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Una tradición milenaria en Japón ahora bendice a las mascotas en lugar de a los niños

Este rito celebra etapas clave del desarrollo infantil a los tres, cinco y siete años. En la actualidad, con una tasa de natalidad en mínimos históricos, se transforma para incluir también a las mascotas.

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La Red Zoocial
15 de diciembre de 2025 - 04:00 p. m.
La población infantil se encuentra en mínimos históricos y, paralelamente, el mercado de productos y servicios para mascotas ha crecido de forma sostenida en los últimos años.
La población infantil se encuentra en mínimos históricos y, paralelamente, el mercado de productos y servicios para mascotas ha crecido de forma sostenida en los últimos años.
Foto: Kentaro Takahashi
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Vestidos con kimonos a la medida y pequeños cinturones obi, perros de distintas razas ocuparon su lugar dentro de un santuario sintoísta en la capital japonesa. Frente a ellos, un sacerdote entonó oraciones ancestrales y pidió a los dioses protección y felicidad. Al finalizar los cánticos, el silencio solemne se rompió con algunos ladridos.

La escena tuvo lugar en el santuario Ichigaya Kamegaoka, donde una festividad con más de mil años de historia, el Shichi-Go-San, ha comenzado a incluir a las mascotas.

Este ritual, originado en el periodo Heian (794-1185), marca el crecimiento de los niños japoneses al cumplir tres, cinco y siete años. Hoy, en un país con una de las tasas de natalidad más bajas del mundo, la celebración se reinventa para dar cabida a los animales de compañía.

Cada otoño, más de 350 perros participan en la ceremonia en este santuario, frente a apenas medio centenar de niños. Poodles, schnauzers, pomeranias y chihuahuas acuden con sus dueños para recibir una bendición que desea una vida larga, sana y feliz.

El sacerdote principal, Kenji Kaji, ha adaptado las oraciones tradicionales para pedir, entre otras cosas, que las mascotas estén a salvo de accidentes y enfermedades.

El auge de estas ceremonias refleja cambios profundos en la sociedad japonesa. La población infantil se encuentra en mínimos históricos y, paralelamente, el mercado de productos y servicios para mascotas ha crecido de forma sostenida en los últimos años. Para muchos hogares sin hijos, los animales ocupan un lugar central en la vida familiar.

Algunos propietarios dedican meses a preparar el ritual. Pagan kimonos hechos a la medida, amuletos y sesiones fotográficas. “Tengo recuerdos muy bonitos de esta festividad y quise hacer lo mismo por mi perra”, explicó una visitante del santuario, quien considera a su mascota parte de su familia y subraya que la vida de los perros es breve.

El sintoísmo, que reconoce la presencia de espíritus en todos los seres y objetos, ha facilitado esta apertura. Para los santuarios, además, las mascotas representan una vía para mantenerse vigentes y sostenerse económicamente ante la disminución de fieles jóvenes. La tarifa por la bendición animal es la misma que la de los niños.

Tras el ritual, los dueños escriben deseos en tablillas de madera que cuelgan cerca de la entrada: peticiones de salud, paz y alegría para sus compañeros de cuatro patas. Algunos perros llegan en carriolas; otros desfilan sobre una alfombra roja para las fotografías finales.

“El objetivo es que tanto las personas como sus mascotas vivan felices”, afirma el sacerdote Kaji. “Lo peor sería que el sintoísmo y los santuarios quedaran en el olvido”. Con perros en kimono y oraciones milenarias adaptadas al presente, la tradición parece haber encontrado una nueva forma de perdurar.

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