El triunfo que hoy celebran los indígenas U’wa ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (IDH) tiene su génesis en el trabajo del primer abogado en la historia de su comunidad: Ebaristo Tegría Uncaría. En 1998, Tegría presentó el caso de su pueblo ante el sistema interamericano, el cual 26 años después, el 20 de diciembre de 2024, emitió su fallo a favor de los U’wa, y condenó a Colombia por la violación a sus derechos a la vida, a la integridad, y a la cultura, entre otros. Estos se vieron vulnerados al permitir diversas actividades mineras y petroleras en su territorio ancestral, y que están personificadas en la planta de gas Gibraltar, encargada de abastecer a toda Bucaramanga y varios municipios; y un tramo del oleoducto Caño Limón - Coveñas. La detonaciones de este último, por parte de grupos armados, han generado graves daños al ecosistema y afectado el equilibrio de los U’wa con su territorio.
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En contexto: Corte Interamericana condena a Colombia por desprotección al pueblo indígena U’wa
Nacido el 30 de diciembre de 1969, Tegría es el tercero de una familia de nueve hermanos. Recuerda pasar su infancia como cualquier niño de su comunidad. Corriendo descalzo entre la selva fronteriza con Venezuela, sin concebir la idea de que existieran los zapatos, bañándose y pescando en el río, y ayudando a su madre, Rita Uncaría, a llevar los alimentos desde la huerta. Tegría, quien ahora es maestro en la escuela de su vereda natal, San Luis del Chuscal, en Cubará (Boyacá), asegura identificarse en cada uno de sus alumnos, y ese reconocimiento en el otro, es lo que marcó su necesidad de hacer defensa, no solo de su territorio, sino también de la identidad cultural U’wa. Aunque si piensa en la razón específica que lo llevó a ser el primer abogado de su pueblo, el recuerdo lo lleva en su padre, Andrés Tegría.
“Mi padre fue un dirigente que sonreía siempre, y que corregía la violencia llevándola a la risa y la paz”. Esa era la percepción de Tegría cuando lo acompañaba a sus reuniones al interior y fuera del Chuscal, que para ese momento todavía no había sido declarado como resguardo. Tegría veía a su padre tener la razón en muchas cosas, “pero terminaban pasando por encima de él. Entonces el que hablaba más era el que tiene el poder y el que decide, más no el que tiene la razón”. Desde su percepción como niño, Tegría no tenía la menor idea de que existieran las leyes, pero sentía que “debía haber algo en esta vida que corrija eso”, recuerda.
Su padre también fue el que lo ingresó a la escuela a los siete años, y con varias dificultades, logró terminar la primaria. Pero su destino tomó otro rumbo, cuando una oportunidad única llegó en forma de carta. Bruce Olsen, un filántropo noruego que vivía en Bucaramanga (Santander), estaba interesado en darle un beca completa para que se mudará a la ciudad a estudiar el bachillerato. En 1985, Tegría comienza sus estudios en el Colegio Americano, y faltando dos años para terminar, el 24 de octubre de 1988, Olsen es secuestrado por el ELN, y las becas ya no se pueden mantener para él y sus otros compañeros U’was. Pero encuentran una solución con otra beca de Occidental Petroleum Corporation (Oxy), conocido en el país como Occidental de Colombia, y paradójicamente, la empresa contra la que lucharía en años después en el primer y más importante juicio indígena de Colombia en la justicia internacional.
Tegría cuenta que faltando cinco meses para terminar el grado once, recibió una llamada de Bruce Olsen contándole que fue liberado y le manifestaba su apoyo absoluto para que estudiara la carrera universitaria que quisiera. Rememorando las convicciones de su niñez, su respuesta fue inmediata: “quiero estudiar derecho”. En 1991, ingresó a la Universidad Libre de Cúcuta (Norte de Santander), y a pesar de ser el único indígena en el plantel, Tegría manifiesta nunca haber sentido discriminación por su origen, e incluso ser U’wa le dio la oportunidad de conocer a otros estudiantes de derecho que estaban interesados en conocer su cultura. En la cotidianidad universitaria, la vida de Tegría volvió a cambiar cuando en 1994, trascurriendo su séptimo semestre de leyes, recibió en diciembre una invitación a Bogotá de cuenta de unas personas que estaban muy interesadas en conocerlo.
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Esas personas eran directivos de la empresa estadounidense Oxy, quienes le contaron su interés en llevar actividades de exploración petrolera en la zona ancestral de los U’wa, que se extiende en los departamentos de Arauca, Casanare, Boyacá, Santander y Norte de Santander. “Vamos a llevar desarrollo, salud y educación a sus tierras, y lo llamamos a usted Ebaristo porque estudia derecho y nos va a entender lo que queremos hacer”, rememora la ideas principales del encuentro. Tegría confiesa que al escuchar la propuesta de los ejecutivos “imagine helicópteros pasando por nuestros cerros”, y pensó, “si este proyecto llega hasta nuestro territorio, hasta ahí llegamos”. Los directivos también le pidieron que los primeros días del año siguiente fuera a su comunidad a explicarles sus intereses económicos.
Llegando a Cubará con una carpeta repleta de planos, y un sobre de manila con un millón de pesos, durante toda una noche Ebaristo Tegría le explicó a las autoridades U’wa las pretensiones de la petrolera y la negativa fue contundente. Ningún dinero valía para los U’wa la riqueza natural de su tierra, “porque dentro de la cosmovisión U’wa el petróleo es un líquido sagrado. Es la sangre de la tierra, y cumple una función tanto en el planeta como en el tema espiritual”. En la siguiente reunión Tegría presentó un escrito con estos argumentos ante un funcionario del Ministerio del Interior. Después, el 10 y 11 de enero de 1995, en Arauca, se conformó una delegación de U’was para hablar con OXY y manifestar su no a los proyectos de exploración petrolera.
En ese momento comenzó el pleito por la defensa del territorio. El Estado estaba obligado a realizar una consulta previa a los indígenas, pero esta no fue cumplida, y si bien un fallo de la Corte Constitucional ordenaba hacer un verdadero proceso de consulta, el Consejo de Estado otorgó la licencia a OXY en 1997. El Estado se ha mantenido firme en su posición de ser dueño del subsuelo y de los recursos naturales, pero el abogado recordaba una coma del artículo 332, en el que se aclaraba que esta ley solo podía aplicar si no existía ningún perjuicio de los derechos adquiridos y perfeccionados con arreglo a las leyes preexistentes. Esa coma marcaba una gran diferencia, porque abría la posibilidad de oponerse al Estado alegando la existencia de unos títulos coloniales que datan desde mucho antes de la Constitución.
“Yo había escuchado alguna vez que esos títulos existían, pero no tenía idea de dónde”. De todas formas, con títulos en mano o no, el abogado emprendió la tarea de presentar la demanda, construida entre toda la comunidad, ante la Comisión Interamericana, que estudió el caso por 17 años, hasta remitirlo a la Corte IDH para que emitiera el fallo. En los años de espera, Tegría logró terminar su carrera de derecho, lideró los procesos para la determinación y ampliación del resguardo U’wa, y se enfrentó, en 1999, a la segunda entrega de licencia ambiental para exploraciones en lo que hoy es la planta de gas Gibraltar. Todas estas actualizaciones eran enviadas por Tegría a la Comisión Interamericana, hasta que en 2008, tras unas diferencias con los cabildos, se apartó del proceso y se convirtió en el Comisario de familia de Cubará durante 13 años.
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“Pero sucedió algo que yo creo que fue divino”, manifiesta, cuando en 2021, Tegría regresó a la lucha por el caso U’wa, y viaja a Chile como delegado para testificar ante la Corte IDH. Para ese momento, el abogado comenzó a ser docente en la que fue su escuela primaria, y a través de una rutina de levantarse a las cuatro de la mañana, y llegar a dar su clases a las 7:00 a.m, Ebaristo Tegría pensaba en cuándo llegaría la noticia de la audiencia del caso, y por consiguiente, de la sentencia. Tegría eligió escuchar el fallo en la soledad de su casa, y estuvo atento a cada palabra de las medidas de reparación pronunciadas por el juez, y que ahora son el punto de partida para exigir al Estado cumplir con la protección de sus derechos. Firme a las convicciones de su pueblo, el primer abogado de los U’wa rememora toda esta lucha resaltando que “este fallo no es un tema político, ni siquiera jurídico, es un tema de Dios”.
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