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“Nosotros esperamos verdad, reparación no hay”: hermana de Elsa Alvarado

Hoy hace 25 años, la pareja de investigadores del Cinep y protectores del medio ambiente, Elsa Alvarado y Mario Calderón, fue asesinada en Bogotá. Mancuso y alias Don Berna apuntan a fuerzas de seguridad del Estado, una hipótesis investigativa sin avances.

19 de mayo de 2022 - 08:50 p. m.
Elvira Alvarado (izquierda), bióloga y catedrática hermana de la investigadora del CINEP Elsa Alvarado (derecha).
Elvira Alvarado (izquierda), bióloga y catedrática hermana de la investigadora del CINEP Elsa Alvarado (derecha).
Foto: Archivo El Espectador

La bióloga y catedrática Elvira Alvarado acudió hoy al edificio del Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP), con una carta en la que develó detalles íntimos de su padre, Carlos Alvarado, un ingeniero y ambientalista quien hoy hace 25 años fue asesinado en Bogotá. Fue una de las tres víctimas de criminales que se hicieron pasar por agentes del CTI y que, al parecer con complicidad de agentes del Estado, persiguieron hasta acribillar a la pareja de investigadores del CINEP Elsa Alvarado y Mario Calderón.

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Elvira Alvarado concluyó que las motivaciones de su hermana, Elsa Alvarado, jamás deben apagarse y menos en un contexto de guerra perpetua nacional. La víctima, quien fue comunicadora y profesora, cargaba una sonrisa a sol y sombra, y un particular cariño por la protección del Páramo de Sumapaz. Y, en general, de las fuentes hídricas que originan y permiten la vida en el país. Hace 25 años la silenciaron. Don Berna, el jefe de La Terraza, confesó que lo ayudaron fuerzas de seguridad del Estado. Mancuso reafirmó la tesis el año pasado. Juan Carlos González, uno de los sicarios, está pagando 40 años de prisión por el crimen de lesa humanidad.

El acto de conmemoración inició con un poema de Eduardo Galeano. Una analogía a la forma de ser de su hermana y Mario Calderón, un par de soñadores, que trabajaban para las comunidades ¿Qué nos dejó Elsa Alvarado?

Elsita tenía dos facetas que son importantes acá. Una, que es esa persona que a través de la comunicación se dedicaba a coger lo popular, a enseñarle a la gente, ella fue de radios comunitarias, ella fue de talleres comunitarios. No trabajaba con cualquiera, trabajaba sobre todo con ellos. Las personas, las madres que necesitaban ayudas. Elsita era esa persona, les llevaba información, las empoderaba.

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Y la otra era la ambiental. Una conciencia realmente fuerte en donde compraron unos lotes y vivían para proteger los nacimientos de agua. Y al mismo tiempo estaban con los campesinos de la región. Cuando a Elsita la mataron, al día siguiente salía con unos talleres que tenía con unas madres comunitarias. Su vida no era una entidad, era un servicio a la comunidad. A la gente que necesitaba conocimiento.

Hoy se cumplen 25 años del crimen ¿Cuándo podrían sentir que el Estado les entregó justicia?

Los mecanismos como la Fiscalía, la JEP y la Comisión de la Verdad lo que hacen es forzar a la gente a que diga la verdad. Sin embargo, por más de que cojan a las personas, fácilmente se zafan de la responsabilidad. Los estamentos no tienen como forzar, pero lo ideal sería insistir en las personas que se sabe que tiene la verdad detrás. Cogerlos hasta que canten.

Y que las leyes y las normas sean mucho más fuertes para que la gente tenga la obligación de decir la verdad, así como se pararon los últimos militares del Catatumbo para decir: “nosotros tenemos la culpa de haber perseguido y matado a muchachos inocentes”. Así necesitamos nosotros que fuercen a los que se sabe que tienen la verdad. Nosotros esperamos verdad, reparación no hay.

Usted en estos 25 años ha padecido ese crimen y ha estado presente en otros tantos. Ahora que estamos en el CINEP, ¿usted cree que la “noche y niebla” (la revista que registra graves violaciones de derechos humanos) sigue cayendo sobre los colombianos?

Nacimos así. Nuestra Patria nació con muertes, venganzas, intolerancias, irrespetos. Mientras no logremos comprender, tolerar y respetar a aquel que piensa diferente, nosotros vamos a seguir entre la noche y la niebla. ¿La luz donde la vamos a ver si la única verdad es la nuestra? Desde que nos conocemos estamos en esa. Uno se pone a leer la historia de Colombia y no ha cambiado nada. Seguimos en lo mismo y yo creo que es falta de educación. Necesitamos algo más social.

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Todos concluyen que tanto Elsa como Mario eran, de verdad, muy buenas personas ¿Qué pasaría si los colombianos fuéramos más como ellos?

Necesitamos más de ellos. Necesitamos gente que piense en los demás. El “yoismo” hay que acabarlo. Mario se iba los domingos a pegar ladrillo, a terminar a levantar casas. Y él no tenía que hacerlo. Elsita ayudaba, viajaba y todo lo que hacía era para los demás. En la medida que nosotros dejemos de ser esos seres tan egoístas y aprendamos a vivir en comunidad, como ellos trataban de hacerlo, pues nos vamos a mejorar. Necesitamos más gente como ellos y cómo mi papá.

¿Por qué cree que para Elsa era tan importante plasmar las investigaciones en un lenguaje que cualquier persona pudiese entender?

Mario y Elsita podían hablar con el erudito y con el campesino. Siempre con un lenguaje que realmente comunicara. Elsita desde chiquita, incluso sin mediar palabra, lograba comunicar cosas. Con miradas. Tenía el don de la palabra.

Durante años hemos visto que criminales como Alias Don Berna y Mancuso han hablado sobre el crimen, en audiencias de difícil acceso ¿Cómo ha sido afrontar esas verdades que parecen escondidas?

Yo sé de Don Berna, que ha incriminado un montón de gente y hasta ahí llega. No he escuchado a Mancuso y justamente debe estar muy escondido. Es importante seguir hablando de Elsa y Mario porque en su momento fue la primera pareja de ambientalistas masacrada que trabajaba en una entidad de derechos humanos. Eran importante para la familia, pero no eran personajes como Jaime Garzón. Nadie eran figuras públicas. Y entonces los matan para callar, para asustar.

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Los cogieron de chivos expiatorios para dar un golpe contundente y acallar a todas las entidades que trabajan derechos humanos. Los sacrificaron y sus figuras son ese recuerdo de cómo comenzó y cómo sigue siendo esa matanza, sin sentido, por defender a otros, a los árboles, al agua. Pienso que es una campana que debe estar sonándole a todo el mundo. Hay que defender las montañas. Hay que defender al campesino. Y eso eran ellos. Recordarlos es recordar lo que los seres humanos debemos ser.

Para conocer más sobre justicia, seguridad y derechos humanos, visite la sección Judicial de El Espectador.

Por Jhoan Sebastian Cote

Comunicador social con énfasis en periodismo y producción radiofónica de la Pontificia Universidad Javeriana. Formación como periodista judicial, con habilidades en cultura, deportes e historia. Creador de pódcast, periodismo narrativo y actualidad noticiosa.@SebasCote95jcote@elespectador.com

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