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La capacidad de vuelo en los loros no aparece de inmediato al nacer. Como ocurre con muchas aves, este proceso depende de su desarrollo físico, el crecimiento de las plumas y la maduración de su coordinación muscular. Saber desde qué edad vuela un loro es útil para comprender su biología y respetar su comportamiento natural, pero también para recordar que estas aves no deben ser tratadas como mascotas domésticas.
En promedio, la mayoría de especies de loros empieza a volar entre las ocho y doce semanas de vida, aunque este rango puede variar según el tamaño y la especie. Las más pequeñas, como los periquitos o agapornis, suelen iniciar antes, mientras que los loros medianos y grandes, como los amazónicos o guacamayos, pueden tardar más y alcanzar sus primeros vuelos cercanos a los tres o incluso cuatro meses.
El desarrollo previo al vuelo
Antes de que un loro pueda volar, pasa por la etapa de emplume, en la que las plumas de vuelo crecen y se fortalecen. Paralelamente, desarrolla la musculatura del pecho y las alas, indispensable para despegar, mantenerse en el aire y aterrizar sin lastimarse.
En libertad, los polluelos son alimentados y protegidos por sus padres, quienes también les enseñan a reconocer el entorno y a utilizar sus alas. En cautiverio, este proceso suele verse alterado, especialmente cuando los loros son separados de sus progenitores para el comercio ilegal, lo que afecta su desarrollo físico y emocional.
En su hábitat natural, los primeros vuelos no son solo un logro físico, sino una herramienta de supervivencia. Les permiten buscar alimento, huir de depredadores y socializar con otros individuos de su especie. Interferir en esta etapa, por ejemplo, recortando plumas para impedir el vuelo, puede comprometer su bienestar y sus capacidades naturales.
En entornos de rescate o rehabilitación, cuando un loro está listo para sus primeros intentos de vuelo, es esencial brindarle un espacio seguro, libre de riesgos como cables, ventanas abiertas o superficies peligrosas, para que pueda practicar sin lesionarse.
El vuelo no es un lujo para los loros: es parte esencial de su salud física y mental. Mantiene su musculatura, fortalece el sistema cardiovascular, ayuda a regular el peso y estimula su mente. En la naturaleza, volar también está ligado a su vida social y a la exploración del territorio.
No son animales domésticos
Aunque su plumaje colorido y su inteligencia puedan resultar atractivos, los loros no están adaptados para la vida como mascotas. Son aves silvestres con necesidades complejas: requieren grandes espacios, socialización con otros de su especie y una dieta variada que no se logra fácilmente en un hogar común.
La tenencia de loros como animales de compañía impulsa el tráfico ilegal, una de las principales amenazas para muchas especies en Latinoamérica. Además, al privarlos de volar libremente en su hábitat, se les niega una de las habilidades más importantes para su supervivencia y bienestar.
Respetar su ciclo natural, evitar su captura y apoyar su conservación son las mejores formas de garantizar que estas aves sigan llenando de color y vida los cielos que les pertenecen.
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