia sigue siendo muy escasa.
¿El cannabis abre la puerta a otras drogas?
Existe una creencia común que el cannabis funciona como “puerta de entrada” para otras drogas. Sin embargo, la evidencia disponible no sustenta esta hipótesis. La inmensa mayoría de personas que ha consumido cannabis no pasa a consumir drogas más “pesadas”. Revisiones realizadas por el Instituto Nacional de Justicia del Departamento de Estado de EE.UU. y la Corporación RAND indican que las investigaciones y los análisis estadísticos sobre este tema presentan resultados mixtos y no demuestran que el uso del cannabis conduce al uso de drogas ilícitas más “duras”.
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