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La crisis diplomática y de derecho internacional entre Trump y Petro escaló sus máximos históricos. De hecho, esta podría ser sin duda la peor crisis de la relación entre Estados Unidos y Colombia por cuanto ellos no han venido actuando a cuenta propia sino en su calidad de jefes de Estado. Una verdadera guerra fría del siglo XXI en América Latina. La gravedad de la situación se hizo particularmente evidente luego de la publicación que hiciera el presidente estadounidense Donald Trump en su red social Truth Social, en la cual indicó que Gustavo Petro, el presidente colombiano, era un líder narcotraficante que estaba promoviendo una producción masiva de drogas en el país, un político descalificado e impopular, cuya inacción permitía la venta de grandes cantidades de drogas en los Estados Unidos, causando la muerte y destrucción de los estadounidenses, situación ante la cual decidió suspender todo tipo de ayuda económica a Colombia.
Al respecto, vale preguntarse ¿es Petro culpable de la gravedad de la crisis? ¿Es Trump a quien se le atribuye toda la responsabilidad? ¿Tienen estas publicaciones en redes sociales algún valor jurídico? ¿Existe alguna lectura en derecho internacional? ¿Es necesaria una solución? Y en dado caso, ¿cuáles son las posibles salidas?
A continuación, se ilustra cómo, aunque hay un escenario de múltiples corresponsabilidades, el presidente Petro tiene una gran deuda frente al descuidado manejo de las relaciones exteriores de Colombia. El tono personal que tomó la discusión debe acabarse y debe empezarse a dialogar desde una perspectiva idónea, seria, técnica y de Estado, no solamente de gobierno. Hay mucho en juego para Colombia. Y esta es, sin lugar a duda, una guerra fría que ni a Gustavo Petro ni a Colombia les conviene dar. Por lo menos no en este tono.
La crisis diplomática en contexto
El recorte de las ayudas económicas por parte de Trump frente a Colombia no puede analizarse como un hecho aislado. Todo lo contrario. Esta decisión hace parte de una plétora de intercambios diplomáticos que han sostenido Petro y Trump desde la llegada de este en su segundo periodo a la Casa Blanca. Los ires y venires han sido múltiples.
Todo comienza cuando Trump establece como uno de sus objetivos prioritarios ir contra Nicolás Maduro, el presidente de Venezuela, sustentado en la lucha contra el narcotráfico, ante lo cual, Gustavo Petro, decide tomar el lado de Maduro, convirtiéndose en un obstáculo estratégico para los EE. UU. Esto por supuesto empezó a generar enorme incomodidad en Trump, ya que Petro no solo decidió no seguir siendo aliado en dicha campaña, sino que reiteraba su oposición a tal política, la cual siempre calificó de intervencionismo ante los pueblos bolivarianos. La narrativa de Petro frente a EE. UU. significó un cambio radical al tono que había sostenido el Estado colombiano por más de veinte años cuando estuvo dirigido por varios gobiernos de derecha.
No obstante, el primer encontrón fuerte directo ocurrió luego de que Petro ordenara —por medio de un trino publicado en horas de la madrugada— que se impidiera aterrizar en Bogotá un avión en el que venían colombianos que habían sido deportados desde los EE. UU., alegando que debían regresar a suelo americano para luego ser retornados nuevamente, pero en condiciones más dignas. Esto, por supuesto, desató el malestar del presidente estadounidense, quien, también en sus redes sociales reiteró sus determinaciones.
Luego de un corto periodo de aparente calma, la relación se complicó aún más a propósito de la descertificación de Colombia en materia de lucha contra el narcotráfico. Esta, una medida de derecho interno de los EE. UU., a la luz de la cual dicho Estado decide a quién y cómo va a ayudar (económicamente principalmente) en la lucha contra el problema mundial de las drogas. La medida cayó como un baldado de agua fría para Petro, ya que es solo la segunda vez que ocurre esto en Colombia. Además de Petro, solo Samper en los años 90 había sido “descertificado” luego del escándalo del proceso 8000 en el cual se comprobó que su campaña para la presidencia había sido financiada por el narcotráfico.
Esa decisión, la de la descertificación, que no solo tiene efectos económicos directos e indirectos, sino que también genera enorme descrédito internacional para Colombia, causó un enorme disgusto en el presidente Petro, quién decidió desahogarse en medio de su discurso como jefe de Estado ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York.
Allí, vestido de blanco, con guayabera, una manilla con la bandera de Palestina en la muñeca, sin ningún símbolo patrio colombiano característico, pero luciendo también la bandera “guerra a muerte” en el pecho, en pleno headquarters de la ONU y ante una sala prácticamente vacía, se despachó contra Donald Trump. Entre otras, calificó al presidente estadounidense (y en territorio norteamericano) de: “irracional”, “homicida”, “genocida”, “la bestia” y hasta “Hitler”. Hecho que por supuesto generó el retiro inmediato de la delegación de EE. UU. de la sesión.
Luego de su intervención oficial en la ONU, Petro cerró su viaje por los EE. UU. participando activamente de una protesta ciudadana en las calles de Manhattan a favor de Palestina. En la misma, y esta vez vistiendo una Kufiya (pañuelo tradicional palestino), no solo habló en contra de Trump refiriéndose al apoyo que históricamente le ha prestado a Israel, sino que explícitamente hizo un llamado a todas las fuerzas militares de los EE. UU. a que desobedecieran a su presidente, Donald Trump.
Al aterrizar de nuevo en Colombia, Petro se encontró con la esperada noticia de que su visa americana había sido cancelada. Y aunque los asuntos en Medio Oriente tuvieron a Trump ocupado por varias semanas, la perdida de la visa fue el tema que usaría Petro una vez más para hablar en contra de Trump tanto a través de sus redes sociales como por medio de los polémicos consejos de ministros televisados.
Entre tanto, y mientras que la guerra Israel-Palestina estaba intensificada, ocurre la captura de la flotilla Global Sumud por parte del ejército israelí, en el que multitudes de activistas propalestinos fueron detenidos y registrados, encontrándose dentro de ellos dos ciudadanas colombianas. El asunto, una vez más, fue usado por Petro, para arremeter en sus mensajes contra Trump, enfatizando su desacuerdo con la ayuda que ofrecía a Israel y la defensa por el pueblo palestino, cuya bandera el presidente colombiano izó en los precitados consejos de ministros televisados. En los mismos, Petro también manifestó públicamente su descontento con el tratado de libre comercio entre EE. UU. y Colombia y su deseo de suspenderlo o revisarlo. Casi por los mismos días Petro echó los funcionarios diplomáticos de Israel en Colombia.
Paralelamente, y ya como preludio próximo del retiro de ayudas económicas por parte de EE. UU. hacia Colombia, se presentaron las diversas reacciones de Petro ante los bombardeos que ha venido realizando la armada estadounidense en aguas del mar Caribe contra lanchas venezolanas. Estos han sido calificados por Petro como homicidios contra el pueblo latinoamericano. No obstante, el mensaje se volvió más inflexible, cuando Petro, nuevamente en su X, aseguró que tenía indicios de que la última lancha bombardeada era colombiana y llevaba ciudadanos colombianos. Y agregó: “La agresión es contra toda América Latina y el Caribe”. Aunque no había confirmación de dicha información al momento de la publicación hecha por Petro, en días posteriores se corroboró la muerte del samario Alejandro Carranza como consecuencia de los bombardeos.
Probablemente “la gota que rebosó el vaso” fueron los enfrentamientos recientes ocurridos junto a la embajada de los EE. UU. en Bogotá en los que indígenas atacaron con flechas y piedras a miembros de la fuerza pública en el marco de unas protestas a favor de Palestina, Venezuela y Ecuador. Sobra aclarar que dentro y fuera de Colombia se percibe a Petro como cercano a estas agendas políticas y poblaciones. De modo que este pudo ser el detonante de la decisión de Trump de cortar todas las ayudas económicas, medida que, como se afirmó al inicio, debe analizarse dentro de un contexto mucho más amplio y sin duda convulso.
Tampoco puede ignorarse en el análisis de este panorama internacional que, desde una perspectiva global, Trump ha tenido un fortalecimiento político luego que, de alguna manera u otra, haya conseguido la firma del acuerdo de paz en Medio Oriente entre Hamás e Israel, contando con el apoyo de todo el mundo árabe. Estos logros internacionales son innegables muy a pesar de las expresiones de descontento interno que han divulgado manifestantes estadounidenses a lo largo del territorio norteamericano por medio de protestas que allí han denominado como “No Kings”. Tampoco puede descartarse la muy posible inclusión de Petro y algunos de sus familiares en la conocida “lista Clinton”, una medida de congelamiento económico en los EE. UU., luego de que así lo anunciara el senador estadounidense Bernie Moreno.
Pero ¿qué dicen las relaciones, la política y el derecho internacional frente a todo esto?
¿Quién tiene la razón: Petro o Trump?
Antes que todo, es necesario enfatizar que el derecho, la política y las relaciones internacionales no son campos que comúnmente permitan llegar exclusivamente a conclusiones extremas, de blanco o negro, de bueno o malo, etc. Así mismo, estas disciplinas se enfocan más en analizar hechos específicos y concretos que en la apreciación simplemente subjetiva de un individuo (lo que sí es usual en la política común). De modo que mal haríamos en decir que Petro no tiene la razón pero que Trump sí, o viceversa. Lo que sí es posible es ilustrar cuáles de los acontecimientos anteriormente reconstruidos son acordes o contrarios al derecho internacional y su valor en un contexto político y de relaciones internacionales. A continuación, algunas menciones a manera ilustrativa:
Los tuits. Todas las publicaciones que hacen los jefes de Estado o los cancilleres tienen valor jurídico internacional. Cuando tuitea un presidente como Trump o Petro, no habla la persona natural, sino que habla el Estado, se manifiesta o bien EE. UU. o bien Colombia. Y dichas declaraciones se entienden como hechos jurídicamente relevantes que pueden ser generadores de responsabilidad internacional si los mismos son contrarios a una norma existente. A esto valga reiterar que las redes sociales de un presidente no las debe supervisar solamente un community manager o el mismo gobernante, sino un equipo de expertos en derecho internacional.
Alineación política con un Estado. Ni Petro viola el derecho internacional por no querer alinearse con Trump en un inicio, ni Trump lo hace por aliarse con Israel en Medio Oriente o Milei en Argentina. Estas son decisiones de política exterior, cuyas consecuencias se miden en estrategia política o en efectos económicos.
Deportación de colombianos por parte de Trump. Cada país, en ejercicio de su soberanía, es libre de decidir a quién deja entrar o permanecer en su territorio. En principio, EE. UU. (y cualquier Estado) es libre de decidir sobre la visita y permanencia de extranjeros en su territorio. El derecho internacional, no obstante, se puede ver vulnerado si hay deportaciones masivas sin debido proceso, si hay tratos crueles o inhumanos o si se vulneran derechos humanos como la unidad familiar y el interés superior del niño. También si son refugiados que corren peligro en su lugar de origen. De modo que, si se pudo haber alegado el incumplimiento de ciertas normas en las deportaciones, caso a caso, y bajo las precitadas justificaciones.
Devolución de colombianos a EE. UU. por parte de Petro. En línea con lo anterior, Petro sin duda también revictimizó a los colombianos que devolvió al no dejarlos ingresar al territorio nacional.
Descertificación de Colombia por parte de EE. UU. No está prohibida. Esta no es una medida de derecho internacional sino de derecho interno estadounidense. Es la forma como deciden a qué países les dan ayuda para la lucha contra el narcotráfico y a cuáles no. Ellos son libres de decidir cómo usan sus recursos soberanos. Cosa distinta es que, siendo un hecho legal, puede generar impactos políticos y económicos de enorme descrédito internacional para el Estado descertificado.
Los atuendos de Petro en la ONU. No son contrarios al derecho internacional, pero sí rompen con todo el protocolo propio de las Naciones Unidas y la tradición de las relaciones internacionales. Pese a que puede esto no tener un valor jurídico internacional, aunque sí ser considerado una provocación política, puede ser totalmente viable una investigación jurídica y política a Petro en el Congreso colombiano al haber cambiado los símbolos patrios colombianos por los de Palestina y “guerra o muerte” en un contexto de representación estatal internacional.
Declaraciones de Petro en la ONU. La mayoría tienen un efecto político de relacionamiento internacional. Sin embargo, hay palabras que constituyen calumnias, injurias, y podrían generar responsabilidad internacional, sobre todo aquellas que califican a Trump de haber cometido ciertos delitos y crímenes internacionales frente a los cuales no ha mediado un debido proceso y que pueden estar también cubiertos por las inmunidades diplomáticas. Por eso, estos discursos, también deben ser revisados por un equipo de expertos en derecho internacional antes de ser pronunciados.
Petro en protestas públicas en Nueva York. El haber participado en las manifestaciones no genera per se una violación al derecho internacional, siendo más un acto político y pese a que sí puede ser objeto de investigación disciplinaria en el derecho constitucional colombiano interno. No obstante, el haber hecho un llamado a las fuerzas armadas de EE. UU. a desobedecer a su presidente sí es muy grave. No solo es contrario al derecho internacional, sino que es un crimen internacional, violatorio de una norma de ius cogens, ya que puede constituir un delito de agresión y de intervención contra los EE. UU.
Cancelación de la visa de Petro por parte de EE. UU. Otorgar o cancelar visas es una potestad de cualquier Estado acorde al ejercicio de su soberanía. Sin embargo, el mensaje que dicho acto lanza cuando se trata de un jefe de Estado es más trascendente porque puede implicar un desreconocimiento del Gobierno de turno o del mismo Estado. Así mismo, si hay tratados de amistad, comercio o inversiones vigentes, podría interpretarse que dicho acto va en contravía de tales tratados también. Pero el acto violatorio no es la visa en sí, sino la imposibilidad de implementar los citados acuerdos.
Suspender el TLC. Aunque los presidentes son los jefes de las relaciones exteriores de los Estados, en derecho hay una máxima que reza “las cosas se deshacen como se hacen”. Estos tratados requieren para su entrada en vigor la aprobación de una ley por parte del Congreso. Esto haría necesaria la participación del Legislativo para su cancelación. Lo dicho sería aplicable tanto en Colombia como en EE. UU.
Bombardeos de lanchas en el Caribe. Estos actos perpetrados por los EE. UU. son indiscutiblemente contrarios al derecho internacional. Ni siquiera si los tripulantes de las lanchas son narcotraficantes y llevan drogas es posible asesinarlos. La fuerza, en la Carta de la ONU y aún en la Res. 1373/01 de la ONU que autoriza la guerra en la lucha contra el terrorismo, es siempre una última medida, cuando las vías pacíficas no han funcionado. Aun siendo criminales tienen derecho a un debido proceso penal. En el caso del samario Alejandro Carranza y pese a sus aparentes antecedentes penales en Colombia, nada justificaba su asesinato, ni aunque se probara que efectivamente estuviera vinculado al narcotráfico. Situación similar debió haberse aplicado con Jeison Obando, quien sobrevivió a un ataque y luego fue deportado por EE. UU., así como con todos los ocupantes de las ya ocho embarcaciones que han sido atacadas en el mar Caribe. Aquí lo requerido es una comisión de investigación.
Ataques contra la fuerza pública y la embajada de EE. UU. en Bogotá. Contrarios a la Convención de Viena de Relaciones Diplomáticas. El Estado receptor siempre debe garantizar el cuidado de las instalaciones diplomáticas de otros Estados asegurando seguridad personal y de los bienes de la misión. Por otro lado, protestar es permitido también en el ordenamiento jurídico interno, pero los indígenas que atacaron con flechas a la fuerza pública, así como cualquier policía que se haya extralimitado en el uso de la fuerza, deben ser judicializados por igual.
Cortar ayudas y subvenciones a Colombia. Cada Estado es libre, en ejercicio de su soberanía de dar o no este tipo de ayudas. No obstante, si esta decisión incluye ayudas que estén consignadas en tratados como el propio TLC, probablemente el presidente Trump no tiene la total potestad de tomar dicha decisión y deberá acudir a su Legislativo. Aunque muy grave para la economía colombiana, la medida no es contraria al derecho internacional.
Incluir a Petro y familia en la lista Clinton. Esta es una medida de derecho interno estadounidense. La misma permite el congelamiento económico de una persona o una empresa para que no pueda ejercer ningún tipo de transacción con, en, desde o hacia los EE. UU. La decisión hace parte del arbitrio propio del Estado norteamericano, aunque en el derecho interno podría eventualmente demandar un debido proceso. En todo caso, si bien esto puede traer efectos desastrosos desde un punto de vista económico y de relaciones internacionales para Colombia, técnicamente no es violatorio del derecho internacional en sí mismo.
¿Qué le depara a Colombia frente a la crisis con los EE. UU.?
En la multiplicidad de acontecimientos ocurridos a lo largo del 2025 entre Petro y Trump que han dibujado la crónica de esta guerra fría en América Latina, hay muchos hechos que son sin duda violatorios del derecho internacional de parte y parte, así como muchos otros que obedecen al ejercicio libre de la soberanía de cada Estado. No obstante, y desde la perspectiva exclusiva de Colombia, se resaltan algunos de los efectos nefastos que trae para el país esta ruptura con la potencia del norte.
En teoría de las relaciones internacionales hay cuatro posibles perspectivas que puede tomar la política exterior de un Estado. A saber: Respice Polum, Respice Similia, Respice Omnia y Respice Finem. Estos enfoques indican hacia dónde debe direccionarse el énfasis del relacionamiento internacional de un país, de su cooperación y de toda su economía. Así, puede ir hacia el polo o una potencia, a los más semejantes, hacia la globalidad entera o encaminarse hacia el pragmatismo y los fines, respectivamente. Colombia, por su parte, casi siempre ha optado por un enfoque de Respice Polum, de modo que su política exterior y sus relaciones internacionales han girado en torno a su particular amistad y alianza estratégica con los EE. UU. como la máxima potencia política y económica del mundo. Esto ha tenido un efecto duradero en la cultura, la política, la diplomacia, el derecho y la economía colombianos. De hecho, se estima que cerca del 40 % de la cooperación que llega a Colombia proviene de los EE. UU. con aproximadamente USD 700 millones al año. Igualmente, también alrededor del 40 % de la inversión extranjera directa en Colombia llega desde EE. UU., con cerca de USD 6000 millones por año. Así mismo, el 30 % del turismo que recibe Colombia también proviene de EE. UU. El 22 % de las importaciones en Colombia vienen de EE. UU., y el 30 % de las exportaciones de Colombia van hacia EE. UU. Esta dependencia de Colombia con la potencia del norte global, guste o no, está profundamente intrincada en múltiples niveles de la sociedad y se debe a este enfoque.
Como justificación de muchos de sus desatinos en materia internacional, Petro ha alegado que ha hecho lo que ha hecho porque quiere llevar a Colombia hacia un nuevo enfoque, uno de Respice Similia (de cooperación sur-sur). Por eso los viajes a África y la reivindicación de América Latina y los pueblos bolivarianos. Y aunque es indudable que en un mundo contemporáneo sí que le conviene a un Estado tener sus posibilidades abiertas, de modo que un Respice Omnia puede ser muy conveniente, previamente habiendo explorado escenarios de cooperación similar, lo que sí es cierto es que estas medidas no pueden tomarse de manera abrupta ni a la ligera. Es imposible pasar de un relacionamiento dependiente de una potencia a un relacionamiento de pares o global de forma inmediata. Este es un proceso lento que debe ser construido desde la cultura y el derecho hasta la implementación económica y de amistad. Lo que está sucediendo actualmente es verdaderamente un suicidio diplomático. Un salto al vacío que no va a dejar sino desastrosas consecuencias para el Estado colombiano.
Hay muchos actos de Trump que sin duda son contrarios al derecho internacional, como el bombardeo a las lanchas en el Caribe, incluida la muerte del samario Alejandro Carranza. Pero Petro, un jefe de Estado de un país del sur global, con una economía en vía de desarrollo y actualmente (aun a nuestro pesar) dependiente de EE. UU., no puede actuar de manera desordenada, improvisada y desconectada de una realidad regional e internacional. Ante un Trump, que políticamente está muy fortalecido a nivel mundial, tanto así que la misma Unión Europea no le ha podido hacer frente en bloque por su dependencia energética con Rusia y que goza actualmente de una legitimidad sin precedentes al haber asegurado la paz en Gaza, cualquier tipo de oposición debe hacerse amparado en un bloque negociador o a través del multilateralismo.
Cambiar a Trump o a EE. UU., como lo dijo Petro en su reciente entrevista con Coronell, no es una opción. El Estado de Colombia y los colombianos no podrían aguantar una ruptura abrupta con EE. UU. ¿Hay que defender la soberanía? Sí. ¿Hay que defender el mar Caribe? Claro, también. Pero hay que hacerlo inteligentemente. Con expertos, usando los canales diplomáticos, las instituciones y haciendo alusión a los hechos particulares y no atacando la persona de Trump, como torpemente se ha venido haciendo, tal vez para solo obtener un poquito de popularidad mediática dentro de un segmento de los electores en Colombia y de cara a las próximas elecciones. Colombia, una vez más, necesita una verdadera política exterior de Estado definida por expertos y no por la volatilidad emocional de un gobernante de turno.
* Profesor de derecho internacional
Pontificia Universidad Javeriana
@fbncardenas
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