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En los hogares donde vive un gato, el ronroneo suele ser una de las expresiones más reconocibles y entrañables de su presencia. Es el sonido que acompaña momentos de calma, de cariño o incluso de consuelo. Pero, según veterinarios y cuidadores especializados, ese mismo ronroneo puede adquirir un significado diferente en los últimos días de vida del animal.
Aunque la ciencia no ha confirmado la existencia de un “ronroneo terminal” como fenómeno formal, cada vez más expertos y dueños coinciden en que muchos gatos cambian su forma de comunicarse al acercarse a la muerte.
La Asociación Americana de Profesionales Felinos (AAFP) y la Asociación Internacional de Cuidados de Hospicio y Paliativos para Animales (IAAHPC) han publicado guías que describen cómo los gatos enfrentan sus etapas finales.
En ellas se señala que, más allá de los tratamientos médicos, el objetivo es mantener la comodidad y el bienestar del animal, permitiéndole un entorno tranquilo y digno. Durante este proceso, se observa con frecuencia que los gatos se vuelven más silenciosos, más lentos y, en algunos casos, más afectuosos.
La doctora Sarah Heath, veterinaria y especialista en comportamiento animal, ha explicado en diversas conferencias que algunos gatos buscan una cercanía especial con sus cuidadores en los últimos días.
Pueden pasar más tiempo acurrucados junto a ellos, emitir ronroneos suaves y constantes, o simplemente permanecer presentes de una manera que parece casi simbólica. “No siempre se trata de un acto consciente de despedida, pero sí es un reflejo de la necesidad de confort y de vínculo que muchos animales experimentan cuando se sienten vulnerables”.
Varios estudios sobre gatos geriátricos han descrito que, en la vejez, los felinos tienden a vocalizar más y a demandar más contacto humano. Algunos cuidadores relatan que sus gatos, antes reservados, se vuelven repentinamente más cariñosos, buscan dormir cerca o no se separan del regazo de sus dueños.
En foros y testimonios recopilados por portales especializados en comportamiento felino, se repite una imagen conmovedora: la de un gato anciano que ronronea de forma suave y prolongada mientras permanece junto a la persona con la que compartió su vida.
Desde la perspectiva médica, ese ronroneo puede tener una explicación fisiológica. Se sabe que el sonido vibratorio del ronroneo, que oscila entre 25 y 150 hercios, libera endorfinas y ayuda a calmar al propio gato, reduciendo el dolor o la ansiedad. Por eso, algunos veterinarios creen que en sus últimos momentos los felinos pueden utilizarlo como una forma de autorregulación emocional.
El ronroneo, más que un lenguaje consciente, sería un mecanismo de bienestar, una manera natural de encontrar serenidad ante el dolor.
Aun así, la interpretación emocional es difícil de separar. Para los humanos, ese ronroneo puede sentirse como una despedida. Los dueños describen la experiencia con un profundo sentido de conexión: el gato que busca su pecho, que ronronea sin cesar, que parece dormir tranquilo sabiendo que su persona está ahí. Es, quizás, el último gesto de una relación construida en silencio y compañía.
Los veterinarios recomiendan que, cuando un gato atraviesa esta etapa, se le ofrezca un ambiente cálido y estable, sin ruidos ni interrupciones. Se aconseja facilitarle el acceso al agua, a la comida y a su cama, además de permitirle decidir cuándo quiere compañía y cuándo prefiere descansar. Los especialistas en cuidados paliativos insisten en que el amor y la calma del entorno son tan importantes como cualquier medicamento.
A diferencia de los humanos, los gatos no entienden el concepto de la muerte, pero sí perciben los cambios en su cuerpo y en la energía de su entorno. Su manera de afrontarlo es simple y natural: dormir más, comer menos y, a veces, buscar la cercanía de aquello que les resulta familiar.
En ese contexto, el ronroneo puede convertirse en un hilo invisible que une el principio y el final de su vida, un sonido que transmite tanto alivio como afecto.
No hay evidencia científica que confirme que los gatos ronronean para despedirse. Pero quienes han vivido ese momento aseguran que hay algo profundamente conmovedor en esa última vibración, suave y pausada, que parece decir sin palabras lo que el animal no puede expresar de otra forma.
Quizás no sea un adiós consciente, pero sí una manifestación de paz. Una forma silenciosa de cerrar un ciclo junto a quienes los acompañaron siempre.
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