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Cuando Coeli Fortun conoció a Manolo, un pequeño shih tzu parcialmente ciego, tenía apenas 14 años. En aquel entonces, nadie pensaba que el perro, considerado “no apto para ser realojado”, hallaría un hogar.
Sin embargo, ella decidió adoptarlo y darle una segunda oportunidad. Años después, esa decisión marcaría una historia de amor, cuidado y despedida que conmovió a miles de personas.
En 2022, Fortun se mudó a Canadá junto a su pareja, Sean, y con sus inseparables compañeros: Manolo y su gato Snuffles. Ambos animales eran parte esencial de su vida, por lo que nunca dudó en llevarlos consigo. Pero en febrero de 2025, una serie de gritos nocturnos del perro cambió todo.
Tras varios exámenes, los veterinarios diagnosticaron demencia canina en fase inicial, una enfermedad degenerativa que afecta la memoria, la orientación y el comportamiento de los perros mayores.
La lucha por mantenerlo con vida
Durante meses, la pareja reorganizó su rutina para cuidar de Manolo. Le aplicaban masajes, le daban suplementos y lo llevaban a fisioterapia. Incluso probaron tres sillas de ruedas diferentes para ayudarlo a caminar.
“Su espíritu seguía siendo fuerte, pero su cuerpo le fallaba”, contó Fortun a la revista People. Con el tiempo, el pequeño perdió la vista, el oído y desarrolló mielopatía degenerativa, una afección de la médula espinal que le impidió moverse.
A pesar de los esfuerzos, los episodios de dolor y ansiedad se hicieron cada vez más frecuentes. “Sus gritos eran de frustración y de dolor, y se hicieron más intensos”, relató Fortun en un video de TikTok que acumuló millones de visualizaciones.
Al completar una evaluación de calidad de vida para animales mayores, la pareja comprendió que el amor también significa saber cuándo dejar ir.
Una despedida llena de ternura
Para su última semana, Coeli y Sean decidieron celebrar la vida de Manolo. “Nos centramos en lo que lo hacía feliz: estar con nosotros, con amigos, conocer gente nueva”, recordó. Lo pasearon en cochecito, lo llenaron de golosinas y lo llevaron a ver los atardeceres que tanto disfrutaba.
El 2 de octubre de 2025, su último día, lo llevaron al parque, su lugar favorito. Allí colocaron un cartel que decía: “Es el último día de nuestro perro. Denos un consejo y a él una golosina.” Varios transeúntes se detuvieron, lo acariciaron y compartieron palabras de consuelo. “Todos notaron lo mismo: Manolo estaba tranquilo por primera vez en mucho tiempo”, contó Fortun.
Pocos meses antes, la pareja había perdido también a su gato Snuffles, de 20 años, víctima de cáncer. “Perder a Manolo tan pronto después fue como perder el último pedazo de nuestro hogar”, confesó.
Hoy, Fortun canaliza su duelo a través del arte y las redes sociales, donde ha creado un “espacio seguro” para quienes han perdido a sus mascotas. “Llorar la pérdida de un animal es real. No son solo mascotas; son familia, son testigos de nuestras vidas”, afirma.
La historia de Manolo, más que una despedida, se ha convertido en un recordatorio de que el amor verdadero también implica saber decir adiós.
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