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Los testimonios de la masacre de El Salado, 25 años después de la barbarie

Hace 25 años, 450 hombres de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) perpetraron una de las peores masacres ocurridas durante el conflicto armado: la de El Salado (Bolívar). Allí, entre el 16 y 21 de febrero, fueron torturadas y asesinadas 67 personas. Hacemos memoria a partir de los relatos de las víctimas.

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17 de febrero de 2025 - 03:01 a. m.
En El Salado fueron asesinadas 67 personas por hombres del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC)
En El Salado fueron asesinadas 67 personas por hombres del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC)
Foto: GUSTAVO TORRIJOS
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Entre el 16 y 21 de febrero de 2000, 450 hombres de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), al mando de los hermanos Castaño, torturaron y asesinaron a 67 personas. La masacre ocurrió en el corregimiento de El Salado, en el Carmen de Bolívar (Bolívar), y lo ocurrido se convirtió en un hecho histórico, no solo por el número de víctimas, sino porque sirve para entender el derroche de violencia que usó este grupo ilegal como estrategia de control del territorio y de la población.

Según el Centro Nacional de Memoria Historia, la de El Salado hace parte de la más notoria y sangrienta escalada de eventos de violencia masiva perpetrados por paramilitares en Colombia entre 1999 y el 2001. “En ese período y solo en la región de los Montes de María ese ciclón de violencia se materializó en 42 masacres, que dejaron 354 víctimas fatales”, reseñó el Centro en el informe sobre esta masacre.

En El Salado no solo fueron asesinadas 67 personas, sino que la población fue víctima de todo tipo de violencias. De acuerdo con investigaciones judiciales contra miembros del Bloque Norte de las AUC, los paras cortaron orejas, patearon, ahorcaron, clavaron bayonetas y cuchillos, golpearon con palos, violaron y empalaron. Se trató de una incursión paramilitar, con la colaboración y el visto bueno de altos mandos de las Fuerzas Militares.

Los paramilitares hurtaron las pertenencias de los pobladores, y destruyeron sus viviendas y las obras de infraestructura del pueblo. La comunidad fue obligada a aglomerarse en la cancha de microfútbol mientras presenciaba actos de violencia en contra de sus familiares, amigos y vecinas. Los hombres, tras ser seleccionados al azar, fueron víctimas de tratos crueles, tortura y asesinato en diversas modalidades. El terror que se vivió hace 25 años ha sido relatado por quienes vivieron de primera mano la masacre y sobrevivieron.

Sobre la tortura: “Después de que le hicieron toda esa maldad, le vaciaron el arma encima”

Por ejemplo, una mujer víctima que se reserva su identidad por motivos de seguridad, relató: “Los paramilitares cogieron gente del mismo pueblo para que le ayudara a amontonar la gente del pueblo. El hijo mío venía huyendo y un muchacho le dijo que no. Como todo el mundo se estaba escondiendo, él se escondió. De allí lo sacaron y lo pusieron en la placita. Ahí fue donde lo mataron. Le mocharon la oreja, vivo. Le metieron punzones, lo voltearon boca abajo en plena plaza y lo cogían así y le retruqueaban la cara con el piso, se la desfiguraron. Después de que le hicieron toda esa maldad, le vaciaron el arma encima. Eso fue en frente de todo mundo, porque ahí recogieron el pueblo y lo llevaron a la plaza”.

La mayoría de los testimonios que ha recopilado la justicia y las organizaciones sociales sobre lo ocurrido hace 25 años ha sido anonimizado para proteger a las víctimas. No obstante, sus palabras son la base para no olvidar lo que ocurrió en El Salado. El Centro Nacional de Memoria Histórica, en el informe La masacre de El Salado: esa guerra no era nuestra, recalcó que varios de los entrevistados que sobrevivieron a esos hechos de violencia recordaron las acciones y los gestos de los victimarios.

“Un hecho que marca profundamente el recuerdo de los testigos es el de un paramilitar joven que pedía con insistencia a su comandante que le eligiera una víctima para matarla. También se recuerda cómo los paramilitares rasos se quejaban ante sus comandantes por el «escaso» número de víctimas, así como la demanda de uno de ellos para que le dieran la orden de ametrallar indiscriminadamente a todos los sobrevivientes del parque principal”.

Otra víctima recordó el caso de una madre y su hijo. El hombre era el profesor de una de las escuelas del corregimiento y, cuando hombres del Bloque Norte lo eligieron para matarlo, “su madre se abalanzó contra los agresores y luego abrigó con su cuerpo la humanidad de su hijo. ‘Si van a matar a mi hijo, me tienen que matar a mí también’. Y así fue, una sola bala fue suficiente para dejarlos tendidos en la entrada del rancho”.

Otro sobreviviente, un hombre joven que vivió de primera mano lo ocurrido, relató: “En la cancha nos dijeron: ‘Los hombres a un lado y las mujeres a un lado’ y nos tiraron boca abajo ahí. Enseguida apartaron a un muchacho, le dijeron: ‘Usted se queda aquí con nosotros porque usted se nos escapó de Zambrano, pero de esta no se nos va a escapar’. A él fue el primero que mataron en la cancha. Le pusieron una bolsa en la cabeza y le mocharon una oreja primero, y después esto se lo pelaron con espino, lo acostaron y le ponían la bolsa en la cabeza. Él gritaba que no lo mataran, que no lo mataran, le pegaban por la barriga, patadas, puños, por la cara, toda la cara se la partieron primero. Nos decían: ‘Miren para que aprendan, para que vean lo que les va a pasar a ustedes, así que empiecen a hablar’”.

“Cantaban después de matar, se les veía el placer de matar”

Pero lo que más recuerdan con dolor y rabia, explicó el Centro, es que sus verdugos les impidieran recoger y enterrar a sus muertos, “lo que se vuelve aún más penoso cuando los animales (el golero o ave carroñera, y los cerdos) empezaron a ‘comerse’ los restos de las víctimas”. Una de las víctimas relató que los paramilitares “cantaban después de matar, se les veía el placer de matar. Luego dice un peladito: ‘Pero yo no he matado, déjenme matar a alguien’ (…) Cuando sacaban una persona para matarla, ellos decían “yo lo mato” y el otro decía “no, déjenmelo a mí. Se disputaban como si la persona fuera un trofeo para matarla”.

Una mujer adulta y otra joven relataron, ante el Centro Nacional de Memoria Histórica, que recuerdan que los paramilitares sacaron instrumentos de la Casa de la Cultura y ellos mismos llevaron otros y los tocaban cuando iban asesinando a los pobladores. “Esta cancha, ahí era cuanto muerto mataban, tocaban, tocaban tambora, tocaban acordeón y todo. Cogieron grabadoras de las casas y ponían la música. Cuando mataban, ellos tocaban. Eso era una fiesta para ellos”.

La barbarie de los caos de violencia sexual

Un hombre adulto mayor le contó al Centro de Memoria Histórica una historia aterradora: “Ahí cogieron una hija del Chami Arrieta (Neivis Arrieta). A esa muchacha la sacaron de allá de la fila de la Iglesia y por aquí en frente había dos palos grandes y frondosos. Esa muchacha sí tuvo una muerte también horrible, la acostaron boca abajo, entonces vino ese tipo y se le montó en la espalda. Se le sentó y la cogió por la cabeza. La jaló duro para atrás, la estranguló y la desnucó. Después de haberla desnucado, buscó unos palitos pequeños, le alzó la pollera, se la quitó y le metió unos palitos por el pan, a esa la encontraron así”.

Otro hombre adulto que sobrevivió recordó el caso de Margoth Fernández Ochoa, de 47 años, quien forcejeó con los victimarios hasta que fue derribada y herida de muerte con la bayoneta del fusil en el cuello, tórax y el abdomen. “A ella la cogieron, la tiraron, la levantaron a porro, a pata, y ella no quería tirarse al suelo. Al fin que la tumbaron (…) Bueno. A ella le decían ‘hijueputa, acuéstate; malparida, tírate, tírate’ y eso le daban porro, le daban pata, la trababan, hasta que la tumbaron. Eso era lo que decían ‘tírate, hijueputa’. Y era así, «hijueputa» y «malparida», y dándole pata y dándole porro, y ella no aguantó y cayó. Entonces la mataron así”.

Los que escaparon al monte

Muchas familias lograron escapar y se refugiaron en el monte. Personas mayores, mujeres y menores de edad se refugiaron entre el pasto y los ranchos cercanos a sus casas, en medio de altísimas temperaturas, sin agua ni comida. Se las ingeniaron para sobrevivir en total silencio para no alertar a sus victimarios que duraron tres días sembrando el terror en El Salado. Una de las mujeres que se escondió en el monte recordó así los hechos:

“Cuando ya estábamos allá en el monte, eso nos regamos cantidad tanto de mujeres como de hombres. La luna estaba llena y clara. Nosotros nos quedamos en un rancho, cuando estábamos en ese rancho dicen todos los hombres: ‘Ustedes las mujeres se quedan aquí y nosotros nos quedamos en el monte’. Los hombres se fueron para las lomas y nosotros nos quedamos en el rancho, un caney grande, nos quedamos ahí, los hombres venían a darnos vuelta. No decían ‘tranquila, que no hay nada, quédense tranquilas’. Pero qué va, nosotras de los nervios no dormíamos, todos los niños se durmieron y nosotros nos levantamos”.

Y continuó: “Entonces fumábamos cigarrillo y tomábamos tinto. Yo con mi negrita, la chiquita que ahora tiene 12 años, iba cargada en los brazos, salimos corriendo, ahí sí todo el mundo, señores, ancianos, nos regamos, ahí sí todo el mundo cogió vía por donde uno nunca hubo, ella (señala a su hija), una muchacha, la otra hermana mía, las dos hijitas mías, cogimos un camino, agachándonos para que los paramilitares no nos vieran. Las peladitas me decían ‘mami, yo tengo hambre, mami, tengo sed’ y yo les decía ‘mis hijas, no me pidan nada, porque no tengo nada que darles’, qué les iba a dar si ni tengo agua ni tengo comida. Yo decía: ‘Dios mío, que no se me vayan a morir mis peladitas’”.

Para conocer más sobre justicia, seguridad y derechos humanos, visite la sección Judicial de El Espectador.

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JORGE DANILO GUARIN OBANDO(m63ys)17 de febrero de 2025 - 02:34 p. m.
El horros de los horrores. Sin embargo, el mundo con sus potentados dirigentes valida la palabra muerte y destrucción, para después hacer dinero con la reconstrucción de lo que conscientemente han destruído. Igual hacen los potentados dirigentes en nuestro país, porque eso fueron los paramilitares, potentados hacendados y de otros sectores que hicieron de la máquina de muerte un negocio para "reconstruir" la nación, como pretende el señor Uribestia y sus áulicos.
ERWIN JIMENES(18151)17 de febrero de 2025 - 11:00 a. m.
Los legados de uribe ..dolor,desolacion,popbreza,muerte ..de eso se ufana la extrema derecha asesina y corrupta .
Berta Lucía Estrada(2263)17 de febrero de 2025 - 09:39 a. m.
La verdad cojea aunque siempre llega. ¿Qué dice Uribe, posible jefe de las AUC? La cobardía, la pusilanimidad, el cinismo y la desvergüenza, de este tipejo deleznable, no tienen límites. Él, que le gritaba a sus subalternos de la Casa de Nari: -"Cuando lo vea, le doy en la cara, marica", parece muy asustado. Y no desconozco que los cabecillas de las FARC y ELN, o disidencias, son genocidas de la peor especie.
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Mar(60274)17 de febrero de 2025 - 08:33 a. m.
Que importante sería que Alvaro Uribe Vélez fuera condenado como se lo merece, no solo por lo que se le está acusando en este momento, sino, por las decenas de masacres espantosas que ocasionó, sería una forma de calmar el espíritu de los muertos y de las personas que quedaron vivas con un terrible trauma.
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