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Deslizar sin parar, pasar historias, detenerse apenas un segundo, volver a subir. Las redes sociales son así: veloces, ruidosas, repetitivas. Pero, a veces, entre ese torbellino de contenido, aparece un video distinto, uno que obliga a detener ese “scroll” infinito. En pantalla, un joven con una ruana se acerca a un perro callejero y, con voz amigable, le dice: “Si no dice nada, le consigo una familia”. Esa frase, que al principio puede parecer una broma o un gancho para captar atención, se ha convertido en el sello con el que Julián Pinilla ha logrado cambiar vidas.
Oriundo de Tunja, Boyacá, Pinilla, más conocido como El Chico de la Ruana, encontró en sus redes sociales una plataforma para ayudar a quienes más lo necesitan. Cuando empezó a crear contenido, hace unos cinco años, su intención era sencilla: mostrar con orgullo sus raíces campesinas, hacer humor con las costumbres de su tierra y recordar que el campo también tiene un lugar en internet. Poco a poco, con su ruana al hombro, su sombrero y su característico acento boyacense, Pinilla se ganó el cariño de miles de personas que encontraron en él una representación fresca del campesino colombiano.
Del humor a la solidaridad: así cambió su contenido
Con el paso del tiempo, Pinilla entendió que sus redes podían servir para algo más que entretener. Sus videos empezaron a contar historias de quienes casi nunca aparecían en las pantallas: vendedores informales, personas sin hogar, madres cabeza de hogar o familias que enfrentaban dificultades económicas. A muchos de ellos, este joven boyacense se les acercó con la idea de grabar un reto, los escuchó, les brindó ayuda y, sobre todo, visibilizó sus historias.
Así fue como su contenido dio un giro social que miles de usuarios admiraron y celebraron. Cada video alcanzaba millones de vistas, pero más allá de los “me gusta” y los comentarios, lo que crecía era una comunidad que encontraba en este joven un ejemplo del poder de las redes para hacer el bien. Esa respuesta positiva del público y el impacto de sus historias, hicieron que Pinilla se fijara en otros seres que desde niño había soñado en ayudar: los perros y gatos abandonados.
“Siempre había tenido en mi corazón la idea de ayudar a los animales. Es un tema muy fuerte, sobre todo en el campo, donde se abandonan muchísimos... Quería hacer de las redes sociales una herramienta para ayudar con eso”, recuerda. Así fue como realizó su primer rescate, que fue, justamente, el de un perro que había vagado por las calles de su pueblo durante más de un año. Pinilla, con ese mismo formato de reto que había hecho popular en sus redes, se le acercó y prometió encontrarle una familia. Lo baño, lo llevó al veterinario, lo dio en adopción y publicó su historia abriendo con esa icónica frase que marcaría el resto de su contenido.
Desde ese momento, los animales comenzaron a ser también parte de sus historias. Las personas, al ver su labor, empezaron a escribirle desde distintos lugares del país para contarle casos de perros y gatos que necesitaban ayuda. Los hay de todo tipo: perros amarrados con alambres, otros que abandonan en costales al borde de la carretera o que son dejados dentro del TransMilenio, animales en refugios que llevan más de tres años esperando un hogar. En cada uno de estos casos, Pinilla ha encontrado una manera de intervenir y de mover a su comunidad para que esos animales tengan una nueva oportunidad.
La fórmula de su contenido combina propósito, un toque de humor y un mensaje. Desde aquel primer rescate, hace ya dos años, El Chico de la Ruana se ha convertido en una de las figuras más populares del rescate animal en Colombia. En la mayoría de los casos, Pinilla actúa como un puente: cuenta la historia del animal, gestiona la ayuda con veterinarias o refugios aliados, encuentra una familia y se asegura de que cada mascota llegue a un hogar responsable.
Pero la historia de Canela fue diferente. Esta cachorra llegó a él porque su familia original ya no podía cuidarla. Pinilla pensó, como siempre, en conseguirle un hogar. Sin embargo, en el proceso de cuidarla y acompañarla, algo cambió y terminó quedándose con ella. Con Canela, por primera vez, no solo la rescató, sino que se convirtió en el hogar que la perrita necesitaba, iniciando así una nueva etapa en su vida como cuidador de una mascota, junto a su novia, Gina Rivera, quien también ha sido un gran apoyo su camino.
Descubrir el amor de Canela, sumado a las decenas de vidas que ha transformado, le confirmó que su labor va más allá de un acto solidario. “Esa es la mejor satisfacción: ver cómo a un perrito le ha cambiado la vida”, dice. Eso lo motiva a seguir ayudando y a seguir.
Un creador con propósito
Toda esta labor por los animales y por la comunidad ha convertido a Julián Pinilla en uno de los creadores más queridos del país. Hoy suma más de dos millones de seguidores en sus redes sociales y, en abril de este año, fue reconocido con el Premio India Catalina al Mejor Creador de Contenido Digital Social. Pero más allá de los números y los premios, este joven boyacense ha demostrado que las redes pueden ser un espacio para inspirar empatía y generar cambios reales.
A pesar de todo lo que ha logrado, su contenido conserva la sencillez y el propósito con el que empezó. Su próximo sueño es dar un paso más grande: “Uno de mis sueños es poder crear un refugio para esas mascotas que nadie adopta”, declara con la convicción de un joven que ha sabido hacerse un lugar en el inmenso mundo digital. Porque si algo ha probado El Chico de la Ruana es que, a veces, basta una cámara, una ruana al hombro y un poco de humor para recordarle al mundo que los buenos actos también pueden volverse virales.
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