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Acompañar a un perro en su última etapa de vida es una experiencia única y profundamente gratificante. Estar presente en esos últimos años representa una prueba del amor y una devolución de la compañía que se ha compartido durante tantos años. Comprender los signos que indican que un perro está envejeciendo y acercándose al final de su vida permite ofrecerle el cuidado adecuado, asegurando su comodidad y bienestar hasta el último momento.
Según el Acton Animal Hospital, uno de los cambios más evidentes es la transformación en su comportamiento y personalidad. “Un perro que se está muriendo de vejez puede volverse más irritable o retraído”, explican. Es común que los perros mayores muestren menos interés en actividades que antes disfrutaban, como jugar a buscar la pelota, pasear o interactuar con otros miembros de la familia. Estos cambios pueden ser sutiles al inicio, pero suelen hacerse más evidentes con el paso del tiempo.
El aumento del sueño y la pérdida del apetito también son señales frecuentes. El hospital indica que “la pérdida de peso puede deberse a atrofia muscular, disminución del apetito o cambios metabólicos asociados con el envejecimiento”. Esta disminución de la energía y del interés en la comida puede reflejar que su organismo está ralentizando sus funciones vitales, por lo que es importante monitorear su nutrición y ofrecer alimentos fáciles de digerir.
Otros signos incluyen problemas digestivos como vómitos, diarrea o estreñimiento, así como dificultades respiratorias, incluyendo tos, silbido en el pecho o dificultad para respirar. La incontinencia también es habitual en perros mayores y puede indicar un deterioro progresivo de sus funciones corporales.
Frente a estas señales, se recomienda buscar atención veterinaria especializada. Un veterinario puede realizar un examen a fondo y ofrecer recomendaciones para controlar síntomas, aliviar molestias y asegurar que el perro viva sus últimos días con dignidad y sin dolor.
Más allá de los síntomas físicos, acompañar a un perro en esta etapa implica ofrecer paciencia, afecto y presencia constante. Pequeños gestos, como mantenerlo cómodo, ponerle su cama favorita, darle paseos cortos adaptados a su energía y tiempo para abrazos y caricias, contribuyen a su bienestar emocional y es la mejor forma de agradecer todo lo que ese peludito le ha brindado.
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