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La historia de Chester, el perrito que aprendió a “pagar” por su comida

El peludo se acercó al mostrador, depositó su “tesoro” sobre la superficie y esperó pacientemente.

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La Red Zoocial
24 de octubre de 2025 - 09:30 p. m.
Casos como el de Chester reflejan esa capacidad en su forma más pura: curiosidad, observación y la búsqueda de una recompensa.
Casos como el de Chester reflejan esa capacidad en su forma más pura: curiosidad, observación y la búsqueda de una recompensa.
Foto: Noticiero Del Pueblo
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Un pequeño local vivió una mañana fuera de lo común. Chester, un perrito conocido en el vecindario por su carácter amistoso, sorprendió al dueño del establecimiento al llegar con una hoja en la boca. Sin dudarlo, se acercó al mostrador, depositó su “tesoro” sobre la superficie y esperó pacientemente, moviendo la cola, como si aquella hoja bastara para pagar su compra.

El comerciante, entre risas y asombro, decidió grabar la curiosa escena. En cuestión de minutos, el video comenzó a circular por las redes sociales y Chester se convirtió en sensación. Miles de usuarios compartieron la grabación y destacaron la ternura e inteligencia del animal, que parecía entender el intercambio humano de dar algo para recibir algo a cambio.

Aunque parezca una historia única, no es la primera vez que un perro protagoniza un acto semejante. En Casanare, hace algunos años, un can callejero llamado Negro se ganó el corazón de estudiantes y profesores de un colegio al “pagar” sus galletas con hojas. Tras observar cómo los niños entregaban dinero en la tienda, el perro imitó la conducta con los recursos que tenía a su alcance. Desde entonces, su “moneda verde” fue aceptada con cariño, convirtiéndolo en símbolo de empatía y aprendizaje.

Especialistas en comportamiento animal explican que estos gestos no son casuales. Los perros son capaces de observar, asociar y reproducir conductas humanas, aunque no comprendan el valor simbólico del dinero. Se trata de lo que el psicólogo Stanley Coren denomina inteligencia adaptativa: la habilidad de resolver problemas y aprender de la experiencia sin necesidad de entrenamiento previo.

Casos como el de Chester reflejan esa capacidad en su forma más pura: curiosidad, observación y la búsqueda de una recompensa. Más allá de la viralidad, su historia recuerda la profunda conexión que los animales pueden establecer con las personas y su sorprendente sensibilidad para interpretar gestos y emociones humanas.

En tiempos donde las rutinas aceleradas suelen opacar los pequeños gestos, una simple hoja sobre un mostrador bastó para conmover a miles y recordarnos la nobleza e inteligencia de quienes no necesitan palabras para expresarse.

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