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Si ha visto un árbol lleno de flores amarillas adornando aceras, parques o caminos rurales, es muy probable que haya estado frente a un chicalá. Este árbol, además de ser llamativo por su color y forma, cumple funciones importantes tanto en la ciudad como en el campo. En las siguientes líneas encontrará información sobre sus características, dónde crece, cómo ayuda al medio ambiente y por qué es tan apreciado en distintas regiones de Colombia y América Latina.
El chicalá (Tecoma stans), perteneciente a la familia Bignoniaceae, es una especie ampliamente distribuida en Centro América y América del Sur gracias a su notable capacidad de adaptación a diversas altitudes, desde el nivel del mar hasta zonas que superan los 3000 metros. Aunque suele cultivarse con fines ornamentales, también crece de manera silvestre en matorrales y bosques secos de climas cálidos y templados. En Colombia, se encuentra entre los 1000 y 3000 msnm en departamentos como Amazonas, Antioquia, Atlántico, Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Huila, Magdalena, Nariño, Quindío, Santander, Tolima y Valle del Cauca.
Más allá de su adaptabilidad y valor ornamental, el chicalá se distingue por el espectáculo visual que ofrece durante su temporada de floración. Sus ramas se cubren de flores amarillas en forma de trompeta que no solo embellecen el entorno, sino que también atraen polinizadores como abejas silvestres y colibríes, aportando al equilibrio ecológico. Un detalle curioso ocurre cuando llueve: los botones caen al suelo y forman un tapiz dorado que, al ser pisado, emite un sonido seco y explosivo.
El chicalá es un árbol que puede crecer hasta los 15 metros de altura. Tiene hojas formadas por varios folíolos que tienen los bordes con pequeñas puntas y cambian de color con el tiempo. Su tronco no es recto, tiene una corteza que se quiebra en líneas y ramas gruesas que le dan firmeza. Gracias a esta forma, puede crecer en muchos lugares y se usa mucho en parques, calles y fincas, porque da sombra y se ve bien en el paisaje.
Pero el chicalá no solo sirve para decorar. También ayuda al medio ambiente porque puede crecer en suelos duros o con muchas piedras, donde otras plantas no logran desarrollarse bien. Esto lo hace útil en trabajos de recuperación de tierras y reforestación. Además, resiste el sol fuerte y la falta de agua. Su madera no se pudre fácilmente ni es atacada por insectos, por eso se usa para hacer cercas, techos o muebles de exterior.
Cuidados para el Chicalá
Luz
- El chicalá necesita abundante exposición solar para desarrollarse adecuadamente. Esta especie prospera cuando recibe al menos seis horas diarias de luz solar directa, lo que favorece su crecimiento vigoroso y estimula su característica floración amarilla brillante. Aunque puede tolerar condiciones de sol parcial, una exposición lumínica reducida generalmente resulta en menos flores y un crecimiento menos robusto.
Temperatura
- El chicalá demuestra una notable resistencia a variaciones térmicas, adaptándose a un amplio rango de temperaturas. Esta planta puede soportar desde los 5°C hasta los 43°C, lo que explica su capacidad para crecer en diversos pisos térmicos, desde el nivel del mar hasta zonas por encima de los 3000 metros de altitud.
- Durante periodos de frío extremo, el chicalá puede experimentar decoloración o caída de hojas, mientras que en calor excesivo puede sufrir marchitamiento. Para protegerlo durante olas de frío, considere cubrirlo con tela antiheladas y aplicar una capa de mantillo para mejorar el aislamiento. En temperaturas elevadas, asegure un riego adecuado y, si es posible, proporcione algo de sombra parcial durante las horas más calurosas para reducir el estrés térmico de la planta.
Riego
- El régimen de riego para el chicalá debe mantener un equilibrio entre humedad constante y prevención de encharcamientos. La frecuencia ideal es de una vez cada una o dos semanas, permitiendo que el suelo se seque ligeramente entre riegos. Este patrón imita las condiciones de su hábitat natural, donde las lluvias regulares se alternan con breves periodos secos.
- El chicalá puede tolerar sequías cortas una vez establecido, lo que demuestra su adaptabilidad, pero un riego regular favorece su desarrollo óptimo. La aplicación de mantillo alrededor de la base ayuda a conservar la humedad del suelo y regular la temperatura, reduciendo la frecuencia necesaria de riego y promoviendo condiciones más estables para la planta.
Humedad
- El chicalá presenta una buena adaptabilidad a diferentes niveles de humedad ambiental, prosperando tanto en climas relativamente secos como en ambientes más húmedos. Esta versatilidad contribuye a su capacidad para crecer en diversos hábitats, desde zonas costeras hasta regiones montañosas, siempre que se cumplan sus otros requerimientos básicos.
- Para cultivar chicalá en ambientes extremadamente secos, puede beneficiarse de nebulizaciones ocasionales sobre el follaje, especialmente durante los períodos más calurosos del año. Sin embargo, es importante no excederse con la humedad, particularmente en zonas donde la circulación del aire es limitada, ya que esto podría fomentar el desarrollo de enfermedades fúngicas. El balance adecuado de humedad contribuirá significativamente a mantener un follaje saludable y una floración abundante.
Sustrato
- El chicalá prospera en suelos bien drenados que permitan una adecuada aireación de las raíces. Un sustrato óptimo combina tierra de jardín con arena gruesa y compost en proporciones similares, creando una mezcla que retiene suficiente humedad mientras permite el drenaje del exceso de agua, previniendo problemas de pudrición radicular.
- Esta planta muestra una notable adaptabilidad a diferentes tipos de suelo, incluyendo arenosos, arcillosos, margosos y calcáreos, con preferencia por un pH ligeramente ácido a neutro. Su capacidad para desarrollarse en suelos arcillosos o pedregosos resulta especialmente valiosa, ya que el chicalá contribuye a descompactar estos terrenos difíciles y mejorar sus condiciones.
- Si cultiva en maceta, asegúrese de que esta tenga suficientes orificios de drenaje, y considere la perlita como alternativa a la arena gruesa para mejorar la aireación del sustrato.
Abono
- Se beneficia de una fertilización equilibrada para mantener su vigoroso crecimiento y prolífica floración. Durante la temporada de crecimiento activo, aplique un fertilizante balanceado cada 2-3 semanas, reduciendo la frecuencia a mensual durante épocas frías cuando el crecimiento se ralentiza.
- Para evitar daños por exceso de nutrientes, es recomendable aplicar el fertilizante a media potencia de lo indicado en las instrucciones del producto, siempre sobre suelo previamente humedecido. Si el suelo donde está plantado es naturalmente rico en nutrientes, puede reducir la frecuencia de fertilización a cada 3-4 meses o incluso limitarla a una aplicación anual de fertilizante de liberación lenta.
- Tenga en cuenta que la sobre-fertilización puede provocar un crecimiento excesivo del follaje a expensas de la floración, por lo que es importante encontrar el equilibrio adecuado.
Plagas y Enfermedades
- Puede verse afectado por diversas plagas y enfermedades que requieren vigilancia regular. Entre los problemas más comunes están las manchas foliares, que aparecen como lesiones circulares oscuras en hojas y tallos, comprometiendo el crecimiento y la floración. También puede sufrir ataques de escarabajos de hojas, que crean pequeños agujeros redondos en el follaje y los pétalos.
- Para combatir estos problemas, inspeccione su chicalá regularmente y actúe al primer signo de infestación. Para manchas foliares, comience con tratamientos orgánicos como una solución de bicarbonato de sodio y jabón líquido, avanzando a fungicidas a base de cobre si es necesario. Para controlar escarabajos, retire manualmente los insectos en casos leves, o aplique aceite de neem como primera línea de defensa. Las deficiencias nutricionales, que se manifiestan como amarillamiento generalizado de las hojas, pueden corregirse con la aplicación adecuada de fertilizantes balanceados o compost.
Poda
- La poda anual del chicalá es fundamental para mantener su forma, controlar su tamaño y estimular una floración abundante. Realice esta tarea a finales del invierno, antes del inicio de la temporada de crecimiento, eliminando ramas muertas o dañadas y adelgazando áreas congestionadas para mejorar la circulación del aire. No retire más de un tercio de los tallos más viejos, cortándolos a pocos centímetros sobre el nivel del suelo.
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