“Están haciendo hostigamientos en la zona de El Aserrío”. Este fue el mensaje de audio que recibió la docente Elisa* por parte de su hermana Andrea*, quien es profesora en una vereda del municipio de Teorama (Norte de Santander). Era el jueves 16 de enero, cerca de las 10:30 de la mañana, cuando Elisa escuchó la alerta junto con otros maestros y maestras que se encontraban en un colegio de El Tarra, al interior de la zona del Catatumbo. Las noticias corrían rápidamente. Los enfrentamientos entre las guerrillas del Ejército de Liberación Nacional (Eln) y disidencias de las Farc de Calarcá, comenzaban a ser cada vez más violentos y constantes, obligando a la población a resguardarse, e incluso tomar la decisión de huir de sus viviendas por temor a morir en el fuego cruzado.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Una hora después de saber que su hermana tuvo que correr a su vivienda, Elisa, y todos los maestros fueron convocados por el rector de la institución que les confirmó las noticias. “Nos dijo que lo más prudente es que todos nos fuéramos para las casas”, recordó Elisa, quien ante la incertidumbre de no saber cuánto tiempo se alargaría la situación, compró varios alimentos antes de que los negocios comenzaran a cerrar. En su hogar, volvió a contactarse con Andrea. La situación parecía empeorar, y su hermana, juntos con otros maestros de la vereda, se vieron obligados a salir de la zona para resguardarse en la cabecera municipal en Ocaña (Norte de Santander). Ese día varias motos, con banderas blancas a los costados, conformaron la primera caravana de docentes desplazados del Catatumbo.
Lea: Datos claves que el Gobierno usó para declarar Estado de conmoción en el Catatumbo
En El Tarra (Norte de Santander), Elisa esperaba noticias de que su hermana llegara bien, al tiempo que “desde las casas nosotros pensábamos qué hacer, qué iba a pasar. Cada vez escuchábamos que todo iba a empeorar, o sea que eso no iba a ser de un día para otro”, mencionó. A las 5:30 de la tarde, un mensaje de su hermana Andrea logró tranquilizarla. Había llegado a salvo hasta Ocaña, aunque el viaje, de normalmente solo tres horas, se extendió el doble a causa de cinco retenes de las Farc que enfrentaron en el camino. Cerca de las siete de la noche, Elisa y los otros maestros decidieron salir al otro día del municipio cuando se enteraron de que “el Eln estaba entrando a la fuerza a las casas en búsqueda de disidentes, y no podíamos quedarnos a esperar a que vinieran a tocarle la puerta de uno”.
El 17 de enero, desde las seis de la mañana más de 100 maestros y maestras se reunieron en un parque de El Tarra. Todos acordaron llevar camisetas con los logos de sus colegios, y encomendándose en una oración colectiva, a las 8:20 de la mañana emprendieron rumbo. “Muchos docentes somos padres, así que varios llevaban a sus bebes de meses en los brazos”, relató Elisa, quien también tuvo que pasar por un retén del Ejército, en el batallón de Convención (Norte de Santander) y dos del Eln en los corregimientos de El Aserrío y San Pablo. ¿A dónde van? ¿De dónde vienen? ¿A qué se dedican? Eran las preguntas rutinarias de los grupos armados, que calmaron sus sospechas cuando vieron que sus prendas los identificaban como docentes. Cerca del mediodía la caravana llegó a Ocaña, y tras horas de angustia, Elisa pudo reencontrarse con Andrea en la casa de sus familiares.
“Muchos docentes queríamos irnos de la zona por temor a ser utilizados como rehenes por los grupos”, aseguró Elisa, “además, también hemos escuchado noticias dolorosas de que han matado a exalumnos nuestros. Chicos jóvenes que después del colegio se meten a los grupos porque muchos no tienen un proyecto de vida”. De acuerdo con la profesora Elisa, el conflicto armado en el Catatumbo no solo se representa en desplazamientos y asesinatos, sino también en el reclutamiento de menores de edad que viven principalmente en las veredas. “Nosotros tenemos el colegio en el casco urbano, pero muchos vienen de la parte rural y esa es la parte más compleja. Porque ahí es donde hay más enfrentamientos, hay más tráfico y violencia”, declaró.
Hasta ahora, el Ministerio de Defensa reporta más de 42.000 desplazados, de los cuales 11.699 han llegado a albergues de Ocaña, Tibú, Cúcuta y seis municipios más del Catatumbo. Estas cifras ascienden día a día, y llegar a acuerdos en los censos puede ser complicado incluso para las instituciones, como la Secretaría de Educación de Norte de Santander, que por su lado lleva registrado tan solo entre niñas y niños 46.030 desplazados. Una de estas menores es Ashley*, de cuatro años, quien con su abuela María* huyeron desde su finca en el corregimiento de La Gabarra, en Tibú (Norte de Santander) hasta Cúcuta. En su testimonio, corto por motivos de seguridad, ambas esperan regresar pronto al campo, en donde María dejó a cuatro de sus hijos, y Ashley espera volver a la escuela, ya que de grande quiere ser abogada.
Una resolución del 17 de enero de la Secretaría de Educación del Norte de Santander, notificó que las actividades académicas se retomarán el próximo lunes 27 de enero. Esta decisión es recibida por los maestros desde la angustia, “pues aunque tenemos todo el deseo de volver con nuestros alumnos, no sabemos si seremos asesinados dando clases en medio de un enfrentamiento”, señaló la maestra Elisa. Asimismo, manifestó que algunos de los padres de familia con los que ha hablado le comentaron de no estar seguros si dejar que sus hijos e hijas regresen al colegio, al menos hasta que los enfrentamientos cesen. “También es necesario que los maestros y alumnos recibamos un acompañamiento psicológico, porque he visto compañeros, tanto hombres como mujeres, muy afectados por toda la situación”, aseguró la docente.
Le recomendamos: Fiscalía reactivó capturas a líderes del ELN tras actos criminales en el Catatumbo
El Espectador habló con Ximena Urón, encargada de la Secretaría de Educación de Norte de Santander, sobre la posibilidad de que esta fecha sea aplazada con base a la crisis humanitaria que se intensifica en el Catatumbo. “La idea no es postergar el inicio de clases de nuestros estudiantes, sino iniciar de una manera paulatina, preventiva, y segura para nuestros docentes y estudiantes”, aseguró Urón, quien también comentó la posibilidad de llevar clases virtuales en algunas zonas. Asimismo, declaró que desde la semana pasada llevan reuniéndose con el Ministerio de Educación para desarrollar las directrices más adecuadas, y asegurando el derecho a la educación, van a llevar docentes hasta los alumnos que se encuentran en los albergues.
Aunque los educadores entienden la necesidad de que los alumnos retomen sus clases, “nada está por encima del derecho a la vida”, recalcó Elisa. La maestra también mira con preocupación la suspensión de los diálogos de paz entre el Gobierno y el Eln, porque “si ya ni siquiera hay negociaciones, ¿en qué juego nos estamos metiendo los maestros?”. Mientras las cifras de muertos y desplazados continúan aumentando en el Catatumbo, los docentes se preparan para un retorno a clases, que en todo caso deber ser llevado de manera voluntaria por cada profesor que asuma el riesgo de volver a los municipios y veredas. Un panorama desalentador para muchos, pues como señaló Elisa, “nosotros queremos volver, pero ¿qué garantías nos están dando para hacerlo?”.
*Los nombres fueron cambiados por seguridad de las víctimas.
Para conocer más sobre justicia, seguridad y derechos humanos, visite la sección Judicial de El Espectador.