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Cuando una gallina deja de poner huevos, es natural que surjan preocupaciones, especialmente en contextos domésticos o productivos. No obstante, esta situación no siempre indica un problema grave. En muchos casos, se trata de respuestas normales a procesos fisiológicos como la muda de plumas, o a factores como la edad, enfermedades, niveles de estrés o deficiencias en el manejo y las condiciones del entorno. Identificar la causa es clave para actuar de forma adecuada.
La muda
Una de las causas más frecuentes, según información recopilada por el portal web especializado El Sitio Avícola, es la muda de plumaje. Durante este proceso natural, que suele ocurrir una vez al año, las gallinas dejan de poner huevos mientras regeneran sus plumas. Esto se debe a que el cuerpo del ave no puede sostener simultáneamente la producción de plumas nuevas y la formación de huevos.
Durante la muda, las aves reducen su consumo de alimento, pierden peso y entran en una especie de “descanso reproductivo”. Para que vuelvan a poner huevos, es fundamental brindarles una dieta especializada rica en proteínas que les permita recuperar masa corporal y restablecer el funcionamiento del aparato reproductor.
Enfermedades
Otra de las razones principales que afecta la producción de huevos son las enfermedades infecciosas, muchas de ellas de rápida propagación y con efectos graves en el sistema reproductivo de las aves.
De acuerdo con El Sitio Avícola, enfermedades como la bronquitis infecciosa, el cólera aviar, la influenza aviar, la encefalomielitis o la enfermedad de Marek pueden frenar drásticamente la postura. Incluso, afecciones menos letales como la presencia de piojos o ácaros también pueden alterar el bienestar de las gallinas y afectar su producción.
La edad
La edad de la gallina es un factor natural en la disminución de la producción. Generalmente, las gallinas comienzan a poner huevos entre los cinco y seis meses de vida. Este ritmo se mantiene relativamente constante hasta los 20 o 24 meses, cuando el rendimiento comienza a declinar.
Estrés
Las gallinas son animales sensibles al estrés. Ante situaciones adversas, su primera respuesta defensiva puede ser dejar de poner huevos. El estrés puede ser causado por múltiples factores como ruidos fuertes, ataques o la presencia de depredadores, cambios bruscos de temperatura e incomodidad en el espacio (hacinamiento o falta de ventilación).
Alimentación, agua e iluminación
Más allá de la genética y la salud del ave, factores básicos como la nutrición, el acceso al agua y la iluminación adecuada son determinantes en la continuidad de la postura.
Una dieta desequilibrada, baja en proteínas o nutrientes esenciales, afectará directamente la formación del huevo. Asimismo, agua en poca cantidad o de baja calidad puede interrumpir el ciclo productivo. Las gallinas necesitan un consumo constante de agua fresca para sostener la producción.
Otro factor crucial es la iluminación. La glándula pituitaria, que regula la postura de huevos, se activa con la luz. Por eso, para mantener un ritmo de producción adecuado, las gallinas requieren entre 14 y 16 horas de luz diaria.
En muchos casos, una revisión de las condiciones sanitarias, el entorno, la alimentación y el calendario biológico de las aves puede arrojar luces sobre el problema.
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