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Cada cierto tiempo, el desierto más seco del planeta se transforma en un espectáculo que parece desafiar toda lógica. Donde normalmente solo hay arena y roca, brota un tapiz de flores que cubre el suelo con tonos amarillos, morados y rosados. Es el llamado “desierto florido” del Atacama, un fenómeno natural que ocurre cuando las lluvias invernales despiertan miles de semillas dormidas bajo la superficie, dando vida a más de 200 especies silvestres que florecen al unísono y convierten el árido paisaje en un jardín inesperado.
Ubicado en el norte de Chile, el Desierto de Atacama es conocido por sus condiciones extremas: en algunos sectores pueden pasar años sin que caiga una sola gota de lluvia. Sin embargo, cuando el clima se alía con la naturaleza y las precipitaciones invernales superan lo habitual, ocurre la metamorfosis. Este fenómeno, vinculado al evento climático de El Niño, no solo llena de color el paisaje, sino que también activa la vida de insectos, aves y pequeños mamíferos, que aprovechan la abundancia temporal de alimento y refugio.
Estas precipitaciones, acompañadas de bajas temperaturas, son clave para que las semillas germinen. Para que el desierto florezca en su máxima expresión, deben acumularse entre 15 y 30 milímetros de lluvia, especialmente entre junio y julio. Además, el frío ayuda a romper la latencia de las semillas, permitiendo que broten una vez que las condiciones son favorables.
Para el año 2025, se estima que la floración se prolongue hasta noviembre, siempre que se mantengan las condiciones adecuadas de humedad y temperatura. El pico de floración se espera durante las primeras semanas de octubre, concentrándose principalmente en la zona sur de la Región de Atacama.
¿Qué flores hay aquí?
Eso sí, aunque en el Desierto de Atacama florecen muchas especies, hay algunas que destacan por dar ese toque característico de color al paisaje. Son las más emblemáticas del Parque Nacional Desierto Florido, cuyas formas, tonalidades y adaptaciones reflejan la asombrosa capacidad de la naturaleza para renacer en condiciones extremas.
1. Borlón de alforja (Polyachyrus poeppigii): Endémica de Chile, esta especie pertenece a la familia Asteraceae y crece desde la Región de Antofagasta hasta Valparaíso, especialmente en llanos y quebradas. Puede medir entre 50 y 120 centímetros de altura y se reconoce por sus flores rosadas en forma de esfera, que además tienen un aroma agradable. Su nombre popular proviene de los pompones de lana que antes se usaban para decorar las bolsas de los caballos.
2. Garra de león (Leontochir ovallei): De la familia Alstroemeriaceae, esta planta es una de las joyas del Desierto Florido. Endémica de la Región de Atacama, habita suelos pedregosos y soleados cerca de Carrizal Bajo, dentro del Parque Nacional Llanos de Challe. Presenta flores rojas intensas, aunque en raras ocasiones pueden ser amarillas, reunidas en floraciones de hasta 10 centímetros. Está catalogada como una especie en peligro debido a su distribución restringida y a que sus tubérculos sirven de alimento a animales silvestres.
3. Mariposa cacatúa (Schizanthus candidus): Perteneciente a la familia Solanaceae, esta planta anual se reconoce por sus delicadas flores blancas, a veces teñidas de lila, que asemejan las alas de una mariposa. Es endémica de Chile y crece en la Región de Atacama y la Región de Coquimbo, especialmente en el Parque Nacional Llanos de Challe. Su floración es polinizada por mariposas nocturnas, y suele encontrarse en sectores costeros y cerros cercanos a Freirina, donde su aspecto destaca entre la vegetación desértica.
4. Pata de guanaco (Cistanthe grandiflora): Una de las especies más representativas del desierto florido, la pata de guanaco pertenece a la familia Portulacaceae y se distribuye desde Antofagasta hasta la Región de Coquimbo. Es una hierba perenne de hojas carnosas agrupadas en la base del tallo y flores rosadas que pueden medir hasta 6 centímetros de diámetro. Estas flores se elevan sobre varas florales que alcanzan 50 centímetros, creando amplios mantos de color que cubren laderas y zonas costeras entre rocas.
5. Oreja de zorro (Aristolochia chilensis): Esta especie, de la familia Aristolochiaceae, crece desde la Región Metropolitana hasta Atacama. Es una planta rastrera con hojas redondeadas y flores café-moradas, vellosas por dentro y con forma de urna. A pesar de su apariencia exótica, no es insectívora, aunque atrae moscas que ayudan a su polinización. En Chile suele encontrarse en cerros soleados y zonas arenosas cercanas al mar.
¿Qué recomendaciones le damos para cuidar la flora?
Para proteger este patrimonio natural, en julio de 2023 se creó el Parque Nacional Desierto Florido, que resguarda más de 57.000 hectáreas de ecosistemas donde se desarrolla este fenómeno. Bajo la administración de la Corporación Nacional Forestal (CONAF), el parque busca conservar tanto la flora como la fauna que se activa durante la floración —insectos, aves y pequeños mamíferos—, frente a amenazas como el turismo no regulado y el cambio climático, que ponen en riesgo la continuidad de este espectáculo único en el mundo.
Cinco recomendaciones para cuidar la flora del Desierto Florido:
- No pise las flores ni salga de los senderos habilitados. Caminar fuera de las rutas señalizadas puede dañar las plantas y compactar el suelo, impidiendo que las semillas germinen nuevamente.
- Evite recolectar flores o semillas. Cada especie cumple un papel en el ecosistema, y retirarlas afecta su ciclo natural y la posibilidad de futuras floraciones.
- No use vehículos fuera de las zonas permitidas. Las huellas de autos o motos destruyen amplias áreas de vegetación y tardan años en recuperarse.
- No deje basura ni restos de alimentos. Los residuos alteran el equilibrio del ecosistema y pueden atraer animales a zonas donde no deberían estar.
- Respete el silencio y observe con distancia. Disfrutar del paisaje sin alterar su entorno permite que la fauna permanezca activa y que otros visitantes vivan la misma experiencia.
Los puntos más recomendados para observar este fenómeno son: Caleta Chañaral de Aceituno, el Parque Nacional Llanos de Challe, Totoral y los alrededores de Vallenar.
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