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El Medio Oriente con el que se encontrará Biden

La tensión en el Golfo Pérsico se ha acumulado desde mucho antes del asesinato del exgeneral iraní Qasem Soleimaní, quien falleció durante un ataque estadounidense en Irak hace un año. Cuando Joe Biden se posesione como presidente de EE. UU. se enfrentará de entrada a un hervidero de problemas que dejó la política exterior de Trump.

04 de enero de 2021 - 02:00 a. m.
Miles de personas marcharon en Irak para conmemorar el primer aniversario de la muerte de Qasem Soleimaní.
Miles de personas marcharon en Irak para conmemorar el primer aniversario de la muerte de Qasem Soleimaní.
Foto: AFP - Agencia AFP

En las últimas tres décadas, Irak se ha convertido en una piedra en el zapato para los presidentes electos de Estados Unidos durante sus primeros días de gobierno, pues en más de una ocasión este país ha marcado su primera crisis militar en el poder.

A Bill Clinton le tocó responderle a Saddam Hussein, quien intentó asesinar al expresidente George HW Bush, lanzando misiles de crucero a Bagdad en junio de 1993. Mientras que George W. Bush ordenó en febrero de 2001, meses antes del ataque a las Torres Gemelas y solo semanas después de su juramentación, un ataque aéreo a Irak en una supuesta “misión de defensa”. Ambos episodios firmaron el primer uso de la fuerza tanto del gobierno de Clinton como el de Bush.

Ahora, Joe Biden, presidente electo de Estados Unidos, quien se posesionará en poco más de dos semanas, está vigilando con cautela lo que ocurre en Irak y en su vecindario mientras se realiza el cambio de poder en su país, pues una de sus primeras tareas podría ser la respuesta a un ataque de Irán en suelo iraquí en represalia por las acciones del presidente Donald Trump.

Un año después del asesinato de Qasem Soleimaní, comandante de la Fuerza Quds, Irán continúa reclamando venganza contra Estados Unidos por este ataque ordenado desde Washington, por lo que un gran conflicto armado en Medio Oriente todavía es una posibilidad que no hay que descartar. Los expertos apuntan a que con el cambio de administración, Irán puede ver un primer momento seguro para intentar un gran ataque contra los estadounidenses.

Ahora mismo, la tensión en el Golfo Pérsico está muy alta. Irán ha enviado ataques con cohetes a la Embajada de Estados Unidos en Irak y ha bombardeado convoyes militares en las carreteras, mientras que las fuerzas armadas estadounidenses e israelíes han movilizado submarinos para disuadir los ataques iraníes en el Golfo Pérsico.

No solo la venganza por el asesinato de Soleimaní ha mantenido las alarmas encendidas. En noviembre de 2020, Mohsen Fakkrizadeh, principal diseñador de ojivas nucleares de Irán, fue asesinado presuntamente por Israel. Y el fin de semana, para rematar, la Agencia Internacional de Energía Atómica informó que Irán planea aumentar sustancialmente sus niveles de enriquecimiento de uranio en su planta subterránea de Fordow, algo que tenía prohibido según los términos del Plan de Acción Integral Conjunto, más conocido como el Acuerdo Nuclear de Irán de 2015. Todas estas acciones han incrementado la tensión en la región y revivido las amenazas de un conflicto mayor.

Para enfrentar estas amenazas y calmar los ánimos, Biden ha manejado un doble discurso. Por un lado, le ha señalado a Irán que si elige el camino de la confrontación está “listo para defender los intereses vitales y las tropas de Estados Unidos”; por el otro, les ha comunicado que está dispuesto a “caminar por el camino de la diplomacia si Irán toma medidas para demostrar que también está listo”. Es lo que debería hacer.

El gran problema para el demócrata es que el Medio Oriente con el que se encontrará no es el mismo al que se enfrentó cuando era vicepresidente de Barack Obama, en la década anterior. Es un hervidero donde el presidente estadounidense tiene menos campo de acción y más dificultades para negociar que antes. ¿Cómo llegamos a esto?

Sin duda, el asesinato de Soleimaní marcó un punto de referencia en la crisis; pero el verdadero lío para Biden tiene que ver con la reconfiguración de alianzas en Medio Oriente que tuvieron su origen antes de que este episodio ocurriera. El ataque iraní con drones de alta precisión contra Abqaiq en 2019, uno de los centros de procesamiento de petróleo más importantes de Arabia Saudita, es el verdadero punto de arranque para el estudio del vecindario. Tiene tanta importancia que fue catalogado como el “Pearl Harbor” de Medio Oriente.

Tras este ataque, el presidente Donald Trump se quedó quieto. Eligió no devolver el golpe pese a que este había llegado al corazón petrolero de uno de sus aliados. Anunció, por otro lado, el cambio de postura más importante de su gobierno en la agenda de política exterior de Washington.

“Su mensaje fue: Estimados saudíes, Estados Unidos es ahora el mayor productor de petróleo del mundo; nos iremos del Medio Oriente; estamos encantados de venderles todas las armas que puedan pagar en efectivo, pero no cuenten con nosotros para librar sus batallas. ¿Quieren soldados estadounidenses? Enséñenme el dinero”, señaló Thomas L. Friedman, periodista de The New York Times.

Fue este cambio de postura el que llevó a una nueva etapa de cooperación en Medio Oriente entre Israel y Emiratos Árabes Unidos (EAU). Como Trump obligó a que estos países dependieran menos de Estados Unidos, Israel y los árabes suníes comenzaron a unir fuerzas para enfrentar a un enemigo común: Irán.

Así que ahora que Biden se presente de nuevo con una actitud de diálogo frente a los iraníes se encontrará con una coalición compuesta por Israel y EAU, que le complicará el camino. Sobre la mesa de negociación a la que Biden podría convocar a Irán ya no solo estará el reingreso al acuerdo nuclear, sino garantizar que Teherán le ponga fin a la exportación de misiles de alta precisión, los cuales preocupan especialmente a Israel, y la que de seguro será una de las exigencias de dicha coalición.

La atención se pone sobre lo que pueda pasar en Irak en estas tres semanas, pero haya o no un ataque de Irán, el panorama para Biden es muy difícil en Medio Oriente. Y esto sin contar que Trump todavía tiene unos días para complicarle aún más las cosas y que hay “agentes provocadores” que también buscan un conflicto, como lo señaló Javad Zarif, ministro de Relaciones Exteriores de Irán.

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