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Los loros, con su plumaje vistoso y su capacidad de imitar sonidos, son aves que en libertad vuelan grandes distancias y cumplen un papel clave en los ecosistemas. Sin embargo, muchos de los ejemplares que hoy viven junto a personas no llegaron allí como “mascotas”, sino como parte de procesos de rescate, rehabilitación o cuidado en santuarios especializados, tras haber sido víctimas del tráfico ilegal o de accidentes en su entorno natural.
En estos espacios, una pregunta frecuente entre cuidadores y voluntarios es: ¿hasta qué edad crecen los loros? La respuesta depende de la especie, el ambiente y los cuidados que reciba el ave, y no existe un único momento exacto que marque el fin de su crecimiento.
En general, la mayoría alcanza su tamaño adulto entre los 8 meses y los 2 años. Las especies más pequeñas, como los periquitos australianos o los loros verdes, completan este proceso antes del año. Por su parte, los loros grandes, como el guacamayo azul y amarillo o el yaco africano, pueden tardar hasta 24 meses en desarrollarse por completo.
El crecimiento no se limita a la estatura o al peso. En sus primeros meses de vida, un loro experimenta cambios evidentes: gana masa muscular, sustituye el plumón inicial por plumas definitivas y fortalece su pico. Luego, la etapa de maduración física se ralentiza y comienza un proceso más sutil, que abarca el refinamiento de sus movimientos, la resistencia de su organismo y su capacidad de adaptarse al entorno.
En santuarios y centros de rehabilitación, el ambiente y la alimentación son factores decisivos para un desarrollo sano. Estos espacios ofrecen dietas equilibradas con frutas, verduras, semillas de calidad y suplementos, evitando deficiencias que podrían frenar el crecimiento o provocar problemas óseos. También procuran condiciones que permitan el ejercicio: en libertad, estas aves vuelan varios kilómetros al día, lo que fortalece sus músculos y huesos. En cautiverio controlado, necesitan amplios voladeros y estímulos que mantengan su actividad física y mental.
El comportamiento también es un indicador de maduración. Aunque un loro pueda alcanzar su tamaño adulto relativamente rápido, su desarrollo emocional y social lleva más tiempo. Algunas especies grandes, como los guacamayos o las amazonas, no se consideran plenamente adultas en temperamento hasta los cuatro o cinco años. Durante este tiempo, siguen aprendiendo a interactuar, explorar y adaptarse a nuevas situaciones.
En especies como el periquito australiano, el crecimiento físico suele concluir hacia los ocho o nueve meses. Los yacos africanos pueden tardar entre 18 y 24 meses, mientras que los guacamayos grandes ocupan la franja más prolongada, alcanzando su desarrollo corporal completo cerca de los dos años. Aun así, cada individuo es diferente, y las condiciones en las que vive influyen de forma significativa.
Para los cuidadores, entender estos plazos es esencial. Durante los primeros meses, se priorizan revisiones veterinarias frecuentes y un entorno libre de estrés. La socialización también juega un papel clave: en aves rescatadas, establecer vínculos positivos con otros loros o con sus cuidadores ayuda a reducir conductas asociadas al trauma o a la privación de libertad.
En definitiva, no existe una edad única en la que todos los loros dejen de crecer. Las especies pequeñas suelen hacerlo antes del año, mientras que las grandes pueden tardar hasta dos. Sin embargo, incluso cuando su tamaño se estabiliza, su madurez física, emocional y social continúa desarrollándose por varios años más. Para quienes los cuidan en santuarios o proyectos de conservación, respetar estos tiempos significa garantizar que cada ave tenga la oportunidad de recuperarse, fortalecerse y, cuando es posible, regresar a su hábitat natural.
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