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Palacio de Justicia: una tumba equivocada, dos familias y 31 años de búsqueda

Durante más de 30 años, Pilar Navarrete buscó a su esposo, mientras que Gabriel Andrade lloraba una tumba en Barranquilla en la que no estaban los restos de su padre. Sus historias cruzadas encarnan los graves errores que ha cometido la justicia en las últimas cuatro décadas en el esclarecimiento fallido de los hechos del holocausto.

Paulina Mesa Loaiza y Gustavo Montes Arias

08 de noviembre de 2025 - 10:00 p. m.
Durante más de 30 años, Pilar Navarrete buscó a su esposo, mientras que Gabriel Andrade visitaba una tumba en Barranquilla en la que no estaban los restos de su padre.
Foto: Óscar Pérez
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A las afueras de la Catedral Primada, en Bogotá, Pilar Navarrete y Gabriel Andrade se dieron un abrazo aplazado muchos años. Sus vidas se cruzaron por los horrores cometidos por la guerrilla del M-19 y las Fuerzas Militares durante la toma y retoma del Palacio de Justicia, el 6 y 7 de noviembre de 1985. Pilar es la esposa de Héctor Jaime Beltrán, quien trabajaba en el restaurante del Palacio y terminó desaparecido. Sus restos fueron entregados erróneamente a otra familia, a la de Gabriel Andrade. Durante 31 años, su familia visitó la tumba equivocada del exmagistrado Julio César Andrade. Durante esos mismos años, Pilar buscó a su esposo con la esperanza de hallarlo vivo.

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Las historias cruzadas de estas familias evidencian uno de los asuntos más dramáticos del holocausto después de 40 años: los graves errores en los levantamientos de los cadáveres en Medicina Legal y la orden del Ejército de lavar el Palacio de Justicia cuando terminó el asalto. Cuando la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) condenó a Colombia por estos hechos en 2014, manifestó que esas negligencias profundizaron la grieta de impunidad que, cuatro décadas después, se sigue agrandando. “Bajo la dirección de funcionarios militares, las autoridades alteraron gravemente la escena del crimen y cometieron múltiples irregularidades”, recalcó la sentencia.

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El encuentro entre Pilar Navarrete y Gabriel Andrade, que han dedicado años a la búsqueda de los desaparecidos del holocausto y a la petición de justicia, verdad y reparación, ocurrió al término del evento de conmemoración de los 40 años del asalto violento al edificio en el que funcionaban la Corte Suprema y el Consejo de Estado, el corazón de la justicia colombiana. Tanto Pilar Navarrete como Gabriel Andrade fueron víctimas de ese violento ataque y de los graves errores y negligencia del Estado en la identificación de las víctimas. La vida terminó por unir sus historias en la búsqueda de respuestas a un suceso que dejó inicialmente doce personas desaparecidas. De cinco de ellos aún no existe rastro.

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Héctor Jaime Beltrán trabajaba en el restaurante del Palacio de Justicia cuando inició la toma armada. Su esposa no intentó llegar hasta el centro de Bogotá porque sabía que sería imposible franquear el cerco militar en la Plaza de Bolívar. Un hermano de Héctor Jaime era escolta de un diplomático y la mantuvo al tanto de lo que sucedía. En la tarde del 7 de noviembre, cuando terminó la retoma militar, el cuñado de Pilar Navarrete entró al Palacio y encontró los documentos de su hermano. “Me dijo: ‘Vénganse porque Jimmy debe estar en un hospital o lo tienen detenido’. Cerca de las 5:30 de la tarde empezamos la búsqueda”, narró Pilar a El Espectador. La búsqueda se alargó 31 años.

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A su vez, el magistrado Julio César Andrade, por su trabajo como funcionario de la Corte Suprema de Justicia, sabía que los riesgos eran serios. El día de la toma del Palacio, Gabriel Andrade, su hijo, tenía 17 años y presentaba un examen en el colegio. Su profesora le pidió salir e irse a su casa. Su mamá lo recibió con la noticia de que su papá estaba encerrado en el edificio porque el M-19 se lo había tomado. “El primer día estuvimos prácticamente solos, oyendo el traqueteo y el ruido de las bombas que recorrían el cerro hasta donde vivíamos. A la medianoche, el periodista Yamid Amat sabía ya los nombres de algunos de los muertos. Dentro de ellos, mencionó a mi papá”, contó a este diario.

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Hasta la toma del Palacio de Justicia, Pilar Navarrete y Gabriel Andrade no se conocían. Sin embargo, cuando terminó la retoma militar, el hijo del magistrado Andrade fue a Medicina Legal y reconoció, dentro de una bolsa negra, unos restos carbonizados que tenían la mitad de la cédula quemada de su papá y la pluma con la que escribía notas y firmaba decisiones judiciales. “Ese cuerpo tenía una dentadura semejante a la de mi papá. Fue relativamente rápido y fácil hacer el cotejo”. Su familia trasladó los restos a Barranquilla y los enterraron en una tumba que visitaron religiosamente durante 31 años. Pero ese cuerpo no era el de su padre, sino el de Héctor Jaime Beltrán, esposo de Pilar Navarrete.

Esposa de Héctor Jaime Beltrán, uno de los desaparecidos del holocausto del Palacio de Justicia.
Foto: Óscar Pérez

Esa verdad estuvo enterrada durante más de tres décadas, hasta que en 2017 la familia Andrade solicitó a la justicia exhumar el cuerpo, porque tenían dudas sobre su identidad. En ese momento, la Fiscalía y Medicina Legal concretaban los primeros descubrimientos de malas identificaciones de víctimas, por cuerpos entregados a las familias equivocadas. El Tribunal Especial de Instrucción que investigó el holocausto señaló en su informe que en muy pocos casos los cuerpos “fueron plenamente reconocidos, mientras que los demás lo fueron en forma no muy convincente”. Y agregó: “No estamos seguros de que todas las identificaciones realizadas correspondan plenamente a la verdad”.

Los análisis de ADN realizados a los supuestos restos del magistrado Andrade, por solicitud de su familia, confirmaron las pesquisas de las autoridades. “Nos citaron a una reunión en Medicina Legal para informarnos que en un 99.9% no era mi papá”, narró Gabriel Andrade. Y agregó: “Las miradas estuvieron perdidas durante un buen rato. Luego nos comentaron de quién era el cuerpo que había en Barranquilla. Después de 31 años, esa tragedia tocó la puerta de la casa nuevamente”. Al tiempo, Medicina Legal contactó a Pilar Navarrete para informarle que los restos de Héctor Jaime Beltrán, su esposo, por graves errores y negligencias en la identificación, habían sido hallados en un cementerio de Barranquilla.

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Magistrado auxiliar Julio Cesar Andrade, desaparecido tras la toma y retoma al Palacio de Justicia en 1985.

La mujer que pasó más de tres décadas al pie de la ventana de su casa, en Bogotá, con la esperanza de que Héctor Jaime Beltrán regresara con vida, tuvo la certeza de que los restos de su esposo estuvieron bajo la custodia de otra familia que, sin saberlo, cuidó de ellos como si fueran propios. “El primer homenaje ha sido el amor con el que la familia Andrade cuidó sus restos”, dijo Pilar Navarrete. El ciclo de búsqueda que se cerró para la familia Beltrán Navarrete reabrió la herida en la familia Andrade, que ahora no tiene rastro del paradero del cuerpo de su padre ni esperanzas de encontrarlo. Tampoco el Estado les ha dado esperanza de que puedan hallarlo, ni la verdad y la justicia que merecen.

“¿Dónde está? ¿Qué le hicieron? ¿Quién fue? Son preguntas que siguen sin respuesta. Llegamos a la conclusión de que no tenía sentido dar importancia a un asunto que el tiempo estaba disecando, que nos estaba menoscabando emocionalmente. No seguimos buscando a nuestro padre. No esperamos nada”, expresó Gabriel Andrade. En paralelo, Pilar Navarrete se niega a dejar de buscar a los demás desaparecidos. Durante cuatro décadas ha llevado la bandera de la verdad y la memoria. Con ella continuará la búsqueda de las cinco personas que siguen desaparecidas desde 1985. A ellos y a los cuatro “nuevos desaparecidos” que han engrosado ese registro por los mismos errores cometidos cuando terminó el horror del holocausto del Palacio de Justicia.

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El abrazo que Pilar Navarrete y Gabriel Andrade se dieron al finalizar la conmemoración de los 40 años del holocausto, frente al reconstruido edificio del Palacio de Justicia y a una Plaza de Bolívar en la que ya no retumban las balas de los guerrilleros y los cañonazos de los tanques de guerra, como sucedió el 6 y 7 de noviembre de 1985, es el mismo abrazo que esperan las familias de las nueve personas que siguen desaparecidas: Julio César Andrade, Carlos Augusto Rodríguez, Irma Franco Pineda, David Suspes Celis, Jorge Alberto Echeverry, Libia Rincón Mora, María Jeaneth Rozo, Norma Constanza Esguerra y Gloria Estella Lizarazo. Nueve nombres que le recuerdan a Colombia, 40 años después, la barbarie de la guerra, la negación al diálogo, la negligencia de sus instituciones y la falta de justicia.

Para conocer más sobre justicia, seguridad y derechos humanos, visite la sección Judicial de El Espectador.

Por Paulina Mesa Loaiza

Periodista de la Universidad de Antioquia e ilustradora. Ha escrito en prensa y portales digitales con especial interés en justicia, conflicto, memoria y paz. Actualmente es periodista de Colombia+20.@paulina_mesalpmesa@elespectador.com

Por Gustavo Montes Arias

Comunicador Social - Periodista, con interés en temas de política, conflicto, paz y memoria. Premio Nacional de Periodismo Escrito Universitario Orlando Sierra Hernández a mejor entrevista, 2022.@GustavoMontesAr
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